El pacto


Me refiero al Pacto contra la violencia de género que acordamos en la Subcomisión creada al efecto en el Congreso en un momento en que ya las mayorías absolutas habían pasado a la historia.

Es una pena que el coronavirus, que tanto nos ha robado y, al tiempo, nos ha enseñado a valorar, no haya sido capaz de hacernos recuperar el valor del consenso. Escribo este artículo en el tercer aniversario del último gran pacto de Estado del que fuimos capaces en España. No fue un trágala ni un órdago, sino el producto de la voluntad de un grupo de mujeres, sobre todo mujeres, y también tres hombres, dispuestos encontrar un punto de encuentro por encima de diferencias, intereses, estrategias e ideologías, dispuestos a alcanzar el objetivo común. 

Me refiero al Pacto contra la violencia de género que acordamos en la Subcomisión creada al efecto en el Congreso en un momento en que ya las mayorías absolutas habían pasado a la historia, quien sabe si para siempre fuera de Galicia. 

Ese Pacto nos demostró que es posible apartar las diferencias y buscar un objetivo común, siempre que se den circunstancias excepcionales y allí se dieron, especialmente por la calidad de las personas que constituían ese grupo, a muchas de las cuales hoy llamo amigas para siempre, y otras muchas hacia las que guardo una admiración y un respeto sin límites. Y me permito nombrarlas: Marta González, Carmen Dueñas, Javier Maroto, Pilar Cortés y Elena Bastidas, del Grupo Popular; pero también Ángeles Álvarez, Lola Galovart, Carmen Cuello o Pilar Cancela, del Grupo Socialista y Marta Martín o Patricia Reyes, de Ciudadanos; de todos ellos, en especial, y de los demás que integraron aquel grupo, guardo recuerdos imborrables. Todos dimos lo mejor de nosotros mismos en sesiones maratonianas de discusiones, a veces terribles. 

Fue un trabajo coral, en el que las capacidades individuales se pusieron al servicio de un bien común como objetivo irrenunciable, porque el Pacto respondía a una idea de justicia que resultaba inapelable e inaplazable, por encima de los matices. El diablo está en los detalles, dice el refrán, pero sobre todo cuando los detalles buscan dinamitar el acuerdo. Así que resucitamos el derecho de veto: todo sobre lo que no hubiera acuerdo unánime, quedaba fuera del Pacto. 

El día 24 de julio de 2017 la Subcomisión aprobaba el informe, el Pacto, por unanimidad: Partido Popular, PSOE, Ciudadanos, PNV, Esquerra Republicana, Grupo Mixto (representado por CiU y Compromís) y hasta Podemos, votamos a favor del Pacto. Muchos pensarán que si estaban todos esos, si estaban “los otros”, los enemigos a batir, el Pacto no sería tan bueno… Pero era bueno porque estaban “los otros”. 

El plan se dotó presupuestariamente, según lo acordado, en los presupuestos de Montoro, aún vigentes; después lo urgente desplazó a lo importante. Hoy me resisto a pensar que con este gran acuerdo se enterró también la posibilidad del acuerdo en España. 

Tres años después, desde la perspectiva que da el tiempo y mi dedicación universitaria, quiero alzar la voz, o la pluma, y reclamar y reivindicar el acuerdo, superando personalismos, el corto plazo especulativo, porque en ello nos van muchas cosas importantes, demasiada. Para demostrar que el acuerdo no es sólo cosa de mujeres.