Juan Ignacio Cortés: “La historia de abusos en la Iglesia es mucho más terrorífica que la idea que tenemos”

05/06/2018 - 11:04 Marta Martínez

Cortés, periodista guadalajareño, acaba de publicar 'Lobos con piel de pastor. Pederastia y crisis en la Iglesia católica'.

Juan Ignacio Cortés Carrasbal es uno de los autores que estos días han firmado libros en la Feria del Libro de Madrid. Acaba de publicar 'Lobos con piel de pastor. Pederastia y crisis en la Iglesia católica', de la editorial San Pablo, una investigación periodística que analiza la situación en España en el contexto de lo que está sucediendo en otros países. En sus más de 300 páginas resume lo acontecido desde finales del concilio Vaticano II hasta la actualidad, explora las dimensiones del problema, las medidas adoptadas –o la ausencia de ellas– y recoge testimonios de víctimas, religiosos y psicólogos.

Cortés (Guadalajara, 1970) es periodista. Inició su carrera profesional en El Decano de Guadalajara y posteriormente se especializó en periodismo social y religioso gracias a una dilatada trayectoria en varias revistas del sector. También ha trabajado en comunicación institucional en el ámbito de la cultura. En el plano internacional destaca su experiencia en Amnistía Internacional y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), una agencia de Naciones Unidas con sede en Roma, y sus numerosos viajes, de los que ha dejado constancia en reportajes publicados por distintos medios. De uno de ellos surgió su primer libro, 'Noticia del Brasil' (2004).

Tras ser presentado en Madrid, 'Lobos con piel de pastor. Pederastia y crisis en la Iglesia católica' se presentará en Guadalajara el día 20 de junio, en la Biblioteca Pública de Dávalos, a las 19.00 horas.

- Preséntenos su libro. ¿Qué puede encontrar el lector en él?
Cuando me lo encargaron, lo que me planteé es qué podía aportar yo. Me di cuenta de que había un vacío, que no había un libro en español que contase cómo se desarrolla la historia desde que empiezan a verse  los primeros signos de la crisis de sacerdotes pederastas, por los años 50 y 60 en EEUU, hasta hoy. Quería ver lo que había pasado en otros países y en España. En España no sabemos bien lo que está ocurriendo; sabemos que hay 50 o 100 casos de abusos de menores a manos de sacerdotes, pero todo el mundo sospecha que puede haber muchos más, porque la historia se ha repetido en todos los países: se empezaban a detectar algunos casos, la Iglesia intentaba disimularlos como hechos aislados y cuando estallaba el escándalo se descubría que había centenares de abusadores y miles de víctimas. Se teme que eso pueda estar pasando en España, pero a ciencia cierta no se sabe. También quería averiguar lo que está haciendo la Iglesia española en sus distintas instancias para dar atención a las víctimas, como hijos de la Iglesia que son. La verdad es que no les está prestando mucha atención, tiene una posición muy defensiva, de no afrontar el problema y eso debería cambiar. Si este libro contribuye un poco a que eso cambie, estaría contento.

- ¿De dónde surge su interés por el tema de la pederastia en la Iglesia?
Es una apuesta muy valiente de la editorial San Pablo, una editorial católica. Una apuesta que tiene mucho que ver con la persona que ahora es directora editorial y que en su momento era la directora de la colección Alternativas, donde se ha publicado el libro, María Ángeles López Romero, que es también periodista y una creyente muy valiente. Me lo propuso. Yo lo rechacé inicialmente, pero, gracias a su insistencia, acepté, un poco como desafío personal. Es un tema del que todos hemos oído hablar, pero lo solemos relegar a un segundo plano porque es muy antipático y desagradable. Cuando empecé a leer y documentarme, vi que era una historia tremenda, que tiene todos los ingredientes: sexo, religión, traiciones... casi una tragedia de Shakespeare. Pero es sobre todo una historia de horror y de dolor, una historia que no se ha contado, al menos yo no conozco un libro en español que ofrezca toda la perspectiva, sí hay alguno sobre casos concretos. Entonces me pareció que esa podía ser una aportación interesante, que era una historia que merecía la pena ser contada y esa impresión la confirmé cuando hablé con la primera víctima. Ella me permitió asomarme a la historia de horror que vivió en su momento y sigue viviendo y es cuando pensé que lo mínimo que podía hacer por esas personas que han accedido a hablar conmigo y me han mostrado sus heridas era contar su historia.

- Que sea una editorial católica ¿le ha condicionado de alguna manera? Porque este libro se puede tomar como un acto de valentía, de denuncia, o una forma de intentar llevar el tema a su terreno.
En la gente a la que abordé para contar la historia causaba sorpresa, tal vez un poco de suspicacia, y luego admiración. Cuando entrábamos en materia y les exponía la idea que tenía, veían que lo que se pretendía no era lavar la cara a nadie, sino contar la historia. Las suspicacias se transformaban en respeto a la editorial.

