Venecia cumple 1.600 años


Nos llamó poderosamente la atención el que sea una ciudad peatonal, a excepción de los canales, pues está construida sobre un archipiélago de 118 pequeñas islas, casi todas ellas unidas entre sí por 455 puentes.

Venecia es una ciudad que se encuentra cerca de nosotras. Las Hermanas Lara la visitamos durante el Gran Jubileo del año 2000 de camino a Roma. Viajábamos con los Josefinos de Murialdo (ubicados en Azuqueca de Henares, Sigüenza, Orduña y Madrid) al Encuentro Mundial de la Juventud con Juan Pablo II.

Nos llamó poderosamente la atención el que sea una ciudad peatonal, a excepción de los canales, pues está construida sobre un archipiélago de 118 pequeñas islas, casi todas ellas unidas entre sí por 455 puentes. Además del cristal de Murano, de las reliquias y de las portadas polícromas de los templos, recordamos que, en la plaza de San Marcos, cada vez que nos tratábamos de hacer una foto junto al Campanile, se nos posaba una paloma. 

Después, en Venecia, María Lara recaló como escritora para ambientar uno de sus libros en la Baja Edad Media. 

“De la temprana infancia en Venecia apenas recuerdo otra cosa que una vaga impresión de despreocupación flotando sobre el valle azul. Nací entre los canales en el año 1364 de la era de Nuestro Señor. Estuve poco allí, pero mi identidad se siente arraigada con fuerza a esos lares donde lloré por vez primera sujetada por el talón. A esa regordeta criatura la bautizaron con el nombre de Christine”. 

Así se inicia la novela de María, Sin el estigma de Eva (Ciudadela, 2019), protagonizada por Christine de Pizan, la primera escritora profesional de la Historia. Christine vivió en el tránsito del siglo XIV al XV y, al quedarse viuda, pasó de vivir como una princesa en el Louvre a trasladarse a los suburbios de París. Gracias a su pluma, logró sacar a su familia adelante y defendió la dignidad de la mujer en plena Guerra de los Cien Años (1337-1453). Murió en 1430 un año antes de que a Juana de Arco la echaran a la hoguera. 

 

Cuando la familia de Christine de Pizan se trasladó a París en la tierna infancia de ella, en Venecia quedaron su nodriza y su conductor de carruajes, los judíos Kerenor y Amishalom. Eran amigos suyos y, durante la amargura por haber perdido a su madre, Margarita, por su casa francesa aparecería el veneciano Mevaser, el hijo de la pareja, para ayudarle a desenredar una misteriosa trama. 

Las décadas previas al nacimiento de Christine no fueron fáciles en Venecia: la Peste Negra y el terremoto de 1348 causaron la muerte de la mitad del censo. Los cronistas hablaban de conjunciones extrañas de los planetas. Desde los púlpitos, los teólogos manifestaban que se trataba de un castigo de la Providencia a causa de la guerra continua con los vecinos del norte. ¿Cuál de las dos hipótesis resultaba más convincente? En los corrillos se aseguraba que las campanas de san Marcos habían tocado solas al comienzo del seísmo, quizás el origen estuviera en el temblor natural de la Tierra, terrible pero inesperado, y no hubiera que pensar más. 

Christine tuvo la dicha de ser mecida por el vaivén del Adriático cuando la ciudad lucía poderosa. Cada año el bucintoro, la barca de oro del duque, sellaba con las aguas los esponsales de la República. Lo hacía mediante el anillo que el aristócrata lanzaba al vacío por la fiesta de la Ascensión.  

El regidor de Venecia era un soberano sin corona, pues la nobleza siempre conservó sus mecanismos para evitar que el poder quedara concentrado en un solo individuo. Por ello, cuando tomaba posesión de las funciones de gobierno, el dux juraba el reconocimiento de la primacía constitucional sobre la personal. Camuflando el ansia de posicionar bien a su linaje, el duque acataba que su mandato fuera vitalicio y no hereditario. 

De hecho, tan vigilados estaban los movimientos del noble, que ni siquiera podía abrir la correspondencia sin la presencia del Consejo de los Diez. 

En cambio, con su propia fortuna, debía pagar el protocolo de las ceremonias. A día de hoy, ¿estarían dispuestos a costear los gastos de representación de su propio peculio algunos políticos?

Hoy Venecia sopla 1600 velas porque, aunque hay debate en torno a su fundación, un relato tardío, compuesto en torno a 1400, situaba la fundación de Venecia en 421, once años después de la toma de Roma por el visigodo Alarico.