Cuando un canónigo y un periodista polemizaron por la provincia y su capital hace 100 años


El debate entre Hilario Yabén y Luis Cordavias por la provincia y su capitalidad, motivó la celebración de un pleno de la Diputación el 27 de noviembre de 1923 en defensa de las tesis del periodista.

Desde que en la organización territorial de España comenzara a utilizarse el término y concepto de provincia, durante el reinado de Felipe II, si bien entonces sin contenido real al tratarse de una mera división teórica y dentro de la estructuración “confederal” de viejos reinos hispanos propia de los Austrias, la ciudad de Guadalajara ha sido siempre la capital de la provincia. Bien es cierto que los límites actuales de ella-y los de muchas de las demás provincias españolas- no se determinaron hasta 1833, con la conocida división de Javier de Burgos, ministro de Fomento de Isabel II. Entre el germen filipino de las provincias, datado en la segunda mitad del siglo XVI, que no nació con ánimo de vertebrar el territorio español y menos aún de dotarle de autonomía, sino como mera estructura teórica jurisdiccional para recaudar más y mejor para el rey, y el cierre definitivo y consolidado de sus actuales confines al final del primer tercio del siglo XIX, fueron varios los proyectos de división provincial en los que Guadalajara siempre tuvo su propia circunscripción, si bien con límites que variaban, y a veces no poco, sobre los actuales. Cuando los centralistas borbones, tras hacerse a principios del XVIII con la corona española por la Guerra de Sucesión, crearon las Intendencias, se mantuvo la de Guadalajara, al igual que cuando los franceses dividieron en Prefecturas, a principios del XIX, la España por ellos invadida, la ciudad de Guadalajara fue la capital de la que en fase de proyecto llamaron prefectura del Alto Tajo. En anteriores ocasiones nos hemos detenido en abordar esas sucesivas provincias de Guadalajara y sus límites territoriales, pero hoy nos vamos a centrar solo en la capital y su estatus como tal, que siempre fue la cabeza de la provincia a la que da nombre, aunque con polémica en algunas ocasiones, y que las Cortes de Cádiz consolidaron definitivamente como tal, si bien no ha sido una cuestión pacífica en el devenir del tiempo. Hoy, precisamente, veremos un episodio muy singular que aconteció hace exactamente 100 años y que avala lo que he afirmado: una viva y encendida polémica surgida entre Hilario Yaben, entonces canónigo de la catedral de Sigüenza pero que entre 1936 y 1944 llegaría a ser administrador apostólico de la diócesis como vicario general, y Luis Cordavias, un periodista liberal, director del histórico semanario “Flores y Abejas” desde 1912 hasta 1936. El primero defendía la reducción de provincias y por ende de capitales en favor de una regionalización de España y, el segundo, el mantenimiento de las provincias y, en todo caso, de la de Guadalajara y con su histórica capital al frente.

Antes de entrar de lleno en esta cruda discusión ocurrida a finales de 1923 entre Yaben y Cordavias por la provincia y su capitalidad, recordemos que en las Cortes de Cádiz el diputado por Molina, López Pelegrín, defendió que el señorío molinés tuviera provincia, diputación y capitalidad propias. Como es sabido, los primeros diputados constituyentes españoles optaron, finalmente, por la fórmula de denominar a la provincia “Guadalaxara con Molina”, en reconocimiento a la potente y singular historia molinesa, pero con una única Diputación y capital en Guadalajara. En 1820, al inicio del Trienio Liberal, las Cortes españolas debatieron la posibilidad de alterar los territorios y las capitales provinciales. En ese momento, Cifuentes y Brihuega, por su centralidad geográfica respecto al territorio provincial y, por supuesto, también alegando la notable historia local de ambas y su, en ese momento, pujante realidad social y económica, albergaron esperanzas de relevar a Guadalajara en la capitalidad de la provincia. Fueron vanas pues finalmente las cosas quedaron como estaban, para fiasco también de Sigüenza que, desde su propio ayuntamiento, dio batalla en agosto de aquel año cuando acordó solicitar formalmente el traslado de la capital provincial a la ciudad del Doncel, justificando su petición en que estaba en el centro del territorio, era la sede episcopal y del tribunal eclesiástico e, incluso, de la autoridad militar al radicar allí el Regimiento provincial. Finalmente, el 27 de enero de 1822, las Cortes, por decreto, establecieron la división provincial de la España liberal de aquella hora-aún no la definitiva, recordemos, que llegaría once años después- y mantuvieron en Guadalajara la capital de la provincia.

Mapa de la provincia de Guadalajara datado en 1864.

