Apagar las luces

No cansados con los dimes y diretes del Ejecutivo central con las comunidades autónomas a costa de las restricciones por la pandemia, y de los políticos en general dependiendo de sus siglas, ahora, ante la crisis energética, que exige actuaciones urgentes no solo en España si no en todos los lugares, nos encontramos ante el espectáculo del desacuerdo, la demagogia y el cruce de reproches que denota el bajo nivel político de nuestro país.  

El tema es que debemos ahorrar energía, sí o sí y tenemos un Real Decreto Ley con un plan de choque para ello. La virtud hubiese estado en el diálogo- la Conferencia de Presidentes llegó tarde y como justificación  ante unas malas formas del Gobierno central- pero la decisión, por ley, en un Estado de Derecho sometido a su imperio, debe cumplirse y para quienes vean injusticia están los tribunales.   

   Todos sabemos que hay exceso de iluminación en establecimientos, edificios o escaparates hasta altas horas, que el aire acondicionado o la calefacción en determinados sitios están a temperaturas excesivas, que la adopción de algunos hábitos supone gastar menos o que las puertas de los bares pueden estar cerradas y por ello no vamos a dejar de entrar. Era hora- aunque Rusia no hubiese decidido reducir su aportación de gas- de fijar algunas de estas medidas, que ahora se nos imponen de manera precipitada, para que seamos menos dependientes de la energía externa y cuidemos mejor el medio ambiente. 

 A la hostelería hay que financiarle las obras que deban realizar para el cierre automático de sus accesos porque no es de recibo obligarles a asumir ese coste y todos, en nuestras casas, debemos ser más racionales en el uso de la climitación, la ventilación, la luz... porque esto atañe a la sociedad en su conjunto que debe tomer conciencia de la necesidad de cuidar el planeta.