El pueblo serrano que salió del abandono y se ha transformado en un oasis
En Villacadima, pedanía de Cantalojas, los vecinos tienen un grupo de wasap con el que mantienen el contacto. Son habitantes de verano, de fines de semana y alguno de prácticamente todo el año, por lo que casi siempre hay alguien en este pequeño municipio a 1.400 metros de altitud en la Sierra de Pela.
FOTO: Juana María López Rojo
Pero el vínculo entre la treintena de familias que cuentan con vivienda en el pueblo va más allá de compartir apellidos o término municipal durante unos meses al año.
Porque la de Villacadima es una historia de recuperación. Este pequeño pueblo fue víctima del éxodo a las ciudades de los años 60 y quedó completamente vacío. Sin embargo, hijos y nietos de aquéllos que nacieron en la localidad reconstruyeron algunas de esas viviendas que aún estaban en poder de las familias. Así fue desde finales de los años 90 o principios de los 2000, una vez que se hicieron las acometidas de agua. Gustavo Gómez es uno de esos descendientes. “Hay unas 35 casas restauradas, principalmente de gente que tenía antepasados en el pueblo, pero también de vecinos de Madrid que han elegido este hermoso paraje para tener su segunda residencia”.
Y en ese ánimo de demostrar de alguna manera la resistencia, los vecinos elaboran cada año un calendario. Este año repartirán 250 ejemplares. Los propios vecinos, delante de sus hogares, son los protagonistas de las páginas del almanaque. “Esta es la historia de un éxito, el de un pueblo que ha vencido al vandalismo y al tiempo y ha reactivado su vida. Esta es la historia de las gentes y familias que han recuperado Villacadima”, reza la primera página de un calendario financiado por el Consistorio de Cantalojas y dedicado “a todas las personas de Villacadima que luchan por mantener viva la tradición y las costumbres, conservando y poniendo en valor el medio natural de la Sierra Pela”.
En ese afán por avanzar, el antiguo ayuntamiento –antes era municipio independiente– se ha transformado en el centro social y se ha habilitado un mirador de estrellas. También cuentan con un pequeño parque infantil, fibra óptica y cómodos accesos por carretera tanto desde la parte de Segovia como desde Guadalajara. Muchas de estas mejoras vienen sufragadas gracias a los molinos de viento instalados en el pueblo, aunque otras son producto de la insistencia vecinal. Porque de nuevo son ellos los que, con su esfuerzo y dinero, han hecho posible devolver a la vida a un pueblo abandonado de Guadalajara. No todos han tenido tanta suerte.