- ¿Qué sorpresas se ha llevado durante su investigación?
No sé si se puede llamar sorpresa, pero lo que he visto ha sido que la historia es bastante más terrorífica que la idea que tenemos todos, esa de un sacerdote que en un momento dado se extralimita un poco, es demasiado cariñoso, confunde churras con merinas... En algunos casos ha sido así, pero en muchos otros estamos hablando de verdaderos criminales en serie, gente que ha abusado de centenares de niños sometiéndolos a todo tipo de perversiones y abusando de ellos a veces durante años. Y con un grado de frialdad tremendo. Hay casos como el del arzobispo de Viena, Hans Groer, un gran escándalo en Austria, en el que la acusación de abusos contra él se produce cuando publica una carta pastoral en la que dice que los pederastas irán al infierno. A partir de ahí, todo el silencio y rabia de las víctimas que habían sufrido abuso por su parte estalla y van a los medios de comunicación y le denuncian. Historias de frialdad parecidas, que van más allá de la hipocresía, se han repetido y ahí ves la dimensión del horror.

- El título es muy gráfico, `Lobos con piel de pastor’, porque precisamente los abusos provienen de personas en las que las víctimas confían, que deberían ser sus cuidadores...
En el caso de los abusos sexuales de menores siempre es así, suelen ser personas cercanas, eso es lo que lo hace tan terrible. En el caso de los sacerdotes, no es solo una persona que debería cuidar de ti, sino que se supone que representa a Dios para los católicos. Dios, que es el creador, la pureza, la bondad infinita... de repente la persona que lo representa es la persona que te tortura y que te viola. Hay una frase muy gráfica de una de las víctimas, Marie Collins, que lo resume: Las manos que un día se introducían en mi vagina y me violaban, al día siguiente me daban la comunión. Es terrible.

- Dice que la Iglesia española no ha hecho nada para atender a las víctimas ¿Cuál ha sido su  reacción, qué medidas ha tomado?
La Iglesia ha reaccionado, básicamente, igual en todos los sitios. Ha intentado tapar el problema, disminuir su importancia, lo cual causa un doble dolor a las víctimas, porque encima de ser víctimas tienen que aguantar que les digan que a lo mejor están exagerando. Eso ha sucedido en todos los sitios, pero en países como EEUU, Irlanda o Australia ha habido grandes escándalos y la Iglesia se ha visto obligada a tomar medidas por la presión. Eso, hasta ahora, no ha sucedido en España. A mí me gustaría, y esa es una de las intenciones del libro, que la Iglesia española hiciese algo antes de que estallase ese gran escándalo. Que pusiera en marcha un servicio de atención a las víctimas, que las tratase con decoro, porque todas con las que he hablado se sienten maltratadas por la Iglesia, sienten que no les han escuchado, que han puesto penas ridículas a sus maltratadores o no han hecho nada contra ellos. Aquí la Iglesia está totalmente a la defensiva y eso tiene que cambiar. Tiene unos protocolos de actuación, cuando los tiene, que son horrorosos, mirando a las víctimas como a enemigos y lo único que intenta es que estos casos no repercutan en la Iglesia, ni en condenas penales, ni económicas, porque en este tipo de casos es responsable penal subsidiaria.

- ¿Se ha encontrado con trabas a la hora de que la Iglesia le facilitara información?
En general no. Ha habido alguna gente, por ejemplo la Conferencia Episcopal, que no ha querido contestar a mis preguntas, pero ha habido otra mucha gente que sí. Lo que sí es verdad es que muchos me han contestado para decirme que no tienen ningún protocolo de actuación para estos casos y eso me parece muy preocupante, porque sabemos que el problema puede estar ahí, y es mejor prevenir que curar.

- De cara al futuro, ¿cree que esta situación puede cambiar por la postura del Papa y casos como el de los obispos de Chile?
Sí. Creo que el caso de Chile es un buen espejo en el que se pueden mirar muchas iglesias que no están haciendo nada y reaccionen ante los abusos. Creo que desde Benedicto XVI y sobre todo con el Papa Francisco el papado ha dejado muy clara su voluntad de actuar contra esta lacra. Otra cosa es si lo está haciendo deprisa o despacio, o está haciendo lo suficiente. Yo creo que tendría que hacer mucho más. Para empezar, sacar todo esto de la esfera del secreto pontificio y tratar todos estos casos con mucha más transparencia. Creo que el Papa está haciendo sus deberes, pero él solo no hace la Iglesia y tiene que ir acompañado por el resto. Espero que el cambio sea irreversible. Pero creo que no solo en la Iglesia, sino en toda la sociedad estamos asistiendo a un cambio con las reacciones que vemos al caso de la Manada, el escándalo Weinstein en el mundo del cine... Creo que la gente cada vez está tomando más conciencia sobre los abusos sexuales, sobre los abusos de poder en todas las esferas.

- Hablamos de la responsabilidad de la Iglesia, pero ¿y la sociedad? porque mientras todo esto pasaba, la gente, y los católicos en particular, miraban hacia otro lado.
Es un tema desagradable y tendemos a apartarlo de nuestro campo de visión. Decimos que la Iglesia no ha hecho los deberes, posiblemente la sociedad tampoco, pero otra institución que también tendría mucho que decir es el Estado. Muchos de los abusos psíquicos, morales y sexuales se daban, por ejemplo, en hospicios del Franquismo, instituciones del Estado cuya gestión estaba encomendada a órdenes religiosas. Los que abusaron fueron los religiosos, pero la responsabilidad era del Estado. Eso en Irlanda se vio y estalló el escándalo de los internados a finales de los 90 y la Iglesia pidió perdón y el Estado también. Aquí eso no ha pasado y no creo que pase.