El cinematógrafo vuelve al Jardinillo 124 años después


Según las investigaciones realizadas por el profesor Ruiz Rojo, el 13 de noviembre de 1897 se celebró la sesión inaugural del cinematográfico de Guadalajara, que tendría lugar en el Teatro Principal.

Hasta el 13 de enero y desde el 14 de diciembre, la capital de la provincia acoge, en la plaza del Jardinillo, el programa de Caixafórum titulado “Damas y caballeros, empieza el espectáculo: Georges  Méliès y el cine de 1900”. Se da la circunstancia de que la sesión inaugural del cinematógrafo de la que hay constancia en Guadalajara tuvo lugar hace 124 años, en concreto el 13 de noviembre de 1897, en el Teatro Principal que entonces se ubicaba, precisamente, entre el Jardinillo y la calle Mayor, enfrente de la actual iglesia de San Nicolás, en el viejo solar que antes ocupara el primitivo templo de idéntica dedicación. Este teatro era de titularidad municipal y tras ser demolido en 1934 su parcela vino a ocuparla el edificio conocido como del Banco de España y que, en realidad, ahora es el del Catastro desde que en 2003 se cerrara la sucursal del banco central español en Guadalajara. Como decíamos y más adelante detallaremos, en este teatro se realizaron, en 1897, las primeras proyecciones de cinematógrafo en la capital alcarreña -en 1909 se sumarían también de fonógrafo, un precedente del cine sonoro-, que se alternaron con las funciones teatrales hasta 1926, cuando la sala dejó de ofrecer espectáculos de manera estable. Aún se conserva parte del viejo telón del Teatro Principal en el edificio consistorial del Ayuntamiento, cubriendo el techo de la zona de escaleras principales que dan acceso al salón de plenos y al área de alcaldía.

La actividad que está llevando desde hace meses por toda España y ha traído la Fundación La Caixa a Guadalajara a caballo de 2021 y 2022 nos va a servir para echar un vistazo retrospectivo a los inicios del cine en la capital, de los que tanto y con tanto rigor se viene ocupando ese gran experto cinéfilo e historiador de la fotografía y el cine que es el profesor de filosofía alcarreño José Antonio Ruiz Rojo. “Empieza el espectáculo…” consta de una exposición con abundante material y recursos museográficos, además de, por supuesto, fotográficos y cinematográficos, la mayor parte de ellos cedidos por la Cinémathèque Française. Se ofrecen visitas comentadas para público en general y también para grupos de escolares pues tiene un alto contenido pedagógico. Como ya evidencia el título del programa, su eje central y motor está basado en torno a la figura de uno de los grandes artífices y protagonistas más singulares del cine pionero a nivel mundial, Georges Méliès. Como reza el programa de la exposición, este francés, nacido en 1861 y fallecido en 1938, fue un revolucionario de la primera época del cine pues construyó el primer estudio de rodaje e impulsó la producción y distribución de películas. También trabajó como actor y escribió y dirigió sus propias películas que muestran una evidente influencia del teatro cabaretero, las sombras animadas y la magia. Si los hermanos Lumière, los inventores del cinematógrafo, aportaron de inicio unas imágenes en movimiento fundamentalmente documentales y realistas, Méliès vino a traer grandes dosis de creación, invención e ilusión al cine naciente. Del documentalismo de las primeras películas pasamos al cine de argumento y guion de Méliès, cuyos trabajos transmiten vitalidad, creatividad, fantasía y sentido del humor. De todo ello trata la narrativa expositiva de la actividad de Caixaforum en el Jardinillo, pudiéndose contemplar algunas escenas del cine más sobresaliente de Méliès, entre ellas la titulada “¡Justo en el ojo!”, cuya singular y conocida imagen acompaña este texto y que forma parte de su película de 1902 “Viaje a la Luna”.

El cinematógrafo llegó por primera vez a Guadalajara en 1897, apenas dos años después de que los hermanos Lumière hicieran la premier en París con su invento. En aquella histórica sesión de 1895 estuvo presente Méliès quien, impresionado por lo que vio y sus enormes posibilidades de futuro, trató de llegar a un acuerdo con los Lumière para incorporar a sus películas sus creativas ideas. Recordemos que Méliès era director de teatro y sus propuestas escénicas eran realmente novedosas, dinámicas y experimentales. Al no llegar a un acuerdo de colaboración con Auguste y Louis Lumière, el creador de “Viaje a la Luna” intentó construir su propio cinematógrafo, si bien terminó comprando uno a otro inventor, Robert William Paul. Con él comenzó en 1896 su andadura como exhibidor, si bien poco después “tuneó” –valga la expresión actual- el aparato proyector de Paul y lo convirtió también en una cámara de rodaje con la que se inicia como productor, director y actor pues, según hemos comentado, estamos ante un hombre polifacético, un auténtico diletante de las artes escénicas y, ya también, cinematográficas.

