La OTAN en Madrid
Con Ucrania en el corazón pero no en la trinchera, Madrid ha sido la Almería del western de la OTAN, un western de Armani en el palacio de Oriente y de alpargatas en Serrano.
Fue una de las antorchas de la oposición –léase PSOE- cuando Calvo Sotelo preparaba el ingreso en Europa por el flanco militar, uno de tantos pasaportes que pedían en los Pirineos para entrar en el club. A nosotros nos iban a ocupar el suelo con aviones o la costa con buques de diez cañones por banda, a nosotros, que en boca de políticos quiere decir “el pueblo”, que estábamos por la paz porque esta descendía de la paloma de Picasso y se mantenía del pienso de los eslóganes con incienso de canuto: “haz el amor y no la guerra”. A nosotros, soberanos al norte de África, nos iba a venir el tío Sam con leches en inglés.
“OTAN, de entrada NO”, salió de la factoría de Ferraz y aterrizó en plazas mayores y de toros. Felipe y Alfonso, los Peralta de entonces, rejoneaban lo que les echaran y se ponían a la cabeza de una marcha de pancartas de brocha de María de Molina a Torrejón, la base entregada por el difunto al enemigo americano, que hasta Forges se marcaba un letrero en los límites de la alambrada: “Base Aérea de Torrejón de Ardoz… de estómago”. De ahí a tocar pelo y “OTAN, de entrada NO… Pero de salida menos” de los campmanys del ABC, y al final, referéndum cuando el felipato, de aquellas maneras y por los pelos, y las charcas vacías de tanto sapo tragado.
Firma de ingreso y después un ya están dentro, es cuestión de tiempo, en el cuartel general mientras a lo lejos, pues se le censuró en la TVE de todos, se oía a Javier Krahe susurrar su “Cuervo ingenuo”: “Tú ser su mejor cliente; tú, mucho partido, pero ¿es socialista, es obrero o es español solamente? Pues tampoco cien por cien. Si americano también, gringo ser muy absorbente”. El Felipe que “hablaba con boca de serpiente” había llegado a la Moncloa engañando: “Tú decir que si te votan, tú sacarnos de la OTAN, tú convencer mucha gente, tú ganar gran elección. Ahora tú mandar nación, ahora tú ser presidente”. Fue ingresar y hacer peña hasta que un Javier Solana de aquellos de los de pana llegaba, en menos de una década, a secretario general de la cosa. La memoria histórica, o sea.
En ese camino estamos aún, en la caseta de feria de los espejos, donde uno no sabe salir pues sólo se contempla a sí mismo, y hasta se asombra. Cuando creíamos que el límite de la decadencia estaba en el cruce de las coordenadas ZP, llegó el doctor Sánchez y dio un titular en la contra de El Mundo: “Sobra el Ministerio de Defensa”. Con un par. De ahí a felipizarse y trajearse para la cena de Palacio. Qué gran álbum para los nietos, de tardes de otoño donde les contarán quién hizo el traje de la abuela y no cómo se había llegado hasta allí, desde Santurce a Bilbao por toda la orilla, de la desaparición del ministerio de Defensa a la cumbre de IFEMA donde le recuerdan que en este club, además, hay que estirarse.
Con Ucrania en el corazón pero no en la trinchera, Madrid ha sido la Almería del western de la OTAN, un western de Armani en el palacio de Oriente y de alpargatas en Serrano para las hijas del sheriff, de ocupación cienpor de los Four Seasons, Palace y Ritz. Con un trago de bálsamo de Fierabrás en el club, por el estropicio andaluz.