Santa Teresa

13/10/2019 - 16:57 Ciriaco Morón Arroyo

La frase de Santa Teresa  “El alma no es una cosa oscura” es una de las más geniales que he leído en mi vida.

Entre el 4 y el 15 de octubre me parece obligado celebrar la vida y obra de Santa Teresa (1515-1582). La santa murió la noche del 4, pero al día siguiente fue el 15 de octubre, porque ese día se hizo vigente en España el calendario gregoriano (promulgado por el Papa Gregorio XIII) frente al juliano que había regido hasta entonces. Como se ve, el nuevo calendario quitaba diez días del anterior. Yo aprendí esto en Munich hacia 1961 en un curso de Historia de la Iglesia impartido por el gran maestro Hermann Tüchle. Pero, como estábamos en Baviera, el profesor Tüchle añadió que el duque bávaro decretó el cambio de calendario el 6 de enero de 1583. Ahora bien, ese día comenzaba en Munich la famosa estación del Carnaval y los devotos bávaros decidieron no quitar los diez días del Carnaval sino de la cuaresma. Desde el punto de vista histórico, Santa Teresa representa un auténtico milagro cultural. En 1559 el Índice de libros prohibidos del Inquisidor Fernando de Valdés—fundador de la Universidad de Oviedo—había prohibido libros de autores como Fr. Luis de Granada, San Francisco de Borja y de San Juan de Ávila, que hoy es doctor de la Iglesia. En esa coyuntura, Teresa, mujer, monja de clausura y nieta de un judío converso, escribe el Libro de su vida (1562), y con ese libro, a pesar de la vigilancia inquisitorial, logra salvar e imponer la literatura espiritual, no solo en España, sino en todo el mundo. Curiosamente, todos los religiosos mencionados y el ilustre teólogo Fr. Domingo Báñez (1528-1604) se rinden a la inspiración excepcional de la Santa. Cuentan que el dominico Fr. Pedro de Yanguas recriminó a Báñez por su admiración hacia “una mujer”. Báñez le preparó un encuentro con la santa, y el padre Yanguas le dijo: “Por Dios, hermano, que me habíais hablado de una mujer, y la madre Teresa no es sino varón y muy barbado”. En aquel tiempo, cuando una mujer se distinguía por su inteligencia y capacidad de decisiones, se la consideraba varonil. “La reina doña María no es mujer”, dice un personaje de La prudencia en la mujer, de Tirso, refiriéndose a doña María de Molina.

Las Moradas (1577) son un libro genial, una psiquiatría preventiva. Ella dice que las moradas no son “siete”, sino “un millón”. O sea, en el desarrollo de la fe no hay más sistema general, sino que cada individuo se exija al máximo el amor a Dios y al prójimo, y hecho lo que está en su mano, se abandone a la gracia de Dios para que supla nuestra incapacidad. Tres pasajes me permiten llamar al libro “psiquiatría preventiva”: “El alma es como un castillo todo de un diamante y muy claro cristal”. Cada ser humano, al margen de género o raza, es un castillo de diamante; por consiguiente, autoestima y respeto a los demás, que también son castillos preciosos. Segundo: cuando estés bajo y caído, no te deprimas, abandónate en Dios; en cambio, cuando te sientas perfecto, piensa en las torres que cayeron. Y tercero: “El alma no es una cosa oscura”. Es una de las frases más geniales que he leído en mi vida: los resentimientos, las trastiendas y los secreteos son destructivos (lo dice ahora el Papa Francisco); la cultura no cubre una maldad original (Freud); el mal es un velo que oscurece el claro cristal del castillo.  Hacia 1965 era yo profesor de la Universidad de Pensilavania (Filadelfia) y cayó por allí un excura asturiano, capellán protestante para los hispanos de la zona. Un día me dijo: “Con lo que tú sabes de Santa Teresa podrías ganar mucho dinero”. Le pregunté cómo y me indicó: “Escribiendo para Playboy un artículo sobre el erotismo de la santa”. Si ese es el medio, le contesté, voy a seguir siendo pobre. Hoy, amigo excura protestante, nos encomendamos a la santa que nos sigue enriqueciendo con su doctrina.