Turismo rural sanitario

Se ha difundido estos días, en vísperas de Navidad, un mapa denunciando que un vecino de Algar de Mesa, lindando con Zaragoza, necesita tres horas largas para ir y venir al centro de diálisis de referencia en Guadalajara.

A pacientes de otros pueblos del Señorío les parece poco. Sobre todo si tienen que tirar de ambulancia oficial. Algunas mañanas, cuentan, parten de Molina de Aragón a las seis y regresan rondando las cuatro de la tarde. O las seis si tienen que recoger a algún paciente que recibe el alta hospitalaria  reglamentaria siempre a las tres.

Mientras, los pacientísimos se van ofuscados a comer y dormitar algo. Si es invierno, pueden echar el día entero para una cita, como antaño cuando se iba a segar a los confines del término.

El periplo incluye ruta de ida y vuelta en la ‘furgo’ del Sermas  recogiendo y dejando enfermos por los valles del Mesa, Cabrillas, Arandilla, Tajo, Tajuña y las machadianas parameras molinesas: Villel, Codes, Orea, Corduente, Maranchón, Peralejos... o los pueblos que se tercie.

Una molinesa cuenta que fue operada en Azuqueca y desde allí trasladada a Molina pasando por Brihuega. “Eso es turismo sanitario, no el de la costa”, comenta socarrona.

Los ‘turistas’ a la fuerza y sus familiares han recogido firmas reclamando una unidad de diálisis en Molina y un transporte más raudo. Las enviaron a Toledo. Como si nada. Los mandamases aducen que no pueden “destinar” allí personal sanitario. Cierto, no son funcionarios como los jueces, docentes y guardiaciviles. Tendría que salir de ellos.

Igual habría que promocionar este tipo de turismo sanitario con ‘influencers’, en catálogos, guías y Fitur. Y cuando haya muertes ‘in itinere’, dentro del llamado turismo tenebroso, ese que atrae a morbosos a lugares relacionados con la muerte, la tragedia y el sufrimiento como cementerios, cárceles famosas, Chernóbil…