Sigüenza suena


Dicen que la música une, que tiene la capacidad de generar vivencias, de hacer historia, de configurar identidades. La música es tradición, cultura, son valores que acompañan la vida de una ciudad.

Pensar en Sigüenza supone escuchar el sonido de su naturaleza, el repicar de las campanas de su catedral, el murmullo de los vecinos que charlan amigablemente, el jaleo de su pequeño comercio, el chasquido de la leña que produce su gastronomía. Pensar en Sigüenza implica escuchar el silencio, el de la paz de su pinar, el que disfrutan las cigüeñas en cada visita allá en lo alto o el que dejan las noches frías de invierno con un encanto único incapaz de describirse con palabras.

Sigüenza suena a música cada día y por todos sus rincones. En enero, las dulzainas acompañan la festividad de San Vicente Mártir y, el 24 de junio, la rondalla toca junto a los arcos a modo de Sanjuaneras. Cada Semana Santa, las calles seguntinas retumban al ritmo de los tambores de la Cofradía y los armaos mecen los pasos al son de la Banda de Música, como en agosto se mece la Virgen de la Mayor a la luz de los faroles. La Navidad en Sigüenza suena a ronda y a villancico, quedando en cada recodo el susurro de la “Nochebuena Seguntina”. Imponente llena de vibraciones la catedral su órgano, mientras la antigua casa del peso de la harina es testigo, convertida en Auditorio, del amor de esta tierra por la música clásica. Sigüenza suena a folklore, a jazz, a flamenco y a un sinfín de variados estilos que se expresan en sus diferentes festivales.

Dicen que la música habla de los espacios y de las personas que lo habitan, de su presente, pasado y futuro, proporcionando un equilibrio y armonía donde se desarrolla la vida. La de Sigüenza hace de la ciudad un lugar auténtico, un enclave realmente único que merece la pena ser visto, sentido y escuchado.