Bizcochos borrachos para Amadeo de Saboya
La historia de Guadalajara ha estado unida a la de la monarquía, y prueba de ello son las numerosas visitas de reyes a nuestra ciudad desde época medieval.
Hoy hablaremos de una de esas visitas reales, no tan conocida como otras, pero que merece ser recordada: el viaje de Amadeo de Saboya en 1871. Y es que, con motivo de visitar los cuarteles y edificios notables de Alcalá de Henares, y la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara, el rey llegó a nuestra ciudad el 20 de junio. Esta no fue la única vez que el monarca estuvo por tierras de Guadalajara, ya que realizó otro viaje en octubre, el cual detallaremos en otra ocasión.
Como era costumbre, el municipio se engalanó para recibir al rey y a su comitiva. Sabemos, por las Actas Municipales y por los periódicos de la época, que todas las clases militares vistieron de gala, que el Batallón de Regimiento de Ingenieros, el de Voluntarios de la Libertad de Guadalajara y Brihuega, el de Sigüenza, y la Guardia Civil formaron la carrera, extendiéndose desde la entrada de la ciudad por la estación del ferrocarril hasta el palacio del Infantado, donde se alojó el monarca. O que en la Academia le llamó especialmente la atención la Sala de Generales y las aulas de mecánica, física, química y topografía.
Amadeo de Saboya.
Llegó el monarca y su comitiva al palacio del Infantado en unos treinta carruajes que los trasladaron desde la estación del tren. En la puerta del palacio se realizó el desfile militar, tras lo cual el monarca se retiró a descansar a las habitaciones principales del palacio, guiado por el administrador del edificio, puesto que el XV duque del Infantado, Mariano Téllez-Girón -que también lo era de Osuna-, no se encontraba en España y no pudo recibir al monarca personalmente. Aun así, el duque dispuso todo lo necesario para agasajar al monarca. Por ejemplo, contrató un espléndido almuerzo que sirvió Lhardy. Este restaurante, instalado en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, fue el primero que se abrió en España siguiendo la moda francesa. Es tan importante que en él se ha tramado gran parte de la historia de nuestro país entre conspiraciones y reuniones compuestas por lo más granado de la sociedad.
El duque del Infantado lo dispuso todo para que el mismísimo señor Lhardy se metiera en un tren con sus viandas y las sirviera a Amadeo y a sesenta acompañantes en su palacio de Guadalajara. Allí también visitó el monarca las demás estancias del palacio, deteniéndose unos momentos en el Salón de Linajes para admirar su grandioso artesonado, muestra del poder de la familia.
Acudió después a otros edificios de la ciudad, como la Casa de la Maternidad, la iglesia de San Nicolás, o el Ayuntamiento, donde se asomó al balcón para recibir las muestras de cariño de la población.
La prensa de la época se hizo eco de tan distinguida visita, y algunos periódicos incluso lanzaban declaraciones maliciosas y sarcásticas debido a la poca simpatía que le tenían al rey, como fue el caso de La Regeneración, cuya crónica dada el 4 de junio decía así: “...los hijos de aquella ciudad están ya preparando para D. Amadeo una caja de los célebres bizcochos que allí se fabrican. Los bizcochos más célebres de Guadalajara son los que todo el mundo conoce con el nombre de bizcochos borrachos. ¿Qué se propondrán con este regalo los guadalajareños?”
Bizcochos borrachos.
Y sí, fue verdad aquello de que le obsequiamos con una preciosa cajita decorada de las de entonces repleta de bizcochos borrachos para él y para la reina. Regalo que agradeció el rey, y cuya gratitud reiteró su esposa María Victoria unos días después en una visita oficial del Ayuntamiento, cuando tuvo la ocasión de elogiar al municipio por el recibimiento dado a su esposo. Y es que no podemos concebir la historia de nuestra ciudad sin nuestros bizcochos borrachos. En las manos de todos está el mantener una identidad que sea nuestra, aquello que nos diferencia de otras ciudades, de otras culturas, y dar a cada uno de nuestros elementos diferenciadores el valor que se merece, porque tenemos razones de sobra para sentirnos orgullosos de lo que somos, de nuestra historia y de nuestro patrimonio.