Personas y personajes de El Quijote


Merece la mayor gratitud el doctor Escudero por habernos enriquecido el contexto de la novela cervantina a los que solo hemos leído libros impresos y no legajos de archivo.

El 5 de noviembre, se presentó en la Biblioteca de Castilla-La Mancha de Toledo un libro sensacional cuyo título es el del epígrafe de este artículo-reseña. Desgraciadamente, el espacio limitado de esta colaboración no puede hacer justicia a la calidad de la obra. Su autor es D. Francisco Javier Escudero Buendía, que lo presentó como tesis doctoral en la Universidad de Castilla-La Mancha, dirigida por el profesor Francisco Crosas, brillante catedrático de literatura española. El libro ha sido publicado por Almud, Ediciones de Castilla-La Mancha, dirigida por el también brillante Alfonso González Calero, que con ejemplar generosidad nos informa periódicamente sobre nuevos libros referentes a nuestra región.

  Personas y personajes del Quijote consta de tres tomos: I: “Los personajes históricos de La Mancha”; II: “La construcción del personaje de Alonso Quijano”, y III: “Aldonza Lorenzo y Dulcinea”. El autor es licenciado en derecho, experto en documentación jurídica, ha sido director de varios archivos en las provincias de Cuenca, Ciudad Real y Toledo, y ahora lo es del Archivo Territorial de la Provincia de Cuenca. Mi primer juicio sobre su obra es muy sencillo: es el resultado de un trabajo ejemplar y, por tanto, un portento de investigación. 

Las dos primeras páginas, tituladas Agradecimientos, dan una lista de profesores universitarios de muchos países y de los curas párrocos de los pueblos manchegos que le abrieron sus archivos parroquiales y le abrieron sus casas “en innumerables ocasiones” (I, 9). Esa lista es otra prueba del también portentoso conocimiento de la bibliografía moderna desplegado por Escudero.

  Desde 2005, el profesor Parra Luna y sus colaboradores afirmaron que el pueblo del hidalgo Alonso Quijano y su criado Sancho era de Villanueva de los Infantes, capital del Campo de Montiel. Pero el Dr. Escudero diluye esa tesis recordando sencillamente un texto del Diccionario geográfico de Madoz (1846-1850). “Figuraban como agregados a este partido por ser de la Orden de Santiago, los siguientes…Campo de Criptana…Miguel Esteban…Quintanar de la Orden…Toboso” (Escudero, I, 17). En los archivos manchegos aparecen nombres de personas que coinciden con personajes de la novela, y estos datos prueban que ya en la primera parte Cervantes introdujo individuos y hechos de la Mancha santiaguista (de la Orden de Santiago), y no solo en la segunda, como se ha repetido desde Martín de Riquer. El problema en la relación historia/literatura en el caso del Quijote es cómo se relaciona la vida real de aquella sociedad con los aspectos artísticos de la obra. 

  Comienza el autor con la frase: “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. “No quiero” significaba para Cervantes “no puedo”, cruel ironía del historiador frente a su personaje, que aspira a conquistar eterno nombre y fama. El hidalgo es viejo y lector, ni aficionado a las hazañas militares ni ya capaz de ellas. Irónicamente (otra vez la ironía), el hombre débil decide salir a regenerar su sociedad con las armas y todo ello, no en un brioso corcel, sino en un jaco macilento. Pero ese hidalgo es “bueno” y sus combates están siempre dirigidos por su buena intención. 

  El tercer tomo del libro del Dr. Escudero estudia la figura de Aldonza/Dulcinea. Hasta principios del siglo XVI predomina el nombre de Aldonza en las conversas del judaísmo y acusadas de judaizar. En tiempo de Cervantes, el investigador solo encuentra cuatro Aldonzas en Miguel Esteban (1568-1579), una en Campo de Criptana (1537) y otra en Quintanar de la Orden (1536). Ahora bien, dentro del libro, Dulcinea es una amada de la cual dice el caballero: “Cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón, de manera que quede único y singular en la discreción y en la valentía” (Quijote, II, cap. 8). “Dolce stil nuevo”, en el que la amada nos da luz y fuego.

Merece la mayor gratitud y felicitación el Dr. Escudero por habernos enriquecido el contexto de la novela cervantina a los que solo hemos leído libros impresos y no legajos de archivo.