"La pandemia ha hecho que la gente se haya refugiado de nuevo en la religión"
Atilano Rodríguez, el obispo monseñor de la diócesis de Siguenza- Guadalajara con una gran trayectoria profesional, da su perspectiva de la Iglesia actual e invita a los creyentes a no perder la fe.
Estamos en un año en el que vive una doble celebración cuéntenos, ¿Por qué es este año especial para su vida profesional?
Este año es un poco especial para mí porque he celebrdo los 50 años de mi ordenación sacerdotal y también los 25 de mi ordenación como obispo en la diócesis de Oviedo. Desde aquel momento, he trabajado pastoralmente 7 años en la diócesis de Oviedo, 8 años en la diócesis de Ciudad Rodrigo y llevo 10 años ahora en la diócesis de Sigüenza -Guadalajara. Son 25 años como obispo, 50 años en total como sacerdote.
Durante su trayectoria, ha cambiado mucho la Iglesia, ¿Cómo cree que es la Iglesia en estos tiempos?
Ha cambiado en cuanto, digamos, a sus manifestaciones externas, a la realización de la actividad pastoral. Por otra parte, yo diría que se debe mantener el anuncio del Evangelio y la celebración de la fe, a pesar del cambio del tiempo y de las distintas formas de manifestarse esa fe que tienen que permanecer a lo largo de los siglos; porque es el mensaje que el señor encomendó transmitir y por lo tanto, no podemos adulterarlo. En cuanto a expresiones externas, a formas de vivir la religiosidad, a participación en las celebraciones, yo creo que ha cambiado muchísimo: porque hemos pasado de una situación cultural religiosa, donde la mayor parte del pueblo español era creyente; a una realidad donde un porcentaje muy elevado confiesa la increencia y por lo tanto en esta nueva realidad los métodos para evangelizar tienen que ser distintos, porque un cambio cultural como el que vivimos requiere unas formas y unos estilos nuevos.
¿Cómo cree que la pandemia ha influido en la Iglesia y en los creyentes de manera positiva o negativa?
A lo largo de estos últimos años de pandemia, la gente ha vuelto a la fe: ha buscado nuevas respuestas. Y de alguna manera, se ha reencontrado con la Iglesia; la gente se ha refugiado de nuevo en la religión. Yo creo que aquí la pandemia ha provocado dos situaciones: la primera, muy negativa, en el sentido de que han sido muchas las personas que han sufrido la enfermedad y muchas las personas cercanas, conocidas y queridas que han muerto como consecuencia de dicha enfermedad; pero también es importante sacar algunos aspectos positivos como la solidaridad, que se ha manifestado en los comportamientos sociales, valorar el sacrificio y la entrega de los cuerpos y fuerzas de seguridad de los bomberos, farmacéuticos, enfermeras, personal trabajador de los hospitales… Además, el tiempo de reclusión en nuestros domicilios yo pienso que nos ha ayudado a todos a reflexionar sobre el sentido de la vida y la existencia.
Durante más de dos años, se han visto interrumpidas las actividades relacionadas con el Sínodo y la diócesis. ¿Está previsto que se reactiven estas actividades en la Iglesia?
El proyecto de reactivarlo nuevamente, de darle un nuevo impulso, se debe a 3 razones fundamentalmente: la primera, porque el Sínodo significa una participación de todo el pueblo de Dios en una reflexión y en un tiempo de oración pensando en la actividad de la Iglesia en el futuro; en segundo lugar, porque con esta reflexión a través de los distintos grupos sinodales se pueden plantear los temas que vamos a trabajar en el Sínodo; y, finalmente, porque cualquier proyecto de futuro, sino parte de la comunión y de la responsabilidad conjunta, no va a poder ser un proyecto misionero y evangelizador.
Vivimos en una provincia muy despoblada, ¿Qué destacaría usted de las vidas de los sacerdotes en las zonas rurales?
La vida de las zonas rurales, fundamentalmente, en lo referente al servicio pastoral de los sacerdotes es una vida de total donación a la gente: porque los sacerdotes no solamente viven y se mantienen en las zonas rurales, sino que se acercan a cada pueblo y a cada parroquia donde hay una población mínima para poder saludarles, para poder compartir con ellos un tiempo de encuentro, para poder celebrar la fe y para, en definitiva, levantar y elevar la esperanza de estos pueblos. Pienso que tenemos unos sacerdotes extraordinarios, no solamente los diocesanos, sino también aquellos que por estudios en Madrid o en las facultades de Teología procedentes de otros países (como puede ser África o Polonia) están ayudándonos y son muy valorados por su labor pastoral en los pueblos.
Y si hablamos de las vocaciones del sacerdocio en el futuro, ¿Cómo va el tema en la provincia de Guadalajara?
Tengo mucha confianza en el futuro porque se está realizando una muy buena formación pastoral, vocacional y juvenil. En este sentido, siempre he confiando en la iniciativa de Dios, de dar sus frutos. Sin embargo, es cierto que tenemos en Guadalajara únicamente 3 seminaristas que el próximo año y el año siguiente irán terminando sus estudios y accederán a la ordenación sacerdotal.
Para finalizar y dado a que dentro de muy poco tiempo cumple 75 años y solicitará la renuncia como obispo, ¿Podría hacer una valoración de sus años de sacerdocio en Guadalajara?
No es fácil hacer una valoración del trabajo pastoral en una diócesis, no porque quien realiza ese trabajo pastoral fundamentalmente es el señor, es decir, es el mismo Dios. Por otra parte, también es muy difícil hacer una valoración porque el obispo es una pequeña pieza dentro de un organigrama que está fundamentalmente compuesto por los sacerdotes y por muchos laicos que asumen también el proyecto evangelizador. Por lo tanto, he intentado servir, acoger la voz de Dios y estar atento a las iniciativas y a las propuestas de mis hermanos los sacerdotes y de los laicos. Desde ahí, que el señor valore el trabajo realizado; porque como digo, yo no me atrevo a valorarlo.