
Una mujer de Guadalajara abre una vía revolucionaria para descontaminar el agua
Isabel Abánades Lázaro nació en Guadalajara en 1992. Desde hace años vive en Paterna, pero mantiene un fuerte vínculo con su tierra, a la que regresa cada verano y cada Navidad. Su familia es de Ablanque y Renales, dos pueblos de la provincia que visita siempre que puede. Esta joven científica, graduada en Química por la Universidad de Alcalá en 2014, es actualmente investigadora Ramón y Cajal en el Institut de Ciència Molecular (ICMol) de la Universitat de València. A sus 32 años, acaba de ser reconocida con una de las prestigiosas becas Leonardo de la Fundación BBVA, que solo se han concedido a diez personas en toda España dentro del área de Física y Química.
Su trayectoria académica y profesional está marcada por una proyección internacional. Hizo un Erasmus en el Trinity College de Dublín durante el curso 2013-2014 y allí descubrió que no era necesario cursar un master para acceder a un doctorado en el extranjero. Aquello cambió su vida. Se marchó a Glasgow, donde se doctoró en Química y, posteriormente, consiguió una beca Marie Curie para regresar a España. Desde entonces ha ido centrando su investigación en unos materiales novedosos llamados MOFs (Metal Organic Frameworks o redes metal-orgánicas).
Su vocación nació en el colegio Maristas de Guadalajara, gracias a un profesor, Alejandro, que supo transmitirle la pasión por la ciencia: “No daban las clases de forma normativa, hacían los ejercicios de una manera divertida y despertó mucho mi curiosidad”. Aquella inquietud por entender cómo funcionan las cosas fue el germen de su carrera: “Yo creo que cualquier persona puede ser lo que quiera si hay pasión de por medio. Para la química lo más importante es la curiosidad”.
Desde niña jugaba al Quimicefa con su hermana y su prima y aún recuerda cómo su profesor les encargaba pequeños experimentos caseros, con sus respectivos informes. “Siempre he sido muy curiosa. Las notas dependían mucho de cuánto estudiase, pero la motivación siempre estaba ahí”. En casa y en clase, encontró siempre apoyo. Nadie cuestionó su deseo de ser química: “Nunca me dijeron que no fuera una buena profesión, al contrario, siempre me animaron”.
Hoy, su investigación se sitúa en un área especialmente crítica: la contaminación de las aguas por nitratos. Su proyecto, que lleva por título Multivariate Modulated MOFs for Nitrate Water Remediation, tiene como objetivo diseñar materiales capaces de eliminar selectivamente los nitratos presentes en el agua, una problemática creciente en España y en todo el mundo.
“La idea es que estos materiales funcionen como una nanoesponja, con poros diminutos que atrapan los contaminantes”, explica. A diferencia de las bacterias que actualmente se usan en algunos tratamientos, los MOFs permitirían actuar en una mayor variedad de condiciones, sin necesidad de ambientes controlados. “Actualmente ya se están encontrando pozos con niveles de nitratos cinco, diez o quince veces por encima del límite permitido. Es una situación muy grave, sobre todo porque con las sequías los pozos se secan, pero los nitratos no se evaporan. Se concentran más y más”.
En zonas como la Comunitat Valenciana, donde reside, el problema es especialmente grave.
“Los fertilizantes se filtran hasta los acuíferos y contaminan el agua que luego usamos para consumo o riego. Y lo peor es que la previsión es que vaya a más”, advierte.
Aunque no tiene constancia de situaciones concretas en la provincia de Guadalajara, reconoce que “la amenaza es generalizada” y que proyectos como el suyo podrían tener aplicaciones en todo el país. “Estamos en las primeras fases, pero la idea es que en el futuro se pueda tratar el agua de forma efectiva, incluso en condiciones adversas”.
La Fundación BBVA ha considerado este reto de máxima relevancia y por eso ha respaldado el trabajo de Isabel con una de sus becas Leonardo, dotadas con 50.000 euros. A esta edición se presentaron 267 proyectos en el área de Física y Química, de los cuales solo diez han sido seleccionados. Esta beca cubre la primera parte del estudio, a pequeña escala. “Después, si los resultados son buenos, pediremos financiación para escalar el proyecto”.
Esa escalabilidad es una de las claves del trabajo. En la actualidad, Isabel y su equipo están probando los MOFs con aguas contaminadas reales, proporcionadas por empresas colaboradoras. El objetivo es sintetizar un kilogramo de material útil para esta aplicación. “Si logramos que funcione bien, lo siguiente será pedir un proyecto más ambicioso, de tipo europeo, con una dotación mucho mayor, tal vez de un millón de euros, para poder producir toneladas en plantas piloto”.
Aunque su iniciativa aún no tiene aplicaciones industriales inmediatas, Isabel cree que puede sentar las bases de una solución viable a medio plazo.
“En el agua no hay un solo contaminante, hay muchos. Y necesitamos sistemas que funcionen aunque haya varios presentes. Esa es una de las ventajas de los MOFs frente a otros métodos actuales”.
Preguntada por los motivos que pueden haber hecho que su proyecto esté entre los diez seleccionados por BBVA, responde con humildad: “Imagino que ha sido por la importancia del problema que trata. Y también porque propongo evaluar cómo eliminar nitratos en presencia de otros contaminantes, algo que hasta ahora no se había abordado en profundidad”.
Pese a la dificultad para conseguir financiación en ciencia –“hay muy pocos recursos, tanto en España como en Europa”-, Isabel no pierde la motivación. La química le ha llevado a recorrer medio mundo, pero sus raíces siguen firmes en Guadalajara. “Voy siempre que puedo. En verano, en Navidad, en escapadas cuando el trabajo lo permite. Mis padres también vienen a verme a Valencia”. Confiesa que suele repartir el verano entre Ablanque y Renales, dos pueblos que “están a media hora uno del otro” y donde se siente como en casa.
Isabel se muestra satisfecha con la conciliación de su vida familiar con la laboral: “Tengo un horario de ocho horas; no suelo trabajar los fines de semana, aunque sí que lo hago algún día suelto por entregas especificas que se pueden dar de vez en cuando”. Ella no cree necesario trabajar muchas horas para ser una buena científica: “De hecho, en mi caso, si descanso más y disfruto más de la vida, rindo mejor, se trata de calidad y no de cantidad”.
Reconoce que es complicado planificar visitas familiares o vacaciones, pero valora poder organizarse con cierta libertad. “Eso sí, ojalá hubiese más estabilidad en la carrera investigadora. A veces enlazas becas una tras otra, y eso es muy exigente a nivel personal”.
Por ahora, su meta es terminar este proyecto con éxito, publicar los resultados y abrir la puerta a un desarrollo industrial de los materiales. “Me encantaría seguir con un segundo proyecto. Esto es solo el principio”. Mientras tanto, seguirá viviendo entre tubos de ensayo, estructuras moleculares y papeles de laboratorio, con la misma curiosidad que le despertó aquel profesor de Maristas hace ya más de veinte años. Y con la determinación de quien cree que, desde un laboratorio, también se puede cambiar el mundo.