Sesgo del Superviviente
Aunque se nos haya casi olvidado, hace poco más de dos generaciones, el mundo vivió la Segunda Guerra Mundial y durante más de un lustro, nos estuvimos dando de collejas. De esas golpizas, se crea la geopolítica que vivimos hoy en día, y del fragor de la batalla nacen muchos de los análisis matemáticos sobre los que reflexionamos en la actualidad.
En torno a 1944, Estados Unidos, ya con más de un pie en la playa de Omaha, quiso reforzar la seguridad y fuselaje de los aviones que tomaban parte de las misiones de bombardeo. Los famosos B17, famosos por aparecer en la serie “Los Amos del Aire”, eran los encargados de “nivelar” el terreno, pero tenían una enorme tasa de pérdida por fuego alemán. Si para completar un servicio tenían que hacer 25 misiones y había un riesgo del 5%, la probabilidad de supervivencia es del 28% mientras que esta tasa de existencia bajaba drásticamente con tan solo doblar los daños. En pocas palabras, era muy complicado que los pilotos regresaran con vida a medio plazo. El ejército, le encargó al Grupo de Investigación Estadística (SRG por sus siglas en inglés) de la Universidad de Columbia, liderada por el matemático húngaro Abraham Wald que analizaran los impactos de bala, metralla, cañón o misil que las potencias del eje perpetraban en la fuerza aérea aliada durante cada misión.
Los cazas y bombarderos que regresaban iban cargaditos de daños y las primeras impresiones del Pentágono iban en la línea de reforzar los puntos que ya habían sido dañados, lo cual desde el punto de vista teórico es absolutamente erróneo. Si los aviones que regresaban tenían daños, significaba que esas zonas no eran vitales y que aún afectadas no tenían importancia. Por contra, aquellas zonas que estaban siempre intactas en los aviones que volvían revelaba que cuando los aeroplanos eran alcanzados por el fuego en esos puntos, no lograban regresar a casa. Esas zonas eran las críticas a reforzar, porque un impacto ahí podía ser fatal, ya que no había muestras de los aeroplanos lograran sobreponerse a ellos.
Este cambio de perspectiva, realizado por Wald, revela la ausencia del sesgo del superviviente, es decir, centrarse únicamente en lo que sobrevivió ofrece una visión incompleta y muchas veces peligrosa de la realidad. Con una decisión contraria, acertada y a priori contra intuitiva de la observación, se consiguió triplicar la tasa de supervivencia del ejército americano. No definió la guerra, pero se ahorraron vidas y recursos que de otra manera yacerían en el Viejo continente, en sus cementerios o en sus chatarreros.
La ciencia económica ha bebido en las últimas épocas de la psicología (tan solo hay que ver los últimos premios Nobel) y no tenemos que dejar de lado este análisis de nuestro pasado para entender los tiempos modernos, ya que se puede extrapolar a prácticamente cualquier asunto actual.
Por ejemplo, en las redes sociales solo vemos gente guapa, exitosa, rica y que generan una voluntad aspiracional por los demás. Da igual que sean influencers, futbolistas, presentadores, empresarios, actores o cantantes. Todo el mundo ofrece la mejor cara posible a los demás, generando un sesgo de comportamiento o de identidad que forzosamente no tiene que coincidir con la realidad creando expectativas, muchas de ellas irracionales sobre cuál es el patrón o estándar a aspirar.
En el planeta hay ya 8.237 millones de personas y se idolatra a un porcentaje ridículo, los cuales muestran purpurina y humo. Este sesgo del superviviente o de aquellas personas que se posicionan para la observación no es real y casi siempre las torres de marfil tienen sangre, sudor y lágrimas.
De aquí nacen las depresiones y ansiedades del siglo XXI y el enorme aplastamiento que generan las redes sociales en nuestro entorno. La comparación del ombligo propio con el valor absoluto genera vértigos y decepciones. Esto se puede extrapolar a todo: a una chapa y pintura de hace 80 años, a la imagen propia frente al espejo, a la empresa del fondo de la calle y a nuestra propia salud mental. El refranero nos ayuda para volver a la normalidad. “Los ricos también lloran”, “El pasto siempre del otro lado” y “Todas la banderas se queman al sol”. El mero hecho de sobrevivir es un éxito y el reconocimiento a todos los que han recibido fuego letal durante el camino.