La ciudad de Guadalajara recibe al nuevo obispo, Julián Ruiz
Amplia galería gráfica en el interior de Rafael Martín.
Tras su toma de posesión el pasado sábado 23 de diciembre en Sigüenza, el nuevo obispo, monseñor Julián Ruiz Martorell, celebraba hoy, 26 de diciembre, su primera y solemne eucaristía en Guadalajara en la concatedral de Santa María.
Previamente el obispo era recibido a las puertas de la concatedral por la mayor parte de la Corporación municipal, encabezada por su alcaldesa Ana Guarinos. Al acto también acudían la consejeria de Igualdad, Sara Simón; y los diputados nacionales Alberto Rojo y Antonio Román, entre otros representantes públicos.
Era el obispo emérito, Atilano Rodriguez, quien ejercía las presentaciones de los distintos miembros del equipo de Gobierno en este primer acto del nuevo obispo en la sede guadalajareña de la diócesis, mientras que Juan Ruiz les iba saludando uno a uno.
En el templo, junto a la Corporación y una amplia representación de autoridades provinciales y regionales, numerosos fieles quisieron compartir la eucaristía de bienvenida, dedicada a San Esteban, protomártir y concelebrada por todos los sacerdotes de Guadalajara.
Tras una breve presentación de la diócesis por parte de su antecesor, Julián Ruiz se dirigía por vez primera a fieles en Guadalajara y agradecía las numerosas muestras de cariño y afecto recibidas desde su llegada a la diócesis, al tiempo que ha invitado a todos “a realizar una acción continua de gracias al Señor, porque ha estado con nosotros, junto a nosotros, en medio de nosotros”.
Aludiendo a la vida de San Esteban y su vocación de servicio y caridad el nuevo obispo ha señalado la necesidad de poner la mirada sobre los más vulnerables y los más necesitados, al tiempo que ha augurado que “la diócesis de Sigüenza-Guadalajara se merece un futuro que siga siendo de testimonio y de servicio”.
Tras finalizar la eucaristía el obispo volvía a saludar a todos los miembros de la Corporación presentes, y a los feligreses que quisieron acercarse.
El himno de la Virgen de la Antigua ponía el broche musical a una ceremonia que había comenzado con el repique de campanas y la música de las dulzainas a las puertas del templo.