El retablo de La Alcarria que ’ilumina’ un río en Albacete

13/10/2025 - 19:26 P.C.V

Hay iglesias que sorprenden no solo por la devoción que se respira entre sus muros, sino por el viaje que han hecho sus retablos hasta llegar allí. En la Iglesia de San Andrés, Alcalá del Júcar, un pequeño pueblo regado por el río que la da el apellido, en Albacete, los feligreses contemplan cada domingo un altar que parece haber emergido del siglo XVII. Columnas talladas, hornacinas con santos policromados y ángeles que sostienen la luz del templo parecen custodiar un secreto: este retablo no nació aquí, sino en Horche, un tranquilo pueblo de la provincia de Guadalajara.

Entre los viñedos, las mieles de la Alcarria y los ríos Ungría y Matayeguas, se encuentra el taller Arte Martínez, donde desde 1942, manos artesanas han llevado la tradición castellana más allá de las fronteras. Allí, cada madera es seleccionada, tallada y dorada al oro fino, combinando técnicas centenarias con herramientas modernas, manteniendo vivo un oficio que ha resistido la mecanización y los tiempos difíciles.

El retablo que hoy brilla bajo las bóvedas blancas de San Andrés cruzó más de 200 kilómetros. Desde Horche, viajó por carreteras secundarias, entre campos y montes, hasta la ribera del Júcar. Cada detalle refleja el equilibrio y la armonía que caracterizan al taller: capiteles corintios, molduras que enmarcan imágenes de santos, ángeles que parecen flotar entre la luz filtrada por los vitrales. Es una obra que respira historia y fe, y que convierte un templo pequeño en un museo de tradición viva.

El viaje de este retablo es también un viaje del tiempo y del territorio: une dos mundos que se miran y se reconocen en silencio. Horche, donde se talla y se doran los sueños de madera; Alcalá del Júcar, donde se veneran y se celebran. Dos pueblos separados por 200 kilómetros, unidos por la fe y por un arte que sigue naciendo, pieza a pieza, en los talleres de Guadalajara.

Cada vez que una parroquia estrena un retablo de Arte Martínez, no solo estrena un altar: recibe un fragmento de la historia, la devoción y el ingenio de la Alcarria. Y mientras el río Júcar serpentea bajo las cuevas, el dorado del retablo parece reflejar la luz de un vínculo invisible entre el arte y la vida de quienes lo contemplan.