
El Carnaval de Salmerón
En Salmerón se celebró ayer a lo grande con la salida por las calles del grupo de Las Mascaritas el carnaval. Volví a estar admirando el colorido de sus trajes y la emoción que ponen en sus ceremonias y cánticos. Además me concedieron el título de “Mascarita de Honor” de este pueblo alcarreño.
En Salmerón, como en otros varios sitios de la Alcarria, se celebra el Carnaval como preludio de la llegada del tiempo de Cuaresma. Es un condicionante religioso a un periodo que todo lo tiene de festivo, de íntimamente humano: el cambio de papeles, la transformación de unos individuos en otros, el conveniente cambio de imagen y protocolo. Pasada ya la presencia de ancestrales sujetos (las botargas) que celebran el solsticio de invierno, entran a ocupar calles y plazas las mascaradas carnavalescas, los antruejos, como manifestaciones también enmascaradas de rituales de cambio, de ocultación y trastrueque funcional, anteriores a la Cuaresma. La fiesta del antruejo está muy generalizada en toda España, teniendo esta palabra (con sus variantes regionales) el significado inicial de “introito”, introducción, referido a la entrada en la Cuaresma.
La fiesta de Salmerón
Se denominan “Las Mascaritas del Carnaval” a las que durante muchos años, siglos quizá, recorrieron las calles de la alcarreña localidad de Salmerón los días antes del Miércoles de Ceniza, clásico portal de la Cuaresma. A partir de la Guerra Civil, que tantas cosas arrasó y cambió luego, se olvidaron, pero no hace mucho que gracias al interés de algunos vecinos amantes de las tradiciones volvió a renacer y hoy se integra esta fiesta en la corriente carnavalesca de sencillos disfraces que evocan costumbres y aspectos tradicionales. También su Ayuntamiento colabora y anima, siendo la Asociación “La Tradición Oral” la que, en definitiva, gracias al programa avalado por Diputación Provincial de Defensa de las Tradiciones, hace posible que siga existiendo. En Salmerón, que es pueblo alcarreño en la comarca de la Hoya del Infantado, en la cuenca del serrano río Guadiela, lo llaman “fiesta de las mascaritas y del Tío Alhiguí”.
Las mascaritas de Salmerón, consideradas como Patrimonio de Guadalajara.
Las mascaritas son personas (la mayoría mujeres) que se revisten de aldeanas tradicionales, con amplias haldas, delantales de cuadros, mantones y toquillas de lana, pañuelos a la cabeza, y tocadas con sombreros, todo ello de ricos y variados colores. Cubriéndose la cara con telas a las que se practican simples agujeros para los ojos y la boca. Suelen llevar bastones y cestos, y andan el pueblo, arriba y abajo, en pequeños grupos, pidiendo alimentos para componer una gran merienda. Hacen varias salidas, pero la de este sábado –por mañana– es especial, porque salen todas juntas, seguidas del pueblo entero, haciendo una especie de procesión y paradas en lugares emblemáticos y plazuelas para cantar su canción monocorde y alegre, con su antigua frase del «Al higuí, al higuí / con la mano no / con la boca sí»
Les acompaña, vestido de hombre con pantalones y chaqueta, camisa a cuadros y chaleco, también enmascarado y tocado de sombrero de paja, la figura del “Tío Aliguí” que lleva en la mano un palo de colores del que cuelga, de un cordel, un higo que deja volar para que quien quiera lo coja, pero con la boca.
Las mascaritas de Salmerón, en dibujo de Isidre Monés.
Al caer la noche, todas las mascaritas y el tío Aliguí, se reúnen en la gran plaza soportalada del pueblo, y en torno a una hoguera dan cuenta de las viandas que fueron sonsacando a los vecinos. El ambiente es alegre y de amistad. El carnaval aldeano de Salmerón es quizás de los más simples y humanos que se pueden encontrar, habiendo sido cuidado progresivamente, y dado a conocer en festivales de máscaras y grupos festivos.
El Carnaval
Esta forma de celebrar el Carnaval, la que mañana se dará en Salmerón, es una más de las mil formas en que esta fiesta humana se celebra. Es volver a recapitular sobre algo tan humano y misterioso a un tiempo, que solo cabe recurrir a las definiciones de los más expertos para tratar de aclararnos. Y así, las palabras del humanista Julio Caro Baroja en su libro El Carnaval son muy expresivas de la fiesta que mañana viviremos en Salmerón: «Porque el Carnaval, quiérase o no, es un hijo (aunque sea hijo pródigo) del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma (Quadragesima), no existiría en la forma concreta en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media europea. Entonces se fijaron sus caracteres. Ello no quita para que quedaran incluidas, dentro del ciclo carnavalesco, varias fiestas de raigambre pagana, para que el Carnaval no llegara a resultar un período en el que los que podríamos llamar valores paganos de la vida estaban puestos de relieve, en contraste con el período inmediato, de duelo, en que se exaltaban los valores cristianos».
Las mascaritas de Salmerón. Fotografía de José María Moreno.
Las Mascaritas de Salmerón es una fiesta de todo punto carnavalesca: sus vecinos y vecinas se disfrazan, tapan sus caras, cantan y bailan, se ríen de un personaje/s antiguo (un”obispillo”, un “rey de la faba”, una “fiesta de los locos”), y hacen sonar cencerros, murmuraciones, trasegando bebidas y comidas que llevan en cestos. Es un día, una noche, un tiempo que llega y que huye. Un alto en el camino de todos los días.
Y como aún insiste Caro Baroja en su gran estudio antológico: «El Carnaval es casi la representación del Paganismo frente al Cristianismo, hecha, creada, en una época acaso más pagana en el fondo que la nuestra, pero también más religiosa».