A real pain: Dentro
A veces no hay nada más agradable que equivocarse. Reconozco que a Real Pain me provocaba resquemores. ¿Otra historia más de viajes de autodescubrimiento, con Kieran Culkin recuperando las maneras de su personaje en Successión? Puffff.
Pero por fortuna me equivoqué. El actor, director y guionista Jesse Eisenberg consigue ofrecer en poco más de 80 minutos de metraje un historia bien escrita y trabajado, desde la escritura hasta la realización y la interpretación. Una pequeña joya capaz de tocar el corazón, si no de todo el mundo, al menos el mio.
Dos primos quedan en un aeropuerto para hacer un viaje a Polonia, donde van a participar en un viaje turístico por los escenario del Holocausto. Llevan tiempo sin verse y en fechas recientes han perdido a una abuela que, intuímos, era casi una madre para ellos. Uno de los primos es un tipo centrado, con familia, algo neurótico y controlador. El otro... bueno, es todo lo contrario. Un tipo casrismático y muy sensible, tanto para lo bueno como para lo malo.
Eisenberg es el ‘protagonista’ de su propia película. Y lo pongo entre comillas porque aunque el punto de vista es el de su personaje, tanto él como el espectador sabemos que el auténtico protagonismo recae sobre Kieran Culkin, a quien regala un personajazo... que bien podría convertirse un caramelo envenenado.
El Benji de Culkin no es solo una persona de extremos, sincera hasta la incomodidad en ocasiones, es también un ser humano con un profundo dolor, quizás desde pequeño y tan solo por sentir el mundo, y una gran incapacidad para contener sus emociones. Es pura verdad y eso no siempre se acepta en el mund real.
A real pain nos propone una historia pequeña, pero tan cercana como repleta de reflexiones, una historia de sutilezas que se ve sin problemas, pero que a la vez nos invita a trabajar como espectadores, a mirar más allá y ver el interior de nosotros mismos, de nuestros allegados y del mundo, aunque pueda doler.