El paisaje sagrado de Santamera


Qué sea un paisaje sagrado es algo que puede plantearse. La solución ya es más difícil, porque requiere aportar y analizar diversos factores, entre los que aparecen la geografía, la historia y el saber arqueológico. Esto es lo que ha intentado la cronista Cristina Jiménez Balbuena con el análisis de su pueblo.

No está hecho todavía, de forma sistemática, el estudio de los Paisajes Sagrados en España. Sería una forma de acercarse a la visión plena del mundo que nos rodea, impregnado siempre –quiérase o no– por la presencia humana. Esa influencia de las creencias, de lo sagrado impregnando la visión del mundo, es lo que transforma, desde la perspectiva de la mirada y el conocimiento, el paisaje y le hace significante. En Guadalajara hay numerosos “paisajes sagrados” que se han construido a lo largo de los siglos y hoy tienen su mensaje legendario añadido a su nombre. Así el “Santo Alto Rey”, la montaña sagrada que media entre Bustares y Albendiego, o la Cueva del Montesino en Cobeta, pero también hay claros signos de sacralidad en lugares como el Barranco de la Hoz, en Molina, Atienza a través de su Caballada o los caminos cuajados de pairones por Molina y su Señorío. En Castilla-León se ha constituido hace poco el “Laboratorio de Paisajes Culturales Sagrados”, coordinado por Cruz Sánchez, para estudiarlos. Rutas Sacras, (el “Camino de Santiago” principalmente), ubicación de castillos y ermitas, Peñas Sacras, cavernas y leyendas anejas…

Ahora llega (y nos lo trae y pone en la mano en forma de libro) Cristina Jiménez Balbuena, que es profesora de la Universidad Rey Juan Carlos, refiriendo su densa investigación sobre el “Paisaje Sagrado de Santamera”. Una gran obra que viene a abrir nuevos caminos para entender el mundo en que vivimos. No el del ajetreo cotidiano, o las reyertas pueriles de políticos y agentes sociales, en torno a cuestiones que van y vienen, no. El mundo y sus nombres, sus caminos y sus perfiles.

Cantiles y roquedales de Santamera retratados en el siglo XIX por Federico de Botella.

Dice la propia Jiménez, al inicio de su obra, que ha sido calificada con la mayor puntuación como Tesis Doctoral, que es posible aproximarse a las creencias de una comunidad en un tiempo y espacio concretos, analizando el paisaje cultural registrado en las fuentes históricas, arqueológicas y artísticas, como un medio para reconstruir no sólo el pasado, sino la espiritualidad de la sociedad que las creó, es decir, valorando el paisaje desde la diferente concepción y ubicación de los símbolos sagrados en el entorno. Ella asume la articulación de lo simbólico a partir de dos ámbitos diferentes, aunque entrelazados: lo sagrado y lo profano. Durante miles de años, el hombre ha tenido sus referencias concretas en la realidad de la vida cotidiana, pero explicadas siempre desde unos conceptos sobrenaturales (como siempre, ¿de dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué pasa con un ser querido cuando muere? ¿Por qué solo hay una cosa segura en la vida: la muerte?

Elaboración y transformación de las creencias heredadas. Visiones nuevas. Y concreciones de todo ello sobre los espacios en que se vive, sobre el poblado, el río, la montaña, los caminos…

Paisaje otoñal en el Cañón del Río Salado en Santamera.

