El blues del autobús


El ministerio de Fomento asesta una puñalada mortal al transporte público de Cifuentes, dejando un autobús que lo hace inútil para los vecinos.

En una época en la que aprendíamos inglés de profesores que enseñaban más de lo que sabían, en la que las canciones se traducían de aquella manera y que no nos cuestionábamos que el gato de Roberto Carlos, además de triste estuviese “azul”, en aquella época de mercromina en las rodillas y veranos interminables, la Flora Villa recorría la Alcarria y venía puntualmente a Cifuentes todos los días, varias veces al día. Ha llegado el correo, decía mi abuela Andrea cuando “el Ujier” pasaba con su carro, llevándolo la saca para, al viaje siguiente, traerte dos sacos de cemento o una caja de botellines.

En una época en la que aprendíamos inglés de profesores que enseñaban más de lo que sabían, en la que las canciones se traducían de aquella manera y que no nos cuestionábamos que el gato de Roberto Carlos, además de triste estuviese “azul”, en aquella época de mercromina en las rodillas y veranos interminables, la Flora Villa recorría la Alcarria y venía puntualmente a Cifuentes todos los días, varias veces al día. Ha llegado el correo, decía mi abuela Andrea cuando “el Ujier” pasaba con su carro, llevándolo la saca para, al viaje siguiente, traerte dos sacos de cemento o una caja de botellines.

Entonces Cifuentes era cabeza del Partido Judicial del mismo nombre, uno de los nueve que había en Guadalajara hasta mitad de los 60, con el prestigio acuñado por los siglos que aún hoy en día reconocemos quienes acumulamos años y experiencias. Aunque de población andaba más o menos como ahora, solo que, en comparación, La Campiña o el denominado Corredor del Henares lo componían pueblecitos agrícolas, con más campo que gente. 

Pero lo importante es que Cifuentes, como Brihuega, Trillo y Zaorejas, estaban conectados a diario con Guadalajara y con Madrid, llevando y trayendo personas y noticias, progreso y vida, en definitiva, a una parte de España que aún calzaba alpargatas mientras se acostumbraba al 600.

Luego vendrían los años de la Nuclear, que hicieron soñar con un Cifuentes más próspero, que llegó a tener casi 2700 habitantes, y en el que a la línea regular de autobuses se sumaban los transportes privados que traían y llevaban trabajadores que dejaban riqueza y promesas de futuro.

Tras el espejismo vino otra vez el declive. Mucho hablamos de la despoblación, pero lo cierto es que es un proceso con el que convivimos desde hace demasiado tiempo. En Cifuentes, como en muchos otros pueblos de la zona, lo único que sujeta a la población es el trabajo en la Nuclear, única fuente de empleo junto con unos servicios cada vez más reducidos. Pero también a la Nuclear este gobierno le ha puesto fecha de caducidad…

Y en este lamento entre triste y nostálgico, en este blues sobre mi amado Cifuentes, nos encontramos con la puñalada mortal del autobús. El blues del autobús. Aprovechando que el rio Cifuentes desemboca en el Tajo y que la pandemia nos confinó obedientes, el ministerio de Fomento del displicente Ábalos, con el silencio cobarde del gobierno de Castilla-La Mancha, asesta el golpe de gracia al transporte público de Cifuentes, dejando un autobús que lo hace inútil para los vecinos, tal vez con la esperanza no confesada, de que si no lo utilizamos mucho lo puedan quitar del todo. 

Eso sí, anuncian que crearán un grupo de trabajo para tratar el tema. Porque como decía Napoleón, si quieres que el problema perdure, crea una Comisión. Y alcaldes y alcalditos correligionarios recogerán firmas, se rasgarán las vestiduras, propondrán mociones y se darán golpes de pecho sin mucha convicción ni ruido, porque no se vayan a enfadar los de arriba, que de renunciar a las canonjías cómplices, ni hablar. 

Los que amamos a Cifuentes de toda la vida seguiremos soñando con el movimiento diario y gozoso de la Flora Villa, porque así seguiremos llamando al autobús de Cifuentes cualquiera que sea la compañía que preste mejor o peor el servicio, mientras dure. 

Y para los que se pregunten el porqué de este blues en una columna dedicada a la ley, solamente una palabra, un principio, un derecho: Igualdad.