Exposición “Páramo tierra y ausencia” de Jesús de los Reyes
La exposición se inaugurará a las 20.00 horas del sábado 11 de julio, en la iglesia de San Pedro de Molina de Aragón y se mantendrá abierta hasta el 6 de septiembre.
La asociación cultural Tierra Molinesa (www.tierramolinesa.es) me propuso mostrar en fotografías qué es para mí la comarca de Molina, este histórico Señorío de Molina que ocupa el este de la provincia de Guadalajara… probablemente influidos por mi pertenencia a esta tierra y por haberla recorrido con mi cámara en varias ocasiones.
Fotografiar tu tierra, nada más y nada menos: qué difícil elegir las fotografías que den cuerpo a un conjunto de imágenes digno de la mirada del observador, lograr condensar en una exposición, como es la tierra que te vio crecer, tu patria chica; como la ves y sientes desde tu mirada de fotógrafo.
Sin duda un reto en el que confluyen esas emociones primarias que recorren nuestras infancias y que no deberían pesar en demasía en la difícil elección de una muestra sobre tu tierra y las gentes que la habitan, el lugar de dónde sientes que eres.
Me vienen a la cabeza refranes como “nadie es profeta en su tierra”, o pensamientos más positivos como la frase de Rilke: “la verdadera patria es la infancia”.
Esta última afirmación que cualquier persona madura creo apoyará, es el eje sobre el que gira casi todo: la infancia; sobre ella, sobre el mundo visual de nuestros primeros años, se sustenta casi todo el imaginario, la iconografía y las motivaciones visuales más profundas de los fotógrafos. Esos lugares y esas luces y sombras dispuestas de cierta manera, esos viejos objetos… aquello que nos llama profundamente, que nos toca la fibra, que sabemos es “nuestra” fotografía vive grabado en nuestro cerebro desde la infancia; nació en nuestra ávida mirada de niño, que entre la curiosidad y el miedo, explora un mundo de misteriosas sombras, de luces cegadoras.
“Mi infancia son recuerdos de un patio sevillano”… de un pueblo vivo, de una escuela respetuosa a pesar de sus viejos himnos y rezos, de un monaguillo en una iglesia llena de oscuros rincones, con imágenes sangrantes y madres lacrimosas, de oscuros paños violetas bajo dorados corazones siete veces apuñalados, de alegres señoras en el lavadero comunal y sabanas tendidas a secar sobre los verdes juncos, de madre protectora y pan, de padre trabajador y honesto, de frías nevadas y pantalones cortos, de pequeñas excursiones a pescar barbos y ranas, de una bici roja y heridas en las rodillas, de verdes y amplios campos sobre los que aún cabalgan viajeras nubes y tormentas de lejanos truenos con ese incomparable olor a mies y tierra mojada… todo ello, ahora lo sé, pleno de Libertad. Esta es la materia origen que creo alimenta mi creatividad, mi búsqueda de la belleza… ¿Cómo mostrar parte de este misterioso mundo?.
Bajo un fuerte contraste entre un glorioso pasado y un incierto futuro, entre la belleza y la soledad navega “PÁRAMO – tierra y ausencia”; estas dos palabras son la columna vertebral de una exposición que comienza describiendo una tierra digna de ser poblada, llena de historia, de costumbres que agonizan, de un patrimonio natural y monumental notables. Esta primera parte de la muestra está dedicada a la piel que cubre esta comarca ibérica y la he plasmado en color: son ventanas con bellas vistas a un país vacío, a un paraíso inhabitado, a un páramo yacente.
La segunda parte de la muestra habla de ausencia, del amplio escenario de tantas ausencias…oscuros espejos a los que duele mirar: sábanas que al sol tendidas ya no recogerán entre sus pliegues la sombra de una madre, casas y escuelas abandonadas, ancianos que miran a un pueblo vacío, a un escenario abandonado pero aún bello; quedan bajo estos nítidos cielos, rastros de la épica del perdedor, de una belleza que bebe de la pérdida, de un dolor callado, de raíces muertas… espejos que nos miran esta vez, como no, en blanco y negro.
Pertenezco a una generación que ha sido probablemente la última que vio y vivió unos pueblos llenos de vida y futuro, la que vio el maldito éxodo de los 70, la que mandaron fuera a estudiar, la que comprendió que ya no tenía derecho a ganarse la vida y formar una familia en su tierra, y la que ve como una tierra tan buena como cualquier otra, está ahora enferma; es duro reconocer que aquello que amas sobrevive entre las sombras de lo que fue, le falta la vida de las casas llenas, de los ruidosos recreos, de los ritos que nos unen con nuestros antepasados, de tantas cosas buenas. ¡Se ha perdido tanto con la despoblación!… nuestra memoria, nuestra identidad como pueblo está en peligro. Y ahora es el momento de convertir ese dolor en un reto: conseguir revertir esta silenciosa enfermedad y hacer de esta tierra de nuevo, un hogar vivo.