Todo este complejo mundo de lo sagrado en el paisaje, Jiménez Balbuena lo analiza a través de Santamera. Ya sabéis: ese pueblecito que se acoge entre altos cantiles calizos, y junto al breve y limpio curso del río Salado, entre Sigüenza y Atienza. Formando parte de ese paisaje que quiere ser reconocido (por su continuada pureza e integridad) como Patrimonio de la Humanidad. En ese lugar hay dos pueblos en uno: Sancta Mayre y Santamera. Hay grandes alturas (el cerro Padrastro y la montaña sagrada de La Espiná). Hay cavernas talladas. Hay superficies que denotan población activa en siglos prehistóricos. Hay labradas insculturas en las rocas, algún dolmen, algunos altares, espacios abiertos al cielo estrellado (templos lo llamaban los griegos). Todo ello, analizado con rigor y paciencia, consigue construir un mensaje complejo pero bien definido, y que viene a ser este: Santamera ocupa un espacio que a lo largo de muchos siglos ha tenido significados seguros para sus habitantes, que han sabido encontrar la razón de su existencia, por lo que quienes lo habitaron lo entendieron, y en esa seguridad radicaba su confianza.

En esta obra sobre Santamera, (que no está destinada a ruteros, viajeros o apasionados de la Naturaleza) se describen evidencias arqueológicas, y se conjeturan relaciones entre ellas. De tal manera, que según Cristina Jiménez, la autora, se pueden admirar “antiguos espacios culturales del cañón del Salado, que estuvieron vivos durante la Antigüedad Tardía”, y ello gracias a la constatación de la presencia de eremitas en este cañón y en el cercano barranco del Hocino, pudiendo añadirse las labores del obispado seguntino en la introducción del culto a Santa Emerenciana y en la construcción de su ermita, que fue en sus inicios una iglesia rupestre que asimiló el simbolismo del paisaje en una mártir romana. Además se constata que durante la época (un par de siglos solamente) de dominación islámica, la pervivencia del culto a Sancta Mayre prueba la importancia del santuario, así como el desarrollo de una religiosidad propia de rito mozárabe que tras la conquista cristiana se identificó con el territorio.

Planta de la iglesia parroquial de Santamera dedicada a Santa María Magdalena.

Aunque no es buena esta época (el invierno que se avecina) para caminar por las trochas altas de nuestra provincia, sí que es razonable la estación para leer estas construcciones explicativas sobre la esencia de los paisajes, sus hallazgos y sus significados. Y para que al amor de la lumbre (o la calefacción de cada uno) se vayan anotando propuestas y esbozando metas que cumplir cuando vuelva el bien tiempo.

La autora

Conozco a Cristina Jiménez desde hace tiempo, y sé de ella que es una entusiasta de su tierra, de esta sierra guadalajareña que tantas emociones nos tiene aún reservadas. Hace un par de años fue nombrada Cronista Oficial de Santamera y Riofrío del Llano, y desde entonces no ha cesado de investigar las páginas del pasado de esos lugares. Ella es profesora de Enseñanza secundaria, y del prácticum de la especialidad de Geografía e Historia del Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria de las Universidades Rey Juan Carlos y Alcalá. El grado académico de doctor lo ha conseguido con su tesis sobre este tema el paisaje sagrado de Santamera y actualmente es activa arqueóloga con actuaciones en múltiples yacimientos, habiendo sido directora de las excavaciones y restauración de la iglesia de Santiago y de la Alcazaba de Trujillo (Cáceres) y de otros yacimientos en Madrid.

El paisaje sagrado de Santamera es el estudio de Cristina Jiménez Balbuena.

Como investigadora de la comarca del río Salado, en nuestra provincia, ha realizado los Catálogos Patrimoniales de Santamera y de Riofrío del Llano (2020 y 2023) y presentado distintas ponencias y comunicaciones sobre diversos temas de la zona, entre otros, en el Simposio Internacional de Mudejarismo en Teruel (2021), en las Jornadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos (2019 y 2021, Guadalajara), en el Congreso Internacional de Molinología de Alcalá de Henares y Sevilla (2021 y 2023), en la International Conference on Visual Culture (Madrid, 2023), y en encuentros como el de Historiadores del Valle del Henares (Guadalajara, 2022), además de su participación en la revista universitaria Imafronte (2022). Pertenece a la Asociación Provincial de Cronistas de Guadalajara, y ha presentado su libro este verano en la ciudad de Sigüenza.