Atienza y el invierno del Rey

21/01/2020 - 22:33 Tomás Gismera/Historiador

O, la primera jornada en Guadalajara de Felipe V en 1702

 

Fue sin duda el siglo XVIII, uno de los más significativos, pasado el periodo Medieval, vivido por la emblemática villa de Atienza. Después de que los avatares del siglo XV la hiciesen prácticamente desaparecer y que los siguientes, el XVI y el XVII inscribiese su nombre en la página negra, luego que su castillo fuese reconstruido para ser convertido en una de las más tétricas prisiones de Estado del reino de Castilla.

La Torre de los Infantes ha pasado a la historia como uno de los calabozos más lóbregos en los que penaron los últimos hombres que trataron de mantener la independencia del reino de Navarra; lóbregos porque, además de estar aquellos hombres custodiados por dos puertas en sus respectivos calabozos, en ellos permanecían además, sujetos por grillos y chavetas.

Pero llegó el siglo XVIII con todos sus avances y a Atienza llegó una nueva vida, claro está que hubo que esperar a que Felipe V accediese definitivamente al trono vacante a la muerte de Carlos II, del que poco, o ningún recuerdo, queda de él en Atienza o su comarca.

Atienza fue, en 1702, la primera localidad de Guadalajara en la que Felipe V estableció su Corte

 

El XVIII fue el siglo en el que Atienza vio alzarse el nuevo Hospital de Santa Ana; en el que llegó el famoso Cristo del Perdón; en el que la Virgen de la Soledad se convirtió en Patrona, con el nombre de Virgen de los Dolores; en el que los hermanos Elgueta llenaron de gloria la villa a través de sus obras; el insigne arquitecto Buenaventura Rodríguez firmó la hechura de la fuente más significativa de Atienza, la de la taza, y, por supuesto, el siglo en el que Felipe V sentó sus reales, su Corte. El último rey, que conozcamos, que durmió tras los muros de la villa hidalga.

Felipe V en Atienza
Nos ha quedado, para las grandes páginas de la Historia de Atienza, incluso del reino, que por espacio de casi un mes, entre junio y julio de 1706, Felipe de Borbón anduvo por aquellas tierras, reuniendo a sus tropas a fin de dar una de las definitivas batallas que lo llevasen a la corona del reino y del imperio español. Los pueblos de la tierra de Atienza hubieron de padecer las estrecheces a las que lleva alimentar a unos cuantos miles de hombres dispuestos para la batalla. Pueblos que, quizá gracias a ello, quedaron libres de levas, por lo que los mozos de muchos de ellos, de Hijes y Ujados o Campisábalos o Albendiego, quedaron libres y no tuvieron que ir a la guerra, como les pasó a otros muchos por los cuatro puntos cardinales de España.

Lo que la Historia no nos había contado, es la primera estancia en nuestra Atienza del rey Borbón. Si bien por menos días, aunque fríos y de nieve. Tuvo lugar en el mes de enero de 1702.

La controvertida figura del monarca, con un reino en guerra, recién heredado el trono y poco después de su llegada a España se paseó, entre la nieve, por Atienza, y asistió a alguno que otro evento, estableciendo su corte por vez primera en nuestra villa. Y no residió, como otros monarcas en el castillo o el convento de San Francisco, lugares habituales para las estancias reales, sino que lo hizo en la casa palacio de uno de sus hombres de confianza, mitad atencino, mitad seguntino, cuyo nombre fue Sebastián de Olier y Sopuerta.

No adelantaremos datos biográficos en cuanto a don Sebastián, del que en algunos lugares se sitúa como natural de Sigüenza, y de Atienza en otros, casado con doña Emerenciana de la Cabreriza, al parecer natural de la villa. Sí que diremos, como hemos podido comprobar, que al momento de recibir al rey era vecino de nuestra villa, desempeñando en ella el cargo real de alcaide de la fortaleza. También diremos que don Sebastián y doña Emerenciana fueron los progenitores de varios vástagos, entre ellos don Mateo, nacido en Sigüenza hacía 1697, quien hizo carrera en la actual Argentina, a la que se trasladó mediado el siglo XVIII para ser figura importante en Buenos Aires y en el Virreinato del Perú, dirigiendo las tropas que en 1750 combatieron a las portuguesas que atacaban a las españolas en el Paraná. Muriendo en 1771 en Montevideo, donde descansa a la eternidad.

