Incidencia moderada en Guadalajara de la grave 'gripe española' de 1918
Uno de los pueblos de la provincia más amplia y gravemente afectado por la gripe española fue Aldeanueva de Guadalajara. En él se contagió la mitad de la población (alrededor de 200 personas) y fallecieron 20.
Muy lejos de mi intención la de echar más leña al fuego de la pandemia del Coronavirus y el temor devenido en psicosis colectiva y alarma que está provocando. Bien al contrario, si abordo este grave problema hoy tan candente es, precisamente, para relativizarlo y darle perspectiva, en este caso al compararlo con lo que ocurrió en el mundo, en España y en Guadalajara hace 102 años, cuando se declaró la terrible epidemia de la mal llamada “gripe española”, que causó entre 30 y 50 millones de muertos, de tres a cinco veces más que la cruenta y entonces recién terminada I Guerra Mundial.
Aunque fue el jurista y filósofo italiano Giambattista Vico quien, en la segunda mitad del siglo XVIII, planteó la teoría del retorno cíclico de la historia, es el historiador inglés Arnold J. Toynbee quien en el siglo XX profundizó en los básicos postulados de Vico para establecer una verdadera y bien fundamentada teoría cíclica sobre el desarrollo de las civilizaciones. Y el tiempo les va dando la razón a ambos y al proverbio bíblico del Eclesiastés, atribuido a Salomón, que afirma que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Efectivamente, vamos viendo de forma recurrente en casi todos los órdenes, que cambian las circunstancias, pero los hechos se repiten. En este caso que nos trae hacemos referencia a que hace un centenar de años, con su pico de mayor incidencia en el otoño de 1918, aunque se prolongó hasta 1920, el mundo vivió una pandemia de “gripe” que trajo primero temor, después alarma y finalmente hasta pavor dada su elevada mortalidad y las precarias condiciones de la sanidad y la salubridad de aquel tiempo. Aunque en la creciente globalización radique la causa de la rapidísima expansión mundial del Coronavirus, algo que a principios del siglo XX no ocurría, la capacidad, solvencia y eficacia de los sistemas sanitarios actuales son infinitamente superiores a las de entonces y a buen seguro que, más pronto que tarde, consiguen controlar la situación, pese a que hasta lograrlo nos aguarde un período de incertidumbre y padecimiento.
La pandemia de 1918, como ya apuntábamos, fue indebidamente llamada “gripe española” porque el virus que la ocasionó no tuvo su origen en nuestro país, sino muy probablemente en Estados Unidos, concretamente en Kansas, y traído a Europa, a través de Francia, por soldados americanos movilizados para participar en la I Guerra Mundial. Otras fuentes apuntan a que su primer origen pudo radicar en un brote vírico respiratorio acontecido en la propia Francia en 1916 o, incluso -¿les suena de algo?- en China, donde en 1917 ya había surgido un alto repunte de enfermedad neumónica del que un año después pudo derivar aquella gripe. Al parecer, se le dio el nombre de española por dos motivos: al no participar nuestro país en la Guerra Mundial y mantenerse la libertad de prensa, salieron frecuentes datos y sin censurar de la incidencia de la epidemia aquí, mientras que en los diarios de los países en conflicto solo se informaba de la guerra; por otra parte, dadas la extrema pobreza y las carencias de todo tipo en aquel momento, su propagación y efectos fueron especialmente altos en nuestro país. Bailan las cifras según las fuentes consultadas, pero los fallecidos en España por aquella epidemia oscilan entre los 182.000 -dato oficial del Instituto Geográfico y Estadístico- y los 300.000 -estimación más alta de varios estudios independientes- y su contagio pudo alcanzar a cerca de ocho millones de personas, un 40 por ciento de la población de ese momento. La esperanza de vida media en nuestro país en aquel tiempo era de 41 años y la mayor incidencia se produjo, al contrario que en la pandemia actual, en la horquilla de población entre 20 y 40 años de edad.
Centrándonos en las circunstancias que se vivieron en nuestra provincia durante la incidencia de la “gripe española” de 1918, especialmente en su segunda y más álgida ola, que tuvo lugar en otoño, sobre todo en el mes de octubre, cabe significar que la nuestra fue una de las provincias españolas oficialmente declaradas como “zona afectada”, situándose la repercusión en ella en una zona media-baja respecto al resto de las provincias españolas, la práctica totalidad de ellas también damnificadas. Solo Canarias se libró de esta epidemia en sus tres olas. Según datos estadísticos provincializados, en el momento de mayor virulencia de aquella epidemia de gripe española -repetimos, otoño de 1918-, en Guadalajara se llegó a producir una tasa de mortalidad de entre un 4 y un 6,99 por ciento de las personas que contrajeron la enfermedad, similar a las de Soria y Cuenca, algo superior a la de Madrid e inferior a las de Segovia, Zaragoza y Teruel, por compararla con las de las provincias limítrofes. Las más altas tasas de mortalidad de aquella segunda ola se produjeron en la actual Castilla y León, Cantabria, País Vasco -excepto Vizcaya-, Navarra, Aragón, Valencia, Murcia y parte de Andalucía -Huelva, Granada y Almería-.