Justo un siglo después de aquel debate que llegó hasta las mismísimas Cortes sobre la capitalidad de la provincia y apenas dos meses más tarde de la llegada al poder del directorio militar tras el golpe  e inicio de la dictadura de Primo de Rivera, en noviembre de 1923, una de las primeras medidas reformadoras que se planteó fue la de la reorganización territorial del Estado. Desde 1880, cuando comienzan a eclosionar los regionalismos en España y los partidos de esta tendencia compiten con los legitimistas, se abrió un debate sobre la división jurisdiccional que pretendía superar a las provincias, y en algunos casos incluso suprimirlas, en favor de las regiones y los reinos históricos. No obstante, la única conquista de relieve que los regionalistas lograron del Estado central y centralista en ese largo tiempo se produjo en 1913, cuando presidiendo Eduardo Dato el gobierno se aprobó la ley de mancomunidades, constituyéndose únicamente la catalana un año después y que suprimiría Primo de Rivera en 1925 al entrar en vigor el Estatuto Provincial que inspiró José Calvo Sotelo. Recordemos que su asesinato, una década después, en julio de 1936, fue uno de los desencadenantes de la Guerra Civil. Ni el País Vasco ni Galicia pusieron en marcha sus mancomunidades y Castilla se lo pensó, pero no dio el paso, pues eran muchas provincias y se hicieron la pregunta de siempre ¿dónde empezaba y terminaba? Uno de los debates-más en los periódicos y en los cafés que en los despachos oficiales pues el jacobinismo siempre informó la política del dictador- que precedieron a la aprobación del Estatuto Municipal (1924) y del Provincial (1925) de Primo de Rivera, fue si apostar por la regionalización de España a costa de las provincias, o no. En el caso de nuestra provincia, a favor del regionalismo y en contra del provincialismo-con “l”, no con “n”- y, por ende, de las capitales, se pronunció de forma contundente, a través del periódico El Henares que él mismo dirigía, el ya al principio citado canónigo de la catedral seguntina, Hilario Yaben, navarro de origen, conservador y tradicionalista, y activista político pese a su condición clerical, considerado como el padre del catolicismo social en la provincia. Yaben atacó a las provincias con esta afirmación: “No se necesitan 49 gobiernos civiles, ni 49 institutos, ni 49 Escuelas normales de ambos sexos, ni 49 Delegaciones de Hacienda, ni 49 diputaciones provinciales”. Luis Cordavias Pascual, un destacado periodista de la Guadalajara de aquel tiempo, director del histórico, provincial y provincialista semanario “Flores y Abejas”, replicó a Yaben con una serie de artículos en defensa de la provincia de Guadalajara y de su capital que, incluso, motivaron la celebración de un pleno extraordinario de la Diputación el 27 de noviembre de 1923 en apoyo de sus tesis. Cordavias, apasionado liberal alcarreñista y guadalajareñista y culto y fino redactor, atacó la posición del canónigo seguntino de forma elegante, pero vehemente. Muchos fueron los argumentos de funcionalidad, tradición, históricos, geográficos y jurídicos que Cordavias alegó para defender la provincia y su capitalidad, pero a los números e instituciones y centros citados por Yaben los contestó así: “No hay razón-decía el director de “El Henares”-para que haya 49 institutos, 49 Escuelas Normales, 49 Audiencias y 49 gobiernos civiles. Lo que no hay razón es para que haya más de 80 plazas de toros, pero que haya muchos Institutos, muchas Escuelas Normales y millares de organismos que faciliten la vida del Estado ¿eso a quien puede estorbar?”. A esta polémica se sumó, para apoyar a Cordavias, José Antonio Ubierna, un destacado jurista residenciado en El Escorial, pero que había sido diputado por Guadalajara. Este sostuvo, en un documentado artículo sustentado en el derecho internacional comparado, que “la provincia de Guadalajara tiene a su favor consideraciones especiales que abonan su permanencia” y la de su capital. Entre otras, citó el número extraordinario de ayuntamientos que contenía-en ese momento 398-, la segunda de España con más tras Burgos, su extensión superficial, mayor que la de otras 32 provincias españolas, el tamaño mediano de su población, y sus antecedentes históricos como provincia ya consolidada.

En aquella polémica de hace un siglo que se sustanció en la prensa, aunque, como hemos dicho, hasta provocó la celebración de un pleno de la Diputación que reivindicó sin ambages ante el directorio militar de Primo de Rivera el mantenimiento de la Diputación de Guadalajara y de la ciudad homónima como su capital, Yaben llegó a decir que nada tenía contra la capital, pero que su futuro dependería más de impulsar su actividad económica que de mantener la capitalidad, como si ambos factores no tuvieran interrelación, según le refutó Cordavias. Yaben, incluso reprochó a Flores y Abejas que hubiera publicado un artículo de un religioso que reivindicaba que Guadalajara fuera la sede de la diócesis en detrimento de Sigüenza para que coincidieran la capital de la provincia y la de la diócesis, argumento que justamente en sentido contrario había esgrimido el ayuntamiento seguntino en 1820 para defender la opción para su ciudad de la capitalidad provincial. Cabe recordar que, en ese momento, la franja sur o margen izquierdo del río Tajo, la Campiña, la Alcarria baja y la ciudad y zona de Guadalajara pertenecían al arzobispado de Toledo y que no fue hasta 1955 cuando la provincia y la diócesis coincidieron plenamente en sus respectivos territorios. Y sabido es que hoy tenemos regiones-con una autonomía ignota en la historia de España- y provincias-cuyas diputaciones son imprescindibles para territorios tan rurales como el nuestro- y que la diócesis es de Sigüenza-Guadalajara, con la sede catedralicia en la ciudad del Doncel y la residencia habitual del Obispo en la capital. “Mutatis mutandi”.