El ruido y la furia


Ricardo, además, es eficaz en su particular brega para dominar el morlaco indepe, porque encima les gana en urnas y tribunales.

De Shakespeare a Faulkner, no sé si la vida es un cuento, contado por un idiota, lleno de ruido y furia, pero para hablar de la Universidad de Barcelona, ese verso de Macbeth cada vez encaja tristemente mejor. Universidad y provincianismo son términos contradictorios; Universidad y sectarismo, teóricamente incompatibles; Universidad y persecución ideológica, antitéticos; Universidad y señalamiento personal del discrepante, repugnante hasta la nausea. 

Esta es, por desgracia, una realidad frecuente de la que no somos tan conscientes en otras tierras y otras instituciones, que con sus problemas y debilidades nos hacen olvidar momentos no tan lejanos en los que el odio nacionalista trajo a nuestra España muerte y dolor. Ahora, en otro córner, se usa el escrache en lugar del tiro en la nuca, aunque las amenazas y los insultos se suceden y los “enemigos de la Patria” se marcan con dianas pintadas o dictadas.

Por fortuna, un grupo de hombres y mujeres resiste todavía y siempre al invasor de conciencias y al dictador de consignas, como los aguerridos galos del cómic. Y entre estos guerreros de pluma en vez de espada, hoy destaca un hombre cuyo nombre nos suena a muchos, y su cara, más. 

Ricardo García Manrique es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Barcelona, especialista en ética y, concretamente, en bioética. Ha publicado decenas de artículos científicos y pertenece a comités muy relevantes. Pero en Ricardo se dan dos condiciones que hoy quiero destacar para dedicarle esta columna: es uno de los más activos y eficaces miembros de la Resistencia Universitaria a la imposición independentista en Cataluña y, además, es GTV.

En un grupo escogido de valientes, que están arriesgando para dar la batalla del constitucionalismo en Cataluña desde la sociedad civil, sin partidos ni etiquetas, Ricardo brilla con luz propia. No es el único. Podría nombrar muchos más, queridos compañeros del Foro de Profesores, de los que tanto aprendo todos los días, especialmente sobre tolerancia y debate e incluso discusión serena; o de Universitaris per la Convivència, o Societat Civil Catalana, o S´ha Acabat, o tantos otros grupos de españoles que no se resignan a dejar de serlo por ser catalanes, porque se sienten tan orgullosos de su españolidad, como yo de ser de Guadalajara, que es mi manera de ser libremente española.

Ricardo, además, es eficaz en su particular brega para dominar el morlaco indepe, porque encima les gana en urnas y tribunales. A Ricardo no le perdonan que salga elegido una y otra vez claustral de su Universidad. Y no le perdonan que, como claustral, reivindique algo tan normal como la neutralidad institucional de las Universidades, como una administración más, pero con una exigencia acrecentada de la defensa de las ideas frente a la imposición del dogma. Les gana los juicios y eso le hace acreedor del insulto y la amenaza. Un tipejo de apellido “Mancho”, ni buscado, oiga, le ha llamado fascista y colono: fascista, por no comulgar con la doctrina oficialista-independentista que busca el proselitismo y el silencio cobarde; colono, por haber tenido la desfachatez de no nacer en Cataluña, el pecado original de los charnegos. La paradoja es que, entre Rufianes y Manchos, los conversos llevan la definición en el apellido, como una burla de justicia poética.

La segunda condición que me hace escribir estas palabras en Nueva Alcarria es que Ricardo es GTV. Da igual que lleve veintitrés años en Cataluña, porque otros tantos los pasó en Guadalajara, los más decisivos, de estudiante en el Brianda, estudiando Derecho en Alcalá, de paseante por las Cruces y de anocheceres en El Puerto; los años y las vivencias que te hacen acreedor del “geteuvismo” para siempre. Porque una vez adquieres la condición, imprime carácter y eres de Guadalajara de toda la vida, para toda la vida. 

Así que, a Ricardo, corazón de león, con mi agradecimiento por dar las batallas de todos, desde esta tribuna alcarreña, mi homenaje de admiración.