Importante actividad de la molinesa Aurora Egido, secretaria de la RAE


Aurora Egido, que ocupa el sillón ‘B’ de la RAE, es una de las siete académicas que hay en la actualidad, de un total de 46 miembros de número que conforman la corporación. Es catedrática emérita de Literatura Española.

La filóloga Aurora Egido (Molina de Aragón, 1946), secretaria de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) desde diciembre de 2017 y previamente elegida académica de número en mayo de 2013, está contribuyendo de forma notable, desde el ejercicio de sus responsabilidades, a un notorio impulso de la actividad de la institución que desde 1713 limpia, fija y da esplendor  a nuestro idioma. El hecho más destacable protagonizado por la RAE en los últimos meses es el de haber alcanzado su diccionario en línea la cantidad de mil millones de consultas, un verdadero hito si se tiene en cuenta que, en apenas un año, entre febrero de 2020 y enero de 2021, el incremento de peticiones de información sobre voces del español fue de un 45 por ciento. Como en casi todos los órdenes de la vida, en muchos de ellos para mal, pero en otros para mudar hábitos a mejor, la pandemia de coronavirus ha tenido mucho que ver en ese incremento exponencial de consultas al diccionario pues el largo confinamiento domiciliario lo hemos paliado bastantes dedicándonos a leer, estudiar e investigar, siendo aconsejable para ello utilizarlo con frecuencia. Curiosamente, algunas de las palabras más consultadas por los usuarios del diccionario en el último año tienen mucho y directamente que ver con el Covid-19, lo que podría llevarnos a proponer crear el neologismo de “pancovid”, que vendría a significar “el Covid lo ocupa todo”, “obsesión por el Covid” o “todo es Covid”. Entre esas palabras más consultadas en el último año en el diccionario de la RAE están: “Confinamiento”, “pandemia”, “cuarentena”, “asintomáticos” o “resiliencia”, además de otras que podríamos llamar, directa o tangencialmente, coronavíricas, si se me permite la expresión.

También ha tenido Aurora Egido su parte alícuota de responsabilidad en que la RAE haya introducido en la última actualización y edición de su diccionario en línea -la llamada 23.4, ya con terminología informática, como no podía ser de otra manera desde que es virtual-, ni más ni menos que 2.557 novedades, entre ellas, por supuesto, varias pandémicas y que han llegado en el último año a nuestro vocabulario habitual para quedarse: “Coronavirus”, “covid”, “desconfinar” o “antirretroviral”. Cierto es que no todas esas novedades han sido “pancóvidas” -permítase seguir jugando y abusando del idioma con mi osada propuesta de neologismo-, pues también se han incorporado otras relacionadas con el proceloso nuevo mundo de las redes sociales y que nada tienen que ver con el funesto virus: “emoji” o “trolear”, por ejemplo. A la primera palabra, la RAE le ha dado entrada en su diccionario con esta definición: “Pequeña imagen o icono digital que se usa en las comunicaciones electrónicas para representar una emoción, un objeto, una idea, etc.” -ya saben que, fundamentalmente, son esos dibujitos que, sobre todo, se emplean a través de “whatss app” -¿Cuándo “guasap”?- con caritas sonrientes, enfadadas, llorosas…- . Al término trolear, que bien pudiera también significar “decir o contar trolas” -y no estoy mirando a ningún político…-, la Academia de la Lengua lo ha definido así: “En foros de internet y redes sociales, publicar mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de boicotear algo o a alguien, o entorpecer la conversación”. ¿Por qué al leer esta definición mi subconsciente me ha llevado a pensar otra vez en políticos…? No estoy troleando.

La tercera acción destacada de la RAE a la que quería referirme y en la que, indubitadamente, Aurora Egido también ha hecho su contribución, tuvo lugar mediado el pasado mes de abril en la propia sede de la Academia, en la madrileña calle de Felipe IV: Se trata de la presentación pública de las novedades del Diccionario histórico de la lengua española (DHLE), un diccionario que la propia RAE califica de “total” y que tiene por objeto “recopilar todo el léxico del idioma español en todas las épocas y en todas las zonas en que se habla o se ha hablado”. Con este interesante y singular diccionario, de muy especial utilidad para filólogos, investigadores, historiadores, escritores y estudiantes, se ha iniciado una nueva etapa metodológica de trabajo en la que está implicada la Red Panhispánica de Academias, Universidades y Centros. Sus respectivos equipos trabajarán para elaborar la biografía de cada una de las palabras de nuestra lengua. Si el significado es la biología de la palabra, su etimología, uso y tránsito históricos son su biografía.

