Bajo cero

02/12/2019 - 18:33 Luis Monje Ciruelo

 En estos días de casi dormición de la Naturaleza es un placer para el espíritu la contemplación de los azules velazqueños de la lejana Sierra.

 No hay que asustarse demasiado porque los periódicos informen en su página del Tiempo que la temperatura ha descendido en Guadalajara a  no sé cuantos grados bajo cero No hay que asustarse, porque el termómetro de mi ventana, y eso que da al Norte, señaló bastantes grados menos, o sea cuatro grados más de temperatura. Y es que la temperatura oficial la marca la estación meteorológica instalada en el Serranillo, junto al río, y su humedad influye a la baja en invierno. Pero ese resumen diario con que nos ilustran sobre el frío de las capitales de España nos sirve para sobresalir alguna vez entre las demás, pero también para destacar una proximidad de gelideces con provincias limítrofes. El frío y el hielo no sólo sirven para que la Naturaleza se encierre en sí misma y las plantas emperecen su savia en espera de mejores tiempos, sino también para embellecer el paisaje con el plateado de las escarchas y la blancura de la nieve. Con temperaturas bajo cero el aliento humea, el suelo viste, a la luz de la luna, su disfraz de estaño y el aire se hace más hialino, más transparente, más sereno, a la vez que el horizonte se aproxima con la nitidez que le presta el hielo. En estos días de casi dormición de la Naturaleza es un placer para el espíritu la contemplación de los azules velazqueños de la lejana Sierra coronados por un manto de nieve. El campo y el monte duermen su sueño invernal, rico en grises y en nieblas, y descansan y se enriquecen preparándose para la eclosión primaveral. Bajo la adustez del paisaje, cruje la hierba con el hielo y los arroyos se paralizan, pero la vida sigue: en el agua, por la sangre fría de su mundillo acuático, y en la tierra, por la hibernación que ayuda a mamíferos e invertebrados al milagro anual de vivir sin alimentarse. No nos molesta que las temperaturas desciendan estos días hasta llegar a la cabecera de las mínimas. Peor sería que bajaran a cero alguna madrugada de abril. Será difícil, sin embargo, que alcancemos los -27º que tuvo Molina en enero hace bastantes años. Ser en algo los primeros, por ejemplo, en nacimientos de ríos y riachuelos, que lo somos, siempre es un motivo de presunción. Ellos son, como los montes en que brotan, y los valles por los que discurren, un aliciente para que nuestra provincia sea, en verano o en invierno, un imán para los visitantes. Con hielo o con sol, con grises o verdes, con los calores agosteños o los bajoceros de estas fechas, siempre será única Guadalajara para los que la amamos.