Gabriel, hijo

18/03/2018 - 11:49 Javier Sanz

Recogían su mirada, como dos benditeras, unas ojeras esculpidas en la noche negra, cuando los monstruos traman el peor de los presagios.

Era una sonrisa y un deseo, que ella no regresara de su isla y vivir con su padre sin amor compartido. (Mi amigo Llobregat, en la última curva del camino, me contó un día cómo pasó a dormir en los portales con su hermano cuando llegó la madrastra a su vida, capó a su padre con dos frases secas y una mirada de dos puñales y se coronó reina de una casa sin siquiera vajilla ni persianas, hace de aquello ochenta años). Era una sonrisa que nos hubiéramos disputado todos los tíos de la gran familia para adoptarla en caso de orfandad. Pero recogían su mirada, como dos benditeras, unas ojeras esculpidas en la noche negra, cuando los monstruos traman el peor de los presagios, el mal, que nunca tres letras por su orden ofendieron tanto a los hijos de Adán.
    Gabriel tenía una edad impropia y aun con su plumas adidas era un niño de Dickens desplazado a Almería, donde seguramente quien mejor le comprendía fue un perro que ni le ladraba, por respeto o compasión. Ese perro andará errante desde el lunes por las cunetas, a ver si un camión le enfila, porque no hay dios que aguante a la cizaña bíblica, el inevitable hijpoputa de la especie humana cuando pasa del metro y medio en vertical y transforma sin dinamo la fuerza en maldad. Gabriel se habría inventado un cuento con el que engañarse cada noche, con un final feliz en el que los soldados no dejaban salir de la isla a la pirata del pelo afro y él comía pipas con su padre en el Bernabéu, el templo laico de los niños.
    España guasapeaba todos los pececitos que encontraba a mano, desde Nemo a los del belén. Era la oración comunitaria de estos tiempos, con su trasfondo sagrado y mágico, pero al fin la paradoja mística: peces voladores que vivían fuera del agua se acabarían ahogando en un charco, de lágrimas, de Finisterre a Almería. Un charco helado que no vio el sol, un charco negro a la sombra de Caín.
    El domingo le cortaron el rollo a Nieves Álvarez. Un Avance informativo a esas horas anuncia la muerte de un rey o de un papa, nada más. Los abrelatas de las anchoas frenaron en seco mientras Manitú regaba la península como si estuvieran rodando Noé II. El presentador dio un scoop: Satanás tenía vagina.