El marichulo en la cloaca


La primera vez que escuché este término fue, por paradojas de la vida, a Irene Montero, dirigiéndose desaforada a un portavoz de la oposición.

Por una vez voy a contravenir mis propias indicaciones utilizando un término que no se encuentra en el diccionario de la RAE, aunque en mi descargo diré, que hace casi un año que se aclaró el significado de la palabreja en la red oficial de la prestigiosa institución, como un neologismo creado a partir de “machista” y “chulo”. La primera vez que escuché este término fue, por paradojas de la vida, a Irene Montero, dirigiéndose desaforada a un portavoz de la oposición que se había atrevido a señalar la coincidencia de su portavocía del Grupo Parlamentario de Podemos et alt., (permítaseme la cita abreviada por razón de economía) con una relación sentimental vigente en aquél momento entre ella y el líder del “Partido”. 

Todo esto lo cuento porque se está instruyendo en estos momentos en un juzgado de Madrid un caso de sustracción de un móvil, que no tendría mayor originalidad dada su frecuencia si no fuera porque de ese móvil se sustrajeron informaciones aparentemente comprometedoras, y que su “salida al mercado” acabó con la tarjeta de memoria del móvil y las informaciones en ella contenidas en manos de Pablo Iglesias, ahora vicepresidente del gobierno y en aquel momento pareja notoria de Irene Montero y jefe de la propietaria del teléfono sustraído. 

Todo esto no tendría más relevancia que una operación al estilo de Mortadelo y Filemón para aprovechar unos datos que alguien buscaba o, simplemente, encontró. Pero la rocambolesca historia ha desembocado en LA FRASE: “tomé la decisión de quitarle presión”. La presión, según Iglesias, originada porque entonces se comentaba una posible relación íntima entre Iglesias y su asistente, por el contenido de carácter también íntimo de la tarjeta y porque la joven tenía “veintipocos años”; y este debe ser el motivo que le hace merecedora de especial protección. Y para cuadrar el discurso, pues la culpa es de la cloaca, entendida siempre en los términos del neologismo político de un vicepresidente que ya no es procesalmente perjudicado y que, en función de lo que diga la pericial sobre la destrucción de la tarjeta, puede pasar a imputado. Directamente a integrar la cloaca, vamos.

Todo esto es gravísimo y en cualquier otro país o con cualquier otro gobierno hubiera provocado la dimisión o cese inmediato de este vicepresidente metido a Anacleto, agente secreto. Aquí vemos un espectáculo de señalamientos en todas direcciones, que para eso está la cloaca, que cunde mucho… Lo más grave es que este “líder feminista” al que “le gusta” azotar mujeres hasta hacerlas sangrar, saca la vena más machirula en su afán patriarcal, heteropatriarcal o sencillamente medieval de proteger y rescatar doncellas. 

Las niñas ya no quieren ser princesas, decía Sabina, y si lo quieren ser, que lo sean. Pero que no sirva de excusa para machismos encubiertos que, en cuanto se descuidan, asoman la patita. Puestos proteger a jóvenes desvalidas, me quedo con los originales. Calderón en Zalamea o Lope en Fuenteovejuna tenían más arte.