La gran nevada
En las redes sociales arreciaron crítica por la ausencia de máquinas quitanieves y agentes ayudando a circular. Nos parecieron excesivas.
Las rogativas que don Atilano el obispo pidió que los religiosos elevasen al altísimo en las eucaristías y en sus oraciones vieron su fruto en forma de prodigioso regalo de Reyes, primero con la llegada de los Magos de Oriente con mucha lluvia y en su día grande con la necesaria, bella y peligrosa nieve. La capital no vivía una gran nevada desde aquel 9 de enero de 2009 cuando trajo el caos pero también estampas para el recuerdo. Las previsiones de los expertos en el mundo de la meteorología se cumplieron. Guadalajara se cubrió de blanco. Circular con el coche a partir de las ocho de la tarde fue una odisea. Derrapaba, se iba para los lados, hubo colisiones, incluso se cortó por esta causa el tráfico en la calle Constitución. La bajada por Salvador Dalí se convirtió en actividad de riesgo como subir por la calle Cifuentes y suponemos que igualmente en las demás cuestas. Literalmente el vehículo no podía ascender y se observaba como el que iba delante retrocedía. Momentos de agobio. El suelo estaba helado y había que caminar con mucho cuidado para no resbalar. Algunas ramas se desprendieron, el autobús no llegaba al Clavín, desde Cuatro Caminos no dejaban subir en dirección a Yebes. En las redes sociales arreciaban las críticas por la falta de máquinas quitanieves y la ausencia de efectivos policiales ayudando a circular. Nos parecieron poco reflexivas. Quitar nieve mientras sigue cayendo no tiene ningún sentido, frenar es una equivocación porque se debe reducir la velocidad sin tocar el freno (lo cual no es fácil y sí perder la calma), no usar cadenas si hay que desplazarse en estas circunstancias desde el inicio del trayecto es imprudente, meter a los niños en el coche y lanzarse a la aventura desoyendo los consejos y confiando en que las fuerzas de seguridad controlen a la propia naturaleza resulta una torpe idea. Cuando nieva de esta manera la responsabilidad empieza en cada uno de los que salimos a la calle andando o en coche. Lo debemos hacer con precaución y siguiendo las recomendaciones que tantas veces nos han repetido. Las críticas, legítimas pues la libertad de expresión es un derecho fundamental, no son, en lo que respecta a nuestra ciudad, nada justas. El operativo fue adecuado, sin evitar lo inevitable. Afortunadamente no hubo incidentes graves y si vimos mucha gente tirándose bolas, riendo, haciéndose fotos, viviendo el momento. La pena es que lloviese de madrugada y el domingo solo quedasen vestigios y la vista de las montañas. Oportunidad perdida de haber disfrutado de un bonito día. Ojalá el próximo no esté tan lejos. De momento, por lo menos, que llueva.