La biblioteca del marqués de Santillana


 Fue una de las más importantes de España y del extranjero cuando a ella se sumó la de los duques de Osuna.

Mando que mis libros […] sean puestos en la librería que yo fize en mi casa de Guadalfaxara”. Éstas son las palabras que el marqués de Santillana quiso plasmar en el codicilio de su testamento, dictado en 1455, y que ejemplifican lo importantes que eran para él los libros, objetos que atesoró durante toda su vida y que mostraban sus inquietudes, sueños e intereses.

Fernando del Pulgar cuenta treinta y un años después en su obra Claros varones de Castilla que el marqués tuvo en su vida dos notables ejercicios: la disciplina militar, y el estudio de la ciencia. Y es que Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, es un gran ejemplo del perfecto caballero renacentista, igual de ducho en las armas que en las letras. Según Del Pulgar, tenía un gran número de copias de libros y se daba al estudio, especialmente de cosas “peregrinas é antiguas”, teniendo siempre en su casa a doctores y maestros con quienes discutía sobre los más variados temas. 

Fue un humanista en toda regla. A los ya mencionados conocimientos militares y literarios, habría que sumar su capacidad para escribir en verso y en prosa, y su sabiduría en las más variadas disciplinas, entre ellas la Historia y Literatura de la Antigüedad. No en vano era la época del Renacimiento, del volver a fijar los ojos en la antigua Roma para recuperar sus valores, su arte, su cultura. 

Detalle de una obra de Petrarca perteneciente al marqués de Santillana con el escudo familiar. Biblioteca Nacional de España.

El marqués de Santillana estaba ávido de conocimiento, y encargó en diferentes países copias de libros clásicos; también medievales y contemporáneos. Y los hizo suyos. No solamente con el mero hecho de poseerlos, sino estampando en ellos su escudo familiar, el escudo de los Mendoza. Contrató a pintores y miniaturistas para que decorasen sus libros, convirtiéndolos en verdaderas obras de arte repletas de ángeles, emblemas, coronas de laureles, vegetación y filigranas. Y todo con unos preciosos colores brillantes, donde no faltaba el oro. 

El marqués ansiaba la posesión de libros para disfrutarlos, para leerlos. No se limitaba a coleccionar algo lujoso y costoso. Si no comprendía algún idioma ordenaba que se tradujeran al castellano las obras para poder entenderlas. Tenía sed de lecturas, y construyó una librería en su casa, a pesar de que eso no era lo común en la época, pues los pocos libros que se tenían solían guardarse en arcones y armarios en las alcobas o en otras estancias, pero no era común encontrarnos con una biblioteca como tal. No sabemos cómo era ni en qué estancias se encontraba, pues el marqués no da más datos. Pero sabemos que de todos los libros que poseyó, ordenó a su hijo, el futuro I duque del Infantado, que apartara cien de ellos para quedárselos, vendiendo el resto para pagar deudas y hacer obras de caridad. Esos cien ejemplares guardados pasarían de generación en generación, ya que su hijo los incorporó al mayorazgo, impidiendo de ese modo su dispersión por medio de ventas. 

Los libros no hicieron más que crecer. El futuro duque aumentó la biblioteca, ya que, como dicta en su testamento, deseaba que “sus descendientes se den al estudio de las letras como el marqués mi señor padre”.

Íñigo López de Mendoza, el marqués de Santillana. (1398-1458).

La biblioteca del marqués de Santillana se convirtió con el tiempo en una de las bibliotecas privadas más importantes de España y del extranjero cuando a ella se sumó la de los duques de Osuna en el siglo XIX. Objeto del interés de nobles, escritores, políticos y periodistas, en 1882 todo se vino abajo con la muerte de Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna y XV del Infantado, quien provocó la ruina de la casa ducal. A punto estuvo de venderse al extranjero y perder para siempre una parte de la historia de nuestro país. A día de hoy la mayor parte de los libros se atesoran en la Biblioteca Nacional; una historia que contaremos más adelante. 

En este mes en el que se celebra el Día del Libro, recordemos la gran labor que hizo uno de nuestros más ilustres personajes amando tanto esos pequeños objetos que nos hacen volar a regiones inhóspitas y conocer tiempos pasados sin movernos del sillón. No dejen de leer ni de atesorar historias escritas, esas que nos hacen más llevadera nuestra existencia.