El puente de Tagüenza sobre el río Tajo
En el corazón del Parque Natural del Alto Tajo, un elemento de humana raíz pero perfectamente mimetizado con el terreno, nos hace saber de la belleza de este lugar, de su rica historia y significado, con la promesa de volver, siempre, a verlo y disfrutar de su belleza y de las fatigas que puede suponer su alcance.
Pasa el Tajo sonoro y transparente bajo el puente de Tagüenza, que es una construcción que une las dos orillas del Tajo, entre las poblaciones de Huertahernando y Huertapelayo, aunque realmente se encuentra en los límites administrativos de este último pueblo. Fue durante siglos un lugar de comunicación entre las gentes que poblaron estas remotas comarcas de Castilla, silenciosas y solemnes, cuajadas de bosques y fauna salvaje a la que nunca el hombre molestó para nada. Era lugar de encuentro, sí, y a veces de pelea, porque su posesión suponía un apunte de liderazgo en cualquier conflagración guerrera.
Desde tiempos muy antiguos, este lugar de gran belleza paisajística fue utilizado para el cruce del río, dado lo cercano de sus orillas en ese punto. Tenemos la certeza documental de que ya en el siglo XIX existía en este lugar un puente de madera que permitía a los habitantes de Huertapelayo y Armallones comunicarse con los pueblos de Ocentejo, Huertahernando y Buenafuente del Sistal. Sin embargo, debido a la inestabilidad y peligrosidad de la estructura de madera, especialmente considerando que el puente se sitúa a más de doce metros sobre las aguas del río Tajo, se decidió reemplazarlo por una construcción más sólida. Y así, a mediados del siglo XIX, se edificó el actual puente de piedra y hormigón, aprovechando la orografía del lugar y asentándolo sobre roca viva. Fue José del Acebo su ingeniero constructor, en ese momento del reinado isabelino.
Puente de Tagüenza.
Por describirle, diré que el Puente de Tagüenza es una estructura de un solo arco con una luz de aproximadamente ocho metros. Su altura desde el nivel más bajo del río hasta la calzada es de catorce metros, lo que, sumado a la elevación de las rocas sobre las que se asienta, le otorga una apariencia esbelta y elegante. El entorno natural del que se rodea, caracterizado por grandes formaciones rocosas que flanquean el río Tajo, realza su atractivo paisajístico, convirtiéndolo en un lugar mágico para quienes buscan las sorpresas paisajísticas y el contacto con la Naturaleza.
Más allá de su función como vía de comunicación, el Puente de Tagüenza tiene un valor histórico significativo. Antiguamente, era uno de los pasos obligados y espectaculares por donde pasaban los gancheros, trabajadores que guiaban las maderadas río abajo hacia Aranjuez. Las rocas cercanas al puente aún conservan rebajes y hendiduras utilizadas por estos hombres para facilitar el paso de los troncos, evidenciando la importancia de esta actividad en la economía local de la época.
Durante la Guerra Civil Española, el puente sufrió daños significativos al ser parcialmente volado. No fue hasta finales de la década de 1940 cuando se llevó a cabo su restauración, devolviéndole su funcionalidad y aspecto actual. Esto se pudo hacer gracias a la Diputación Provincial, presidida a la sazón por Manuel Rivas Guadilla quien movió los palos necesarios para reconstruirlo tras la guerra, tal como ahora se ve.
La Diputación Provincial es la encargada de su conservación, asegurando que esta joya arquitectónica se mantenga en buen estado para las generaciones futuras. Su entorno semisalvaje y la tranquilidad que ofrece lo convierten en un destino ideal para quienes desean desconectar y sumergirse en la naturaleza.
Cabe decir además que el puente formaba parte de una ruta de comunicación entre el Señorío de Molina y el Ducado de Pastrana, siendo transitado tanto para actividades comerciales como militares. Se cuenta que el general Espartero cruzó por este puente junto a su ejército en su camino hacia la ciudad de Cuenca, lo que resalta su relevancia estratégica en tiempos pasados.
Otra vista del puente de Tagüenza.
En la actualidad, el Puente de Tagüenza es utilizado principalmente por peatones y excursionistas que recorren las rutas naturales del Parque Natural del Alto Tajo. Una de las rutas más populares es la que parte desde Huertapelayo, descendiendo por un sendero que lleva directamente al puente. Este recorrido permite a los visitantes disfrutar de la belleza escénica del entorno y apreciar la ingeniería tradicional de la estructura. Ese trayecto se puede hacer en un par de horas, tranquilamente. La distancia es de unos 7 kilómetros, y se encuentran subidas y bajadas moderadas. La idea y la vuelta se hacen por el mismo camino. Lo iniciamos desde la misma iglesia parroquial de Santa María Magdalena, tomando un camino que nos lleva hacia las “Asomadillas”, que es una roca desde la que podemos admirar en toda su grandiosidad la “Peña de la Calera”, una gran cresta caliza que señorea a la villa y el entorno. Se sigue el camino sin tomar ninguno de los desvíos que aparecen, y así conseguimos arribar a El Picayo, a cuyos pies se construyó hace mucho tiempo el Cementerio del lugar. Desde aquí las vistas son espectaculares, y normalmente los viajeros se toman un descanso y admiran el entorno, descansando de tanta subida.
A partir de ese descanso, se sigue por camino de tierra, ancho, y tras un kilómetro aparece a mano derecha un desvío en el que está señalizada la marca del GR-113/GR-10 y por una senda más estrecha empezamos a bajar hasta llegar a un mirador natural, y desde allí, y ya en continuo zig-zag, descendemos (con el cuidado que requiere el terreno pedregoso y suelto) hasta el mismo puente de Tagüenza. Es curioso que a este puente no se llega por ninguna carretera (como es obvio) ni por ningún camino, sino que se hace por senda, simplemente. Lo que quiere decir que siempre fue utilizado por caminantes, y sus animales, solamente.
Vista antigua del puente de Tagüenza.
Tras cruzar la estructura, y empaparnos bien de lo que es un puente, y de su utilidad; tras admirar la belleza del río, encajonado entre murallones calcáreos entre los que discurre bravío el Tajo, podemos descansar, comer el bocadillo, o incluso animarnos a seguir el camino que sube zigzagueante hacia Huertahernando, aunque esto supondría multiplicar por dos la excursión, y hacerla ya pesada y cansina. Por lo tanto, se impone la vuelta, haciéndola por el mismo camino que nos ha traído desde Huertapelayo.
Por darle un toque de conclusión al tema, cabe decir que el Puente de Tagüenza no solo es una obra de ingeniería funcional, sino también un símbolo de la historia y cultura de la comarca del Alto Tajo. Su construcción robusta, su integración armoniosa con el paisaje y su relevancia en las tradiciones locales lo convierten en un lugar de visita obligada para los amantes de la naturaleza y la historia. Al contemplar su reflejo en las aguas del Tajo, uno no puede evitar admirar la combinación de esfuerzo humano y belleza natural que representa este singular puente.