La azudense Oksana ve cómo los rusos bombardean el lugar de residencia de su familia, a un paso de la OTAN
Caen bombas en el aeropuerto de Lviv, Leópolis, a 70 kilómetros de Polonia, el que usaba esta ucraniana con residencia en Azuqueca para ir a ver a su familia en Ucrania.
Rusia bombardea Leópolis. Ha bombardeado el aeropuerto de Lviv y una zona residencial, echando por tierra la más mínima esperanza de escape por vía aérea a Europa de los ucranianos de la zona y de todos aquellos que huyen de los ataques rusos de otras partes de la nación. Era la terminal aérea que usaba la azudense de origen ucraniano, Oksana Manzdy, para ir a ver a su familia. Allí solo quedan las mujeres y los niños, que no se quieren marchar, “porque quieren defender nuestro país y no quieren abandonar a sus hijos o familiares que el ejército ha reclutado; es una cruenta invasión, un asunto tremendamente serio”.
Son sus primos y tíos los que están alistados, porque en breve se espera que los rusos peguen el salto del aeropuerto y extrarradios al corazón de la ciudad. “Están realizando controles de entrada y salida a Leópolis, así como ayudando a nuestros compatriotas que necesitan agua, víveres y medicinas y organizando las trincheras que están levantando con sacos terreros con la colaboración ciudadana”, asegura Oksana.
La situación es mala, terrible, horrorosa, pavorosa, espantosa… Ella no tiene palabras para describir el paisaje que sus familiares, con los que de momento puede hablar a diario, dibujan: Muchísima gente en la ciudad, ya que los refugiados de guerra del norte, centro y este se acumulan a la espera de que puedan cruzar a Polonia; seres humanos hacinados en la estación esperando el anhelado tren que les lleve a la nación vecina; mujeres y niños por las calles en busca de un techo… La guerra llama a sus puertas. Entre tanto la familia de Oksana aún dispone de víveres, un techo en el que albergarse y agua. Allí no solo viven ellos, ya que abren sus puertas en la medida que pueden a la gente que lo necesita. A día de hoy. Mañana no se sabe lo que va a pasar, “está en manos de Putin”, lamenta.
Pero Oksana, desde el mismo día del bombardeo, está manos a la obra, “a Dios rogando y con el mazo dando”, para proporcionar ayuda humanitaria y alojamiento seguro en España a la gente de su misma sangre, eslavos, por otra parte, primos hermanos de los rusos. Ella hace todo lo que está en su mano para enviar alimentos no perecederos y medicamento a los ucranianos que lo necesitan. Va con un autobús cargado de ayuda hasta uno de los centros de refugiados que hay en Varsovia y regresa con el mismo autobús ocupado hasta el último asiento de seres humanos que gracias a sus gestiones pone a salvo.
“Al principio íbamos con los autobuses y sólo se montaban los que estaban en una lista que previamente habíamos confeccionado”, indica. Pero ahora la situación es distinta: “Hay muchísima gente con gran ansiedad por marcharse a Varsovia o Cracovia, donde hay centros de refugiados, porque la guerra ya ha llegado hasta nuestras puertas”, ilustra, tras recordar los malos momentos que estaban pasando los conductores de los autobuses que se encuentran con que tenían que decir “no” a las intenciones de las mujeres, con sus hijos, de subirse al vehículo si no están en la lista. La situación es de tal envergadura que han tomado la decisión de dejar subir a los primeros que llegan y tomarles nota una vez están a bordo.
Pero no lo tienen tan fácil llegar hasta la plataforma humanitaria que les pondrá a salvo, ya que muchas de las mujeres están siendo víctimas de violaciones o de engaños, ya que personas malintencionadas ponen vehículos a su disposición con el nada loable objetivo de usarlas para su mercadeo. Cuando pasa una serie de días tienen que salir a la calle y dormir al raso para dar entrada a los que llegan. “Les damos instrucciones encaminadas a que se aseguren que el vehículo al que se suben con sus hijos e hijas es el nuestro”, aporta Oksana.
Esta ucraniana de Azuqueca está muy agradecida por el apoyo que les están dando los españoles: “Agradezco a España y a los españoles su ayuda, porque no se lo piensan dos veces cuando tienen que ir allí a ayudarnos, hasta tal punto que los que colaboran con nosotros en Varsovia son voluntarios españoles, les estamos agradecidísimos”, concluye.