Para conocer el ambiente informativo y social en el que se produjo aquella dramática epidemia gripal de hace 102 años, he acudido a la prensa provincial de entonces y, de entre ella, muy especialmente, al semanario Flores y Abejas que fue el que de forma más reiterada y amplia trató el asunto pues, en otras cabeceras de aquel tiempo, por ejemplo, La Palanca, se pasa sobre el tema literalmente de puntillas. Una de las primeras ocasiones en que Flores y Abejas trata con cierta profundidad el asunto de la epidemia es a primeros de octubre de 1918 cuando se queja amargamente de que el ministro de la Gobernación hubiera suspendido las ferias de la capital -entonces se celebraban mediado este mes- para evitar la propagación de la enfermedad, mientras que a la ciudad de Soria había permitido la celebración de las fiestas de San Saturio, a primeros del mismo mes. Estas líneas textuales están tomadas de un suelto titulado Desigualdad de trato : “La locura es perjudicar al comercio de Guadalajara, mientras se beneficia al de Soria. Aquí se ha prohibido la feria por temor a la propagación de la gripe y, en cambio, han comenzado a llegar Jurados procedentes de todos los pueblos de la provincia y aquí nadie protesta de que nos traigan la epidemia. Lo cierto y verdad es que Guadalajara carece de personas que defiendan sus intereses (…)”. Además de las ferias arriacenses, Gobernación también prohibió las de Sigüenza, Torija y Cifuentes por causa de la epidemia -en muchas ocasiones se apelaba a ella como “grippe”, como se ve en la ilustración de la época que acompaña este artículo-; las seguntinas fueron suspendidas cuando ya se habían iniciado “con mucha mayor concurrencia que otros años”, según informa el mismo periódico.
Como en muchos lugares de España, en Guadalajara, en Atienza y en otros municipios de la provincia se celebraron misas, procesiones y rogativas a San Roque, el santo tenido por mayor protector de la peste y otras epidemias y cuyo culto está aquí tan extendido. Con esta ironía se recogía en la sarcástica sección “Floreos y Aguijonazos” esta noticia: “Al glorioso santo,/según mis noticias,/el próximo miércoles/le harán rogativas,/para que nos libre/de los alarmistas,/que son la epidemia/más grave del día”. Vico y Toynbee tenían mucha razón con su teoría cíclica, incluso Roxy Music en su conocido tema “Same old scene” (“Siempre la misma escena”). Por cierto, el entonces obispo de Zamora, Antonio Álvaro, que previamente había sido profesor de hebreo y filosofía en el seminario de Sigüenza, se saltó la prohibición del gobernador de promover actos públicos con alta concentración de gente y celebró una multitudinaria misa y novena también en honor a San Roque, hecho al que algún analista atribuye el repunte en contagios de gripe que tuvo lugar en Zamora después de aquella rogativa.
Tal y como ocurre ahora con una frecuencia inusitada, entonces también se producían noticias falsas (hogaño las llaman “fake news” porque están de moda los anglicismos). Flores y Abejas se queja amargamente de ello cuando acusaba a los periódicos El Imparcial y ABC de afirmar falsamente que en Guadalajara había llegado la epidemia a 360 pueblos, de los 398 que entonces tenía la provincia. El periódico local dijo que, según había confirmado en fuentes oficiales, en realidad “eran contados” nuestros municipios con una incidencia verdaderamente grave y que no podía darse por núcleos griposos a “cuatro o cinco personas acatarradas”. Con su habitual provincialismo -con “l”- militante, el semanario alcarreño concluye la información así: “Lo que hay en esta provincia es mucho hambre; esa es la verdadera epidemia”.
Uno de los pueblos de la provincia más amplia y gravemente afectado por la gripe española fue Aldeanueva de Guadalajara. En él se contagió la mitad de la población (alrededor de 200 personas) y fallecieron 20. Una agria polémica entre el alcalde, el médico y el cura con repercusión en la prensa acompañó aquel dramático hecho para este municipio tan cercano a la capital. El alcalde mantenía que había hecho todo lo posible por evitar la enfermedad, especialmente la adopción de medidas higiénicas y profilácticas, mientras que el médico le acusaba de no hacer nada de lo que le aconsejó o hacerlo tarde y mal. El cura, simplemente alegaba que no había permitido que la ermita se usara como morgue siguiendo el consejo del médico, mientras que el alcalde, en una entrevista, afirmó que sí se había usado, cuando en realidad es que todos los fallecidos fueron velados en sus propias casas, constituyéndose en un foco de contagio. Parece ser que un mal uso del lavadero y varios estercoleros no controlados también se aliaron con el virus. Por cierto, en Centenera, pueblo vecino, no hubo ni un solo caso.
Como dice Machado en sus Proverbios y Cantares, “todo pasa y todo queda”… Y aquella gripe pasó y hasta los periódicos de la época pronto dejaron de hablar de ella, hasta el punto de que la última información, ya de noviembre de 1918, que Flores y Abejas recoge sobre esa dura ola otoñal de la epidemia, hace referencia a que los mozos de Pastrana se quejaban porque, superada la enfermedad, seguía cerrado el salón de baile. ¡Quédense en casa que algún día volverá a salir el sol!