
El Papa Francisco
La humanidad despide esta semana a una figura histórica que ha dejado huella en el corazón de millones de personas en todo el mundo.
Con mucha emoción, cariño y agradecimiento a su labor como sucesor de San Pedro al frente de la iglesia despedimos al Papa Francisco, un hombre férreo en sus convicciones, defensor del diálogo, activista por la paz, los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. El mundo entero ha sufrido con su enfermedad y se alegró de sus puntuales reapariciones que parecían preludio de una relativa recuperación, pues en todo momento quiso que la gente supiera de la gravedad de su cuadro médico.Por sorpresa hizo algunas apariciones y apenas 20 horas antes de su marcha, exhausto, casi sin voz, salió al mismo balcón en el que doce años y un mes antes había comenzado su papado para bendecir al mundo, desear una feliz pascua, lanzar a través del maestro de ceremonias un mensaje de amor y paz, dar un último paseo en el famoso Papa móvil y despedirse de la humanidad entre vítores y aplausos en el día más importante del calendario cristiano, el domingo de Resurrección. Antes de ello, además, como buen diplomático, sacó fuerzas de donde no parecían quedarle para recibir al vicepresidente de EEUU, sabedor del interés que tenía en conocerle y de la importancia de la relación entre la Santa Sede y uno de los países más determinantes en el mapa mundial, pues Francisco, como todos los pontífices, además de líder espiritual de más de un billón de católicos, fue un jefe de Estado que trabajó por un mundo mejor .
Francisco fue también un amante de la naturaleza y un ejemplo de austeridad en su vida personal. No quiso lujos y por eso vivió en un apartamento contiguo al Vaticano, y descansará en una tumba sencilla con una simple inscripción con su nombre. Tuvo una gran capacidad de trabajo, tesón y la indisciplina argentina, como él llamaba, que le llevaba a sobreponerse una y otra vez para seguir cumpliendo su misión aunque fuese a costa de su salud. Deja un gran legado humano y religioso, reformas en la iglesia y el testimonio de lo que debería ser la vida de una persona seguidora de Cristo. Deja una huella profunda en la memoria colectiva e individual de millones de fieles y de millones de personas no creyentes pero a los que conquistó el corazón por su cercanía y bonhomía.