Como hemos anticipado, según las investigaciones realizadas por el profesor Ruiz Rojo, en ese Jardinillo en el que ahora podemos disfrutar del gran mundo creativo y pionero cinematográfico de Méliès, el 13 de noviembre de 1897 se celebró la sesión inaugural del cinematógrafo en Guadalajara. Aquel histórico acontecimiento fue textualmente así recogido como noticia en la edición del semanario Flores y Abejas, fechada un día después, bien calentita por tanto: “Anoche tuvimos el gusto de asistir a la notable velada que se celebró en nuestro coliseo (evidentemente se refiere al Teatro Principal), y tanto los experimentos hechos por Mr. Baylad (un “adivinador”) y señora, como el maravilloso cinematógrafo Lumière, llamará poderosamente la atención de los espectadores. A todas las personas que no conocen tan prodigioso invento, recomendamos asistan esta noche a la última función, en la seguridad de que habrán de agradecérnoslo, pues jamás se ha visto en esta capital espectáculo tan entretenido y hermoso”. En el número siguiente del citado periódico de tan alcarreñísimo nombre, “Josef Rutsalé” –es obvio que se trata de un seudónimo- comenta así el debut del cinematógrafo en Guadalajara con un tono festivo propio del periodismo de aquella época: “El cinematógrafo causó en el público un efecto que tiene mucho de espanto, y se explica. Todos sabemos que la fotografía, hasta estos momentos, no hizo otra cosa que paralizar la vida al retratar los objetos animados; dibujar exactamente, en una palabra. El ingenio de un hombre por un procedimiento –que de puro sencillo, asombra-, logró mover las figuras, dar ambiente de vida al cuadro y producir en el espectador una completa ilusión”.Con más sencillez y eficacia no se puede explicar mejor en qué consistía el cinematógrafo que acababa de llegar a Guadalajara: imagen en movimiento”.

     Las sesiones inaugurales del invento de los Lamiere en la capital de la provincia inicialmente previstas eran dos, los días 13 y 14 de noviembre, pero finalmente se prolongaron hasta el día 17 ante el éxito de público que concitaron, pese a que el exhibidor trajo escaso material para proyectar y debieron completarse las programaciones de cinematógrafo con otros espectáculos de variedades y magia. Precisamente, el antes citado colaborador de “Flores y Abejas”, Rutsalé, hacía referencia a lo antedicho al terminar así sus comentarios sobre este acontecimiento: “Quiera Dios que pronto nos visite otro explotador del mágico invento, con más variación de vistas y con la mayor suma de vida que añade el color a las fotografías”.

  Y quisieron Dios y los hombres que un año después volviera el cinematógrafo a Guadalajara, concretamente en la ferias de 1898 que, entonces y desde que Alfonso X concediera el privilegio de su celebración, tenían lugar a mediados de octubre, en torno a la festividad de San Lucas. En aquel año hubo dos barracas con cinematógrafo, una ubicada en el Jardinillo –es evidente que “El Olivar de San Nicolás”, como se conocía previamente a este espacio urbano, es la cuna arriácense del cine- y otra en la plaza de Santo Domingo, que entonces se llamaba de José Marlasca, en honor al liberal local ajusticiado con saña por los absolutistas junto a Julián Antonio Moreno en una de las etapas de reacción del primer cuarto del siglo XIX. Ruiz Rojo, en sus investigaciones, aporta hasta los nombres de los dos exhibidores que trajeron de nuevo el cinematógrafo a Guadalajara en las ferias de 1898, Raimundo Mas y Vicente Ortiz; incluso también da el dato exacto del tamaño de las barracas: la de Mas tenía 21 metros de fachada y la de Ortiz, más modesta, solo 8. Pese a tan notoria diferencia de espacio, ambos pagaban 10 pesetas diarias por su alquiler. Estos son los títulos de las películas que se programaron –y suponemos que se exhibieron- en aquellas dos barracas: “Una batalla de nieve”, “Combate naval”, “Una corrida de toros (Con Mazzantini)” –quien, por cierto, unos años después sería gobernador civil de la provincia-, “La llegada de un tren a San Sebastián” –tema muy recurrente en el cine pionero- y “El portero burlado”, una producción muy del estilo del cine de Méliès, cuya llegada a Guadalajara gracias a la exposición de Caixafórum ha motivado el “Guardilón” de hoy, el primero del año.

Quienes quieran profundizar en el conocimiento de los inicios del cine (y de la fotografía) en Guadalajara, si aún no la han visto tienen que ver la exposición permanente que el CEFIHGU de la Diputación Provincial tiene instalada en el centro San José, junto a la Biblioteca de Investigadores de la Provincia. Se trata de una pequeña sala pero de una gran muestra. Termino ya diciendo que el nacimiento del cine no solo supuso el advenimiento de un arte audiovisual –aunque inicialmente fuera solo visual- que ensanchó los límites de la acción y la creación cultural de forma notoria, también con él devino un potentísimo vehículo de información, comunicación e influencia social que incluso algunos, como Luigi Chiarini, calificaron en su día de “quinto poder”. Séptimo arte/Quinto poder, no está nada mal para un invento que a algunos les pareció una simple caja de zapatos con luz.