Una misionera en Valdeluz: de las villas miseria de Buenos Aires al África profunda
María Escarda recala ahora en Yebes, donde organiza grupos de oración en la parroquia de San Jerónimo.
Desde hace poco, la urbanización Valdeluz de Yebes tiene entre sus vecinos a una persona muy especial: María Escarda, natural del municipio de Villanueva del Campo, Zamora. ¿Y qué puede tener de especial esta mujer de 53 años? Pues, a grandes rasgos, una filosofía de vida que combina la entrega a los demás con sacar jugo a lo que la vida nos ofrece. María Escarda es misionera de la comunidad Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios. Su sueño de juventud no era dedicar su vida a Dios, pero tras empezar Económicas en la universidad de Valladolid tuvo una “conversión” que la acercó más y más a la Iglesia. “Como a mucha gente, de joven te educan en la fe, luego lo dejas y finalmente hice una conversión más del tipo misionero”. Esas primeras labores al “saltar el charco” le hicieron ver una realidad irrefutable: “el mundo es más grande que España”. Parece una obviedad. Realmente lo es. Pero en ocasiones es necesario ver con tus propios ojos todo lo que esta vida tiene para ofrecernos. Ese primer despertar fue en Argentina, donde pasó ocho años en su comunidad. Llegó al país coincidiendo con el “cacerolazo”, las multitudinarias protestas contra el gobierno por la crisis económica de principios de siglo. “Argentina es un país superrico y la situación era complicada; aún hoy siguen con una inflación enorme”. María Escarda residía y trabajaba en el Gran Buenos Aires, “el cinturón que rodea la capital y en el que están las llamadas villas miseria”. Allí, en esas zonas repletas de chabolas “trabajábamos con la gente de los barrios sencillos”. Esta misionera pudo conocer de esta forma que “los argentinos son gente muy abierta, generosa y muy futbolera”, algo que disfrutó en todos esos años en el país. Eso no impidió, no obstante, que fuera consciente del riesgo que corría en situaciones tan cotidianas como coger un autobús, “donde por la ventana te podían robar el teléfono móvil”. Asegura, por tanto, que pasaba “miedo”, aunque comprende que la gente robaba “por la pura necesidad”.
El continente “desconocido”
La comunidad Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios es, según recoge su página web, “una comunidad misionera de la iglesia católica, presente en 15 países, formada por misioneras y misioneros consagrados, sacerdotes y laicos. Nos dedicamos al anuncio del Evangelio y a la formación de misioneros”. En este marco, María Escarda llegó posteriormente a África, continente que la ha marcado a fuego. “Cuando uno va a África, ve la diferencia con el resto del mundo. Mira que es mucho más pobre que Argentina, pero no he pasado miedo”. Para esta religiosa, este continente es “el gran desconocido”. En concreto, su residencia estaba en Togo, un lugar en el que “se sigue viviendo con la puerta abierta”. En un país del “África profunda”, de mayoría musulmana y gente “muy buena” que vive en chocitas, la comunidad Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios tenía un proyecto social en forma de biblioteca. Evidentemente, sin luz y sin agua, “porque África es otra realidad”. Los chicos de la zona acudían cada día a la biblioteca a estudiar, y los que tenían la suerte de ir al colegio, iban al centro a leer o escribir. “También desarrollábamos algunos microemprendimientos con ellos”, explica Escarda, quien no puede quitarse de la cabeza la “gran sonrisa” que venía en sus caras, y que, para ella, “valen oro”. “No tienen nada y son felices”. Pese a que ya está de regreso en España, vuelve cada año con voluntarios que la ayudan a impulsar otros proyectos. Eso sí, la inestabilidad en la zona donde ella vivía, en Togo, convierten este país en “zona roja”, por lo que esos viajes de voluntariado se están realizando actualmente en Camerún. “Si se declara zona roja, no puedes ir con voluntarios, está prohibido. Por eso ahora estamos trabajando en la construcción de un orfanato para 300 niños en Duala, Camerún”. Allí ha llegado Escarda con esos voluntarios, pero también con benefactores, para que vieran la situación. “Estamos con los niños, vamos a comprar los materiales, contratamos a los albañiles...”. De momento han construido una sala polivalente que ya puede ser utilizada, pero el objetivo es poner en marcha distintas iniciativas que ayuden a los niños del orfanato. “Uno de los principales problemas es con las niñas de 12 y 13 años. No tienen salida y acaban en la prostitución como forma de ganarse un dinero. Y hablo de comprarse cosas sencillas. Por eso es tan importante ocuparnos de esto”. La idea que ronda a María Escarda es un proyecto para comprar máquinas de coser en nuestro país y llevarlas allí para que “estas chicas trabajen y tengan una salida”. Es uno de esos ejemplos de microemprendimiento tan presentes en estas zonas. “Mucha gente vive aquí de la costura, por lo que no es tan descabellado”.
Una pandemia de por medio
Ahora, una vez asentada en nuestro país por motivos familiares, mantiene también ese estrecho vínculo con el continente negro a través de su blog Cartas que hablan de África, en el que se pueden encontrar retazos del amor de Escarda por esas tierras y sus gentes. Y es que hace cuatro años, justo antes del estallido de la pandemia, regresó para visitar a su padre. El Covid afectó a la salud de su progenitor y Escarda decidió establecerse indefinidamente en la comunidad que los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios tienen en Guadalajara, desde donde visitar a su padre una vez al mes es mucho más sencillo que hacerlo desde África. “No pasa nada, me quedé aquí, porque mi misión también es cuidarlo a él”. Con esa tranquilidad de aceptar su destino, o simplemente de aceptar las cosas como vienen, María Escarda se adaptó perfectamente a su vida en Guadalajara, desde donde empezó a acudir a Valdeluz de vez en cuando para echar una mano con las catequesis y otras tareas. “Aquí hay muchos niños, mucha gente joven, por lo que es un lugar interesante para trabajar”. Así que finalmente se decidió y se instaló en una “casita” que hay en la parroquia. “Me he ofrecido para dar charlas de África, pues me encanta hablar a los chicos de este lugar, porque no se conoce apenas. Es el continente más rico en recursos naturales, tienen oro, coltán... y eso hace que todos tengamos metidas allí las pezuñas: Europa, Rusia, Estados Unidos, China”.
La fe y la vida
Otra de sus iniciativas en Valdeluz ha sido el grupo de oración que ha organizado en la parroquia de San Jerónimo. El objetivo que tiene en mente María Escarda es unir la fe y la vida. “Las tenemos muy separas. A veces, una cosa es ir a misa y otra es nuestro día a día, con sus problemas, la familia, el trabajo... La experiencia más preciosa que he tenido es la unión de la vida y la fe. Porque la fe es asumir los problemas, sufrir, ir al parque…”. Ese alejamiento entre estos dos conceptos es, según la misionera, el motivo por el que mucha gente se ha alejado de la Iglesia. “Por eso, estos grupos, dirigidos a todas las edades, son un intento de juntarnos para poder hacer un ratito de oración guiada y hablar de los interrogantes de nuestras vidas”. Es la manera que tiene ahora María Escarda de darse a los demás, aunque sabe, confía, en que algún día volverá a África, quizá hasta el final de sus días. “España, a nivel de misioneros, es muy poco gratificante. En Latinoamérica, por el contrario, se les da mucho valor, y en África ni te cuento”. Y es cierto que yo no vivo del valor que me den, pero no puedo negar que ser misionera en estos continentes ha sido muy gratificante y no me arrepiento en absoluto”.