Cuando a Da Vinci lo cercó la peste

25/02/2021 - 16:51 DTRAS. MARIA Y LAURA LARA

¡Cuántas veces al sentir hoy el dolor por los efectos del coronavirus nos acordamos de las víctimas de la peste! Hace 501 años, el 2 de mayo de 1519, moría Leonardo da Vinci. Falleció de un accidente cerebrovascular, aunque en sus 67 años de vida conoció de cerca la plaga.

¡Cuántas veces al sentir hoy el dolor por los efectos del coronavirus nos acordamos de las víctimas de la peste! Hace 501 años, el 2 de mayo de 1519, moría Leonardo da Vinci. Falleció de un accidente cerebrovascular, aunque en sus 67 años de vida conoció de cerca la plaga.

En 1484, Leonardo llevaba en Milán tres años cuando estalló la “epidemia magna”. De hecho, comprobando que en los picos de la curva una de cada tres personas fenecían por la peste bubónica, propuso medidas para mejorar la salubridad de las ciudades. Y, de Milán, cuyos responsables estaban obsesionados por aislar a los enfermos contagiosos en un lazareto, él quiso hacer una ciudad ideal, con calles perpendiculares, canales internos y soluciones prácticas ante las aglomeraciones.

Leonardo había nacido en Vinci el 15 de abril de 1452; se crió con su padre, Piero (notario y embajador de la República de Florencia) y con su abuelo, pues era fruto de una relación extramatrimonial. Su madre, la campesina Caterina, de 15 años (10 menos que Piero), fue desposada luego por otro marido y tuvo otros 5 niños. Entre las innovaciones del artista está el estudio anatómico del nasciturus.

El caso es que Leonardo, este polifacético ser humano, se ha quedado en las bisagras de las edades para ayudarnos a reflexionar en esta era que empieza a denominarse de la posverdad, término que a se nos antoja una manera fina de denominar a la mentira. Todo historiador, todo profesor, todo periodista, todo individuo en definitiva, debe obediencia a la verdad y, pese al ruido del debate, nos resistimos a pensar que la verdad se haya desterrado de la vida cotidiana. Lo mismo que consideramos que hay que tomar con cautela la excesiva segmentación del saber.

La docencia estuvo muy presente en la vida de Leonardo. De entrada fue alumno en las artes plásticas. Desde su primera incursión pública, cuando estaba en el taller de Verrochio y pintó unos dulces ángeles en el Bautismo de Cristo, este muchacho estaba convencido de que solo el arte es capaz de perpetuar la belleza. “La pintura es poesía muda; la poesía, pintura ciega”.

Y también fue maestro de sí mismo, ya que en muchos terrenos fue autodidacta, y quiso mezclar principios procedentes de disciplinas aparentemente inconexas. Leonardo entendía la pintura como una ciencia, no se limitaba a imitar la realidad sino que para él hacer obras implicaba la aplicación de los principios de la filosofía y de la geometría. “Son vanas y están plagadas de errores las ciencias que no han nacido del experimento, madre de toda certidumbre” solía afirmar, mientras buscaba modelos y escenarios reales en los que inspirarse, para que sus lienzos narraran solo la verdad.