Aurora Egido, que ocupa el sillón “B” de la RAE, es una de las siete académicas que hay en la actualidad, de un total de 46 miembros de número que conforman la corporación. Recordemos que hasta 1979 en que ingresó Carmen Conde, ninguna mujer había ocupado sillón en la Academia en sus 266 años de historia hasta ese momento. La filóloga molinesa, que es catedrática emérita de literatura española de la Universidad de Zaragoza, también ha impartido docencia en otras universidades, tanto españolas como extranjeras: Universidad de Barcelona -donde se licenció y doctoró “cum laude”-, Universidad Autónoma de Barcelona, Universidad de León, UCLA y Johns Hopkins (California), CUNY (Nueva York), Cardiff, Western College (Londres) y Cambridge. Egido está considerada como una de las más reputadas especialistas en la literatura barroca española y, dentro de ella, es reconocida como la mejor conocedora de la obra de Baltasar Gracián, el autor de “El Criticón”, una alegoría de la vida humana. Precisamente, el discurso de ingreso en la RAE de nuestra paisana, leído por ella el 8 de junio de 2014 -imagen de la fotografía- y contestado por el académico catalán Pere Gimferrer, llevó por título La búsqueda de la inmortalidad en las obras de Baltasar Gracián. El extenso, completo y docto discurso que Aurora Egido pronunció en su “recepción pública” en la RAE -así se denomina oficialmente este acto de entrada y toma de posesión de los académicos- es tenido por una obra maestra. De sus 354 folios en que se concreta -fue publicado íntegramente por la Institución Fernando El Católico, de la Diputación de Zaragoza-, entresacamos tan solo un par de líneas que proyectan y dimensionan la figura de Gracián: “es heredero del entusiasmo renacentista por un neoplatonismo que fue fundamental para la libertad y soberanía del individuo a la hora de romper con el dogmatismo religioso”. Gimferrer, en su discurso de contestación, aseveró que “Aurora Egido es, quizá, entre las que de mi generación he llegado a tratar, la que más profundamente ha encarnado la entrega y hasta la inmolación más honda y noble de todo su ser a la pasión por las letras, a la justa y las nupcias de la palabra y la idea”. También recordó Gimferrer que Fernando Lázaro Carreter, el eminente lingüista y carismático director de la RAE que lo fuera entre 1992 y 1998, calificó en su día de “genio” a la filóloga y molinesa.

Ni quiero, ni debo, concluir este “Guardilón” sin referirme a una valiosa aportación que Aurora Egido también ha realizado en favor de su ciudad y provincia natales, como es hacer posible una notable edición crítica de la obra, datada a finales del siglo XVII, titulada Jardines son laberintos o El Gran mártir de Molina, de la que es autor el molinés José Joaquín Núñez. La obra la ha editado recientemente la Diputación Provincial e, incluso, aún está pendiente de presentación pública. La secretaria de la RAE fue quien propuso este proyecto editorial al entonces alcalde de Molina y Diputado-Delegado de Cultura de la Diputación, Jesús Herranz, que lo dejó comprometido al acabar su mandato y que ahora ha visto la luz con la actual corporación provincial de la que es Diputada-Delegada de esta área, Teresa Franco. Aurora Egido ha aportado a la obra, además, un completo estudio introductorio de ella, corriendo la edición a cargo de Luis Sánchez Laílla y la anotación de José Enrique Laplana. Se trata de una comedia en la que se escenifica el martirio padecido en Argel por Diego Coronel, molinés nacido en 1624. Es una pieza literaria que cabalga entre la historia y la “leyenda hagiográfica”, escrita con un “abigarrado estilo poético en el marco de la comedia nueva posterior a Calderón de la Barca”. Según consta en la solapa del libro, magníficamente editado por Intermedio Ediciones, este incluye un amplio número de notas que “pretenden acercar la lengua y el pensamiento de la época a los lectores del siglo XXI”, en la línea del DHLE. En una primera y rápida lectura hecha de él, doy fe de que lo han conseguido.

Termino ya como concluye el texto barroco de Núñez rescatado por Egido: “(…) y dando fin el poeta,/ pide, como humilde atento,…/… del gran mártir de Molina,/ o por título primero/ Jardines son laberintos,/perdonéis los muchos yerros”.