Días de asueto

Comenzaron este viernes las primeras vacaciones medio largas del nuevo año, la esperada Semana Santa que suele coincidir con el cambio de estación, hora y clima. Días pues de descanso, de ocio, de rutinas más agradables, desplazamiento a los pueblos- este año prohibido ir a la playa, aunque si se pueden hacer viajes exóticos- y visitas en los templos a las imágenes, todas de gran belleza. Es la segunda Semana Santa sin procesiones ni pasiones vivientes, manifestaciones de fe en la calle que atraen turismo. Nos quedamos sin la parte más vistosa de nuestro costumbrismo y tampoco podremos disfrutar en exceso de la rica gastronomía, limitados en aforos y con temores. Será una fiesta a medias como todas en los últimos meses, un querer y poder en parte, poniendo la mejor cara a una situación desmoralizadora que solo encuentra consuelo en el medio plazo en la vacunación. 

  Para los creyentes son las fechas del calendario más relevantes porque celebran- conmemoramos- el misterio central de nuestra fe, el Dios que se hace hombre para morir en la cruz por la redención de la humanidad con el triunfo final de la resurrección. Ahí es nada. Y en esta ocasión podremos vivirlo acudiendo a los actos litúrgicos, sin adoración de la cruz, sin lavado de los pies y en ceremonias, entendemos, más breves, pues, además, en muchas iglesias se ofrecerán en doble función. Mucho más de lo que pudimos hacer el pasado año con templos cerrados a cal y canto y bastante menos de lo que viviremos la próxima vez, con el virus formando parte de nuestro pasado. 

  Son días en todo caso para hacer algo distinto a lo cotidiano, para disfrutar de la naturaleza y el aire libre, degustar torrijas, descansar, coger fuerzas para afrontar otra etapa en la que todo indica que habrá una cuarta ola, más suave, y tal vez definitiva. Lo de la pandemia es lo del vaso medio vacío o medio lleno según el ánimo con el que nos levantemos cada día. A todos nuestros deseos de que disfruten lo mejor que puedan este paréntesis festivo o días de asueto.