Atempora Sigüenza 2022: La Edad de Oro seguntina

03/11/2022 - 18:26 M.T.A

En este quinto bloque temático, la exposición se adentra en cómo fueron esos años dorados de la ciudad, en la que fue un gran polo de atracción cultural y artístico.

En nuestro avance por los bloques temáticos de la exposición ‘Atempora. Sigüenza 2022: entre el poder y la gloria‘, llegamos al quinto (E) denominado ‘Tiempos de cambio. La Edad de Oro seguntina’. En él se muestra cómo fue la llamada Edad de Oro de la ciudad y de la comarca en la que se produjo un gran esplendor cultural, económico, social y político entre los siglos XV y XVI.

 El comisario de la exposición, Víctor Manuel López-Menchero, deja claro que el obipo Pedro González de Mendoza es la “principal” explicación de esta Edad de Oro seguntina. “Sin una figura como Mendoza, ese tipo de obras y logros hubieran sido muy difíciles de conseguir, tanto por el coste económico como por la capacidad de influencia, que era necesaria, como en el caso de la universidad, y eso trasciende al dinero”. Mendoza fue conocido como el tercer rey de España debido a su poder e influencia. Bajo su mandato se construyó la plaza Mayor, el Acueducto o la Universidad de Sigüenza y se realizaron importantes obras en la catedral.


    “Mendoza intenta llevar a cabo una gran transformación de la ciudad como sede de parte de su poder. Invierte tiempo y medios, y tiene la visión de construir una ciudad moderna. Quiere transformar completamente la ciudad, y que realmente sea un polo de influencia cultural, religiosa, económica... realmente está intentando convertir a Sigüenza en una de las grandes ciudades, aunque parcialmente ya lo era, pero alzarla a una de las principales ciudades del Reino de Castilla”, explica López-Menchero.


    Sigüenza se convierte por tanto en un “hervidero cultural”, ya que la transformación urbanística va acompañada de la artística, y hay un gran número de artistas y talleres trabajando sobre el terreno. Se desconoce el nombre de los artistas, pero sí se conocen sus obras, sobre todo las que pueden verse en la catedral entre las que destaca la escultura de Martín Vázquez de Arce, El Doncel. El comisario señala que esta es “la más famosa”, pero el taller que hizo esta escultura “elabora muchas esculturas funerarias para la catedral durante muchos años. Eso también denota que hay talleres de artistas asentados en la ciudad durante mucho tiempo. Entonces, la ciudad está ejerciendo como un polo de atracción cultural y artístico”. Casi todas las esculturas funerarias de la catedral pueden datarse entre los siglos XV y XVI. Junto a la capilla del Doncel, como parte de la exposición, en este espacio se ha colocado un árbol genealógico, con un escudo recién restaurado del Doncel. También se puede ver un retablo del siglo XV,en el que se representan las vidas de Santa Catalina y San Juan Bautista y por primera vez en la catedral se puede ver una recomposición ideal, pues una parte de sus tablas fue desmembrada y vendida por separado a diversos museos y particulares.


    En la nave lateral contraria, en la capilla de San Marcos y Santa Catalina, se puede ver otro retablo gótico, de finales del siglo XV y principios del XVI. Este se encuentra junto a la escultura funeraria de Juan Ruiz de Pelegrina.


    Entre las dos capillas también se pueden ver elementos de “notable valor histórico y artístico” de los siglos XV y XVI, como el púlpito de la epístola encargado por Mendoza, el púlpito del evangelio de Marín de Vandoma, el coro, el retablo de Santa Librada, el Mausoleo del obispo Fadrique de Portugal, el Arca de la Misericordia, el sepulcro doble de don Juan González de Monjúa y don Antón González o el sepulcro de don Fernando de Montemayor.


    Este bloque termina con un apartado dedicado a la figura de San Cristóbal. En la catedral se conservan dos representaciones, una de ellas de “gigantescas proporciones”, ya  que durante los siglos XV y XVIII, la popularidad y devoción a este santo hizo que muchos templos y catedrales pintaran su figura con desproporcionadas dimensiones, pues se pensaba que aquel que contemplaba la imagen podía evitar la muerte súbita.

 

"La segunda pieza más importante de la exposición"

En este penúltimo bloque temático encontramos la que, en palabras del comisario de la exposición Atempora, Víctor Manuel López-Menchero, es “la segunda pieza más importante” de la muestra: un retablo gótico que representa las vidas de Santa Catalina y de San Juan Bautista. Este  pertenecía a la capilla del Doncel, aunque realmente fueron los anteriores propietarios de la capilla, la familia de La Cerda, quien mandó construirlo.


Este retablo fue desemembrado y vendido por anticuarios. El Museo del Prado consiguió comprar  cinco tablas principales que hoy forman parte de su exposición permanente del museo. “Es de lo mejor que tiene en cuanto a arte medieval, ya que tiene una calidad artística muy elevada”, precisa López-Menchero. Con las réplicas exactas de estas tablas, más las que se conservaban en la catedral y en el Museo Diocesano de Sigüenza, se ha hecho una recomposición de este retablo a escala 1:1 de cuál sería su aspecto original, ya que no hay fotografía ni dibujo de referencia.  En él faltan algunas piezas, cuyo paradero es desconocido.


“Es la primera vez que este retablo se puede contemplar al completo, tal  como se podría ver en origen”, precisa el comisario, y ha sido posible gracias a la colaboración del Museo del Prado. “Hemos recuperado el aspecto original del retablo que tiene una enorme calidad artística.


Es una pieza extraordinaria y muy valiosa”, concluye Víctor Manuel López-Menchero.