Guadalajara busca equilibrio entre ganadería y lobos ante su fragilidad genética

28/11/2025 - 12:50 P.C.V

El último censo nacional del lobo ibérico (2021‑2024) cifra en 333 las manadas en toda España; la población sigue concentrada en el noroeste, mientras que regiones como la nuestra -con presencia muy reducida- marcan los límites orientales de su distribución, según un informe del Ministerio de Transición Ecológica

Ese mismo censo asigna a Castilla‑La Mancha un total de cuatro manadas, situación que implica un reto especial de gestión para la provincia de Guadalajara, provincia por la que campan.

Para responder a este reto, la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural de Castilla-La Mancha ha activado ayudas para ganaderos afectables ante riesgos de depredación: en junio de 2025 destinó unos 151.000 euros a 47 titulares en Guadalajara para aplicar medidas preventivas: instalación de vallados, uso de mastines, cercados eléctricos o portátiles y otras acciones destinadas a evitar ataques del lobo.

Además, mediante la reciente Orden 156/2025 se incrementó un 30 % la prima de compensación por daños de lobo, reflejando un compromiso institucional con el sector ganadero en zonas donde la coexistencia con fauna salvaje es una realidad. 

Estas medidas evidencian que las autoridades reconocen que en Guadalajara la presencia del lobo -aunque residual- requiere combinar protección del ganado con prevención. La administración no se limita a indemnizar tras el daño: apuesta por ayudas preventivas, con lo que busca reducir riesgos desde el principio.

Frágil situación

Los análisis de conservación revelan que la situación del lobo en España sigue siendo frágil: aunque el número de manadas ha crecido, los expertos alertan de que las 333 actuales están lejos de las 500 consideradas necesarias para garantizar su viabilidad genética a largo plazo. 

Esa fragilidad alcanza mayor intensidad en las poblaciones periféricas y marginales, como las que corresponden a Guadalajara: territorios aislados, pocos ejemplares, difícil intercambio genético. Un contexto en el que cada rebaño, cada vigilancia, cada collar instalado cuenta.

Este enfoque dual -ayudas al mundo rural, prevención del riesgo, protección de la fauna salvaje- representa una apuesta por la convivencia real. No hay certezas absolutas sobre cuántos lobos habitan exactamente la Sierra Norte, ni sobre su estructura poblacional. Pero hay voluntad de gestión: las ayudas públicas reconocen la demanda de los ganaderos; los datos oficiales reconocen la frágil presencia del lobo.

En ese cruce de intereses, Guadalajara dibuja un modelo: no basta con declarar zonas de lobo, sino que hay que garantizar que el rebaño sobreviva sin presión, que la fauna salvaje conserve su espacio, y que la ganadería tradicional no quede desprotegida. Ese es el equilibrio al que aspira la administración, y los ganaderos.