Recuerdo de Tomás Camarillo

21/09/2020 - 22:41 LUIS MONJE CIRUELO

Artículo publicado en Nueva Alcarria el 29 de octubre de 1979

De repente me llega el aldabonazo del centenario del nacimiento de Tomás Camarillo por medio de los actos conmemorativos que ha organizado la siempre emprendedora Agrupación Fotográfica de Guadalajara. Nos habíamos olvidado los alcarreños de su figura. Murió hace veinticinco años, exactamente el 3 de abril de 1.954. Nacido en 1879, el próximo 29 de diciembre hubiese cumplido el siglo.  Ahora que tanto viajamos por aceptables carreteras, forzoso es destacar el mérito de aquel comerciante enriquecido con alma de artista que dedicó la mayor parte de sus ocios a exaltar los atractivos de su provincia. Cientos de veces, Camarillo se lanzó a las carreteras sin más equipaje que su máquina fotográfica. El sol de los domingos le sorprendía por los altos de Trijueque, por la vega del Tajuña o por los llanos de Humanes. Madrugaba con el sol y regresaba con las primeras sombras. Le  acompañaba, invariablemente, su esposa, Soledad Pérez Alcor. Entre el orto y el ocaso de los domingos Camarillo hacía poesía con el objetivo de su máquina.

 Y es que Tomás Camarillo fue un poeta de la fotografía. Él ha sabido captar como nadie los ignorados paisajes alcarreños, los escondidos tesoros artísticos, los tipos más populares. Fue un autodidacta: un hombre que se hizo rico en su madurez y supo disfrutar de su fortuna a lo señor, sin escatimar el dinero en su quijotesca tarea. Y todo sin ostentaciones ridículas ni tertulias inútiles. Camarillo tuvo siempre abiertas su fortuna y su colección fotográfica a todas las empresas alcarreñistas. Cientos de miles de pesetas se gastó por la Alcarria sin más ambición que revalorizarla y ennoblecerla ante España y aun ante los mismos alcarreños, que ignoraban todo sobre ella. En esa línea estuvo la exposición de su obra en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, en junio de 1.945, y posteriormente en el Instituto de Enseñanza Media “Brianda de Mendoza”, de Guadalajara. Y cuando surgió la idea de editar un álbum sobre la provincia, con una selección de su obra y textos de Layna Serrano, Camarillo, generosamente, desinteresadamente, como un gran señor –como un ilustrísimo señor que era- cedió sus clichés y fotografías sin condición alguna.

 A Tomás Camarillo le recuerdo en este centenario de su nacimiento, de cuerpo presente en el salón de su casa, entre sus amadas fotografías. La Alcarria, hecha símbolos, le rodeaba. A su cabecera, un bello mosaico con la Virgen de la Antigua. A sus pies, el escudo de Guadalajara en un tapiz tejido por manos alcarreñas. Y, en las paredes, el caracol de Alustante, las murallas de Palazuelos, las cavernas de Alcorlo, el tío Lino de Santamera, el Doncel de Sigüenza, el San Elías de Renera. Imágenes, retablos, tipos, monumentos y paisajes le despedían. Era lo justo: Camarillo había vivido entre ellos y entre ellos quiso morir.

Pero Camarillo no se libró en sus últimos años de la amargura de la incomprensión. Verdad es que su maravillosa obra le valió el ingreso en la Orden de Alfonso X el Sabio y que él, un hombre sin títulos académicos, contaba entre sus amigos a lo mejor de la intelectualidad alcarreña. Pero su asombrosa labor fotográfica, fruto de veinte años de trabajo, era ignorada por la ciudad, e incluso algún vecino, con titulo facultativo, ironizó a costa de su altruismo y generosidad. Fue necesario que muriera Tomás Camarillo para que muchos alcarreños conocieran y admiraran su valiosa obra.

En los años finales se dedicó a escribir una serie de libros sencillos, nacidos del corazón. En ellos nos contó su vida y sus viajes, que eran términos sinónimos, pues para él vivir sin viajar era tanto como no vivir. Conocí y traté íntimamente a Camarillo, acompañándole en algunos viajes. Por eso estoy en condiciones de decir que pocos alcarreños han sentido tan vivamente, tan noblemente, el amor por su tierra. Era el suyo un alcarreñismo militante que compartía con su gran amigo el doctor Layna Serrano. Bien merece Tomás Camarillo el recuerdo y el homenaje de sus  paisanos en el primer centenario de su nacimiento.