La pericia de un conductor y un campo de girasol salvan a Embid de las llamas
La tierra estaba nerviosa en Embid, esa aldea donde el silencio es ley y el verano aprieta más de lo que refresca. Ha sido esta misma tarde, cuando el zumbido de una cosechadora se convirtió en el crujido seco de un incendio en marcha. “La máquina se ha quemado entera”, relata con voz serena el exalcalde, Anselmo Lope, que llegó al lugar poco después del primer aviso y que hizo estas declaraciones de forma casual. “Pero ha habido suerte. El conductor ha tenido la habilidad de verlo y meterse a las pipas”.
Las “pipas” son en realidad girasoles, un campo todavía sin cosechar que ha hecho de cortafuegos improvisado. El incendio no se propagó más allá. “No ha habido nada de cosecha, ni nada, más que la máquina”, cuenta Lope con un alivio que todavía se palpa por teléfono. La acción rápida del conductor y la naturaleza del cultivo evitaron lo que podría haber sido una tragedia agrícola y ecológica en un día "muy inapropiado".
La emergencia movilizó al Plan Infocam. “Ha llegado el camión de los bomberos y ahora vienen dos más”, explica el antiguo alcalde mientras enumera los recursos. El helicóptero de Plan Infocam, aunque sobrevoló la zona, no intervino. No hizo falta: la tierra había puesto de su parte.
Embid, con a apenas cien habitantes, es uno de esos pueblos que vive entre lomas y barrancos, rodeado de monte bajo y cereal, con la Sierra de Caldereros al fondo y la historia prendida en cada piedra. Aquí, como recuerda Lope, “ayer no dejaron segar porque hacía mucha calor”. Hoy, en cambio, el aire soplaba con fuerza, un viento traicionero que habría podido alimentar las llamas de no ser por ese mar de girasoles.
“El susto ha sido mucho, porque cualquier incendio por aquí es escandaloso”, admite el que fuera alcalde del municipio. Lo dice con la responsabilidad de quien sabe que en la comarca de Molina-Alto Tajo cada chispa cuenta y que la despoblación no impide que la amenaza sea real. “Si no llega a ser por el girasol, el fuego hubiera pegado y con este aire, vete tú a saber”.
Mientras el humo se disipa y los vehículos del Infocam se retiran, en Embid queda el recuerdo del sobresalto, la gratitud a quien reaccionó a tiempo, y el testimonio de un alcalde que no dramatiza pero tampoco disimula: “Gracias a que ha habido el girasol”. No es poesía. Es la verdad cruda de un pueblo que, una vez más, ha visto pasar el fuego sin que lo devore.