Este Mateo de Olier fue a su vez padre de otro Mariano de Olier, nacido en Buenos Aires el 25 de julio de 1752 y fallecido en el Río de la Plata el 27 de diciembre de 1816. De él se nos cuenta que entrado en religión, y como sacerdote, fue uno de los grandes activistas en la lucha contra la epidemia de viruela que asolaba la Argentina en 1778.

Pero sigamos con nuestro Felipe V, o Felipe de Borbón, duque de Anjou, quien tras la muerte del último rey de la dinastía Austria aceptaba el trono español el 16 de noviembre de 1700.

Proclamación de Felipe V como rey de España el 16 de noviembre de 1700

 

Felipe V preparó concienzudamente su viaje a España, dejando Versalles, donde se encontraba,  el 4 de diciembre de aquel año y pisando por vez primera suelo español en Irún el 22 de enero de 1701 para hacer entrada triunfal en Madrid el 18 de febrero. Tenía entonces 19 años de edad. Poco después de su llegada a España comenzarían los movimientos austriacos que condujeron a la Guerra de Sucesión cuando por el mes de mayo los ejércitos de Austria entraron en los reinos de Italia. Y el rey, por aquello de que los reyes se ponían al frente de sus ejércitos, debió de emprender el viaje a Italia, para combatir aquellas tropas. Estancia en aquellos reinos que únicamente debió de interrumpir para casarse, cercano a los 20 años de edad, con su prima María Luisa Gabriela de Saboya, en Figueras, el 2 de noviembre de 1701. La reina era algo, o bastante, más joven que el rey, 13 años de edad. Apenas estuvieron juntos unos días, pues el rey se vio en la necesidad de regresar a Milán, y la reina de retornar a Madrid.

El regreso definitivo a España, tras los combates que serían el preludio de la auténtica guerra lo iniciaría el joven monarca mediado el mes de diciembre de aquel 1701, pasando de Italia a Perpiñán y de aquí a Cataluña para, recorriendo las provincias de Lérida y Zaragoza, entrar en la de Soria por Ágreda. Villa por la que pasó camino de Almenara y Almazán, el día 8 de enero. El día 9 se encontraba en Almenara, y el 10 durmió en Almazán, en el palacio del conde de Altamira, partiendo a la mañana siguiente rumbo a Berlanga de Duero, haciendo noche, y estableciendo su “Palacio”, en las casas del Condestable de Castilla.
La jornada de Atienza

El día 12, con muy mal tiempo, la comitiva real se puso nuevamente en camino para entrar en Atienza al cabo de la tarde, estableciéndose el Palacio, en las casas de don Sebastián de Olier.

Hasta Atienza había llegado la noticia, tan esperada por el monarca, de que la reina María Gabriela salió de Madrid para encontrarse con su esposo en Guadalajara, en el palacio del Infantado, mostrando deseos Su Majestad de ponerse en camino para llegar cuanto antes a la capital de nuestra provincia, donde encontrarse con su esposa, sin embargo, el tiempo lo impedía.

La crónica de sus viajes, escrita por el marqués de Ribas, nos dice que al tener conocimiento de que la reina acudía a su encuentro quiso el Rey anticiparle el gusto y mandó poner paradas para el coche de su Real Persona, y el de la Cámara, para llegar desde Atienza, en un día, a Guadalajara, a pesar de la gran nevada que cubría los caminos.

La reina María Gabriela

 

Salió de Atienza el día 13 a las ocho de la mañana en uno de los coches, con el acompañamiento del Conde de Santisteban, el Duque de Osuna, el de Gandía, el de Béjar, Don Carlos de Borja, el Conde de Pliego y el susodicho marqués de Ribas. A la altura de Angón debieron de hacer un alto, para tomar un refrigerio, al tiempo que aguardaban a que quienes iban por delante les abriesen camino a partir de Jadraque, en la esperanza de que, hasta Guadalajara, pudieran circular sin mayores problemas.

Conocedora la reina de que su amado se dirigía hacia ella, ella salió en su búsqueda, y como la nieve no permitiese el avance, decidió doña María Gabriela retornar por el camino que la trajo, en dirección a Alcalá, imaginando que si su rey no llegó, malamente lo haría en dos o tres días.

Sin embargo, pasada la medianoche, hacía don Felipe su entrada en Guadalajara y en el palacio del duque, por sus salas buscó a la reina, pero… El 15 de enero, despejado el camino, salió de Guadalajara, camino de Madrid.

Cosas de la nieve, y de la historia.