La cuenta atrás de Putin
Participo en un curso de verano sobre el futuro de Europa, sobre los diferentes riesgos que afrontamos en un mundo en permanente cambio. Lo dirige Nacho Torreblanca, inteligente y activo, siempre buen amigo, que sabe más que nadie de estas cosas.
Intervengo, junto a Anna Bosch, quien, entre otros muchos destinos, fuera corresponsal para RTVE en Moscú, Xavier Colas, corresponsal de El Mundo en la capital rusa hasta que el Kremlin anulara su visado hace un par de años, y Nicolás de Pedro, especialista de amplio espectro en los países exsoviéticos, en una mesa redonda sobre Ucrania. Coincidimos unánimemente en que si nos dejáramos de eufemismos para denominar aquello -Putin lo bautizó como “operación militar especial”- y nos refiriéramos a “la invasión” de Ucrania en vez de a “la guerra”, se entendería todo mucho mejor. Es fácil salir con la pancarta del falso pacifismo, del “no a la guerra”, como si estuviéramos ante un conflicto entre iguales, dos Estados que hubieran decidido enfrentarse a duelo. Saquemos la del “no a la invasión”, como se hizo acertadamente cuando lo de Irak, y se entenderá todo mucho mejor.
Sobre la mesa pusimos distintos asuntos, las causas, la evolución del conflicto, las perspectivas de futuro, y buena parte de las respuestas giró en torno a la lucha contra el tiempo emprendida por Putin. Todo el mundo en Rusia, dijo Colás, tiene 73 años, la edad de Putin, ya que su recorrido vital está asociado al del país que rige con mano de hierro, y se le está acabando el tiempo. Pero Putin también lucha contra el colapso económico de Rusia que, más pronto que tarde, se producirá, de ahí su urgencia por hacer creer al resto del mundo que la victoria está de su lado, que no hay nada que hacer contra ello, que lo mejor es rendirse. El mandatario ruso necesita desincentivar, necesita engañar a los enemigos que ha ido creando en estas últimas décadas para que no hagan nada, dar la sensación de ser más de lo que es, de aparentar la amenaza que ya no es.
Cierra el curso Felipe González, que ha venido a hablar de Europa y no de la actualidad política, a contar la importancia de aquel hecho, el ingreso de España en las comunidades europeas hace cuarenta años. Las amenazas, dice, están ahí. Sobre todo la del nacionalismo, que está pudriendo Occidente bajo la fórmula populista. Un populismo que se presenta como coherente a fuerza de manipular el relato, pero que socaba los cimientos de lo que somos. Una internacional del nacionalismo, ironiza. Hoy, más que nunca, hay que afrontar las verdaderas amenazas.