Centros regionales

23/11/2024 - 11:46 Pedro Villaverde Embid

En estas fechas, cada año, los dos centros regionales que mantienen actividad en nuestra capital- en Azuqueca son bastantes y con mucha programación- celebran su día principal con la entrega de sus galardones, la ‘Bellota de Oro’ en el caso de los extremeños y los ‘Acueductos’ por parte de los segoviano.

En estas fechas, cada año, los dos centros regionales que mantienen actividad en nuestra capital- en Azuqueca son bastantes y con mucha programación- celebran su día principal con la entrega de sus galardones, la ‘Bellota de Oro’ en el caso de los extremeños y los ‘Acueductos’ por parte de los segovianos.  Felicidades a quienes reciben este gesto de reconocimiento y agradecimiento a las juntas directivas que mantienen vivas estas agrupaciones con mucha dedicación para que ese nexo de unión entre los territorios de origen y acogida no se rompa. 
   Estas citas nos llevan al recuerdo de lo que fue, de lo que supuso, la ya desaparecida, por cosas del dinero, Casa de Guadalajara en Madrid, a la que pertenecimos y que en una de esas bonitas jornadas nos honró con su ‘Melero Alcarreño’. Tenía sede en el centro de la capital española, en la plaza de Santa Ana, presidida por José Ramón Pérez Acevedo, y su decoración, un tanto sobrecargada, era un homenaje a la provincia. Allí se presentaban libros, se hacían exposiciones, no faltaban las pequeñas actuaciones teatrales y de baile, con distintas aulas, el entrañable boletín informativo Arriaca y por supuesto un bar donde reunirse, todo con sello autóctono. Era una pequeña embajada en el corazón de Madrid, que en tiempos- años cincuenta, sesenta- fue un auténtico refugio anímico, punto de reunión de guadalajareños residentes en la gran urbe que disfrutaban de la charla, el chato y el baile en los fines de semana, del que se dice salieron muchos matrimonios. Entonces las comunicaciones no eran lo de lo ahora en un mundo conectado y globalizado y los desplazamientos resultaban costosos y complicados, por lo que la función de estos centros, sentimentalmente, fue de gran utilidad. 
  Hoy, la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid, con similar estructura y programación, asume este legado, sirviendo de escaparate de nuestros productos y gentes. Ubicada en la calle de la Paz, en pleno cogollo, merece una visita.