Las tablas de la salvación de San Ginés

03/03/2019 - 12:27 Jesús Orea

No se trata de un actuación ornamental sino urgente y para salvar uno de los monumentos de referencia de la ciudad pues esta iglesia tiene la calificación de BIC desde abril de 1996.

Como habrán podido observar los viandantes que hayan pasado en las últimas semanas por ese gran salón urbano, a mi juicio ya el principal, de la ciudad que es la plaza de Santo Domingo, la iglesia de San Ginés, que preside de forma señera este importante y céntrico entorno de Guadalajara, se encuentra en obras y no precisamente menores. No se trata de una simple actuación puntual o de reparación de alguna pequeña patología de este histórico edificio, sino de un proyecto de envergadura y costoso pues afecta al conjunto de la cubierta del templo que, en algunas de sus partes, presentaba incluso riesgo de desplome ante el notable deterioro de su estructura. El presupuesto inicial de las obras se cifra en torno a los 260.000 euros, pero es muy probable, como suele suceder en este tipo de intervenciones en edificios antiguos y de gran valor histórico-artístico, que cuando concluyan supere esa cantidad al estimarse necesario acometer trabajos sobrevenidos, inicialmente no previstos. 

No caigo en el alarmismo ni en ningún otro “ismo” exagerado si afirmo que las obras que se están ejecutando en San Ginés son urgentes, incluso casi de emergencia, pues he podido comprobar, directamente, en el informe que en su día emitió el arquitecto superior, Joaquín Garre, que era tal el estado de deterioro de la estructura bajo cubierta, especialmente en la zona del ábside, aunque también en las naves central y laterales, que unas circunstancias climatológicas muy adversas, como fuertes lluvias, nevadas e, incluso, intensos vientos, podrían haber derivado en su desplome. Ante esta situación, el actual equipo parroquial de San Ginés, con don José Hernández al frente, su párroco desde hace año y medio, se ha visto obligado a actuar con celeridad, debidamente asesorado por técnicos especialistas y siempre contando con el visto bueno y apoyo de la delegación diocesana de patrimonio cultural, además de con la correspondiente licencia municipal.

Una de las fotos que acompaña este texto forma parte, precisamente, del informe facultativo que la parroquia de San Ginés envió hace unos meses al ayuntamiento para darle cuenta de la situación de la cubierta, al tiempo que para solicitar su colaboración. Ese apoyo ha de llegar, de hecho ya está llegando, tanto en forma de recomendaciones técnicas como de ayuda económica pues el importante coste de las obras será fundamentalmente sufragado por la diócesis, la propia parroquia, endeudándose, y los donativos de sus feligreses. Estimo justo y necesario que el consistorio local también se implique en esta intervención en San Ginés pues no se trata de una actuación ornamental, sino urgente y para salvar uno de los monumentos de referencia de la ciudad pues esta iglesia, desde abril de 1996, tiene la calificación dada por el propio ayuntamiento de Bien de Interés Cultural (BIC) y también es uno de los 13 elementos de composición urbana que conforman el Catálogo de Ambientes urbanos, seleccionados en función de su homogeneidad, personalidad o uso.

 

La cubierta de San Ginés ocupa una extensión total de 664 metros cuadrados de los cuales 314 corresponden a la nave central, 177 a la nave oeste (la que da a la calle Virgen del Amparo), 106 a la nave este y 67 al ábside que fue el primer espacio que ofreció síntomas preocupantes de su estado y, a finales de 2017, ya fue objeto de una primera actuación de urgencia para impedir su desplome sobre la zona del presbiterio. La fotografía a la que hemos hecho antes referencia corresponde al espacio bajo cubierta de la nave oeste y en ella se puede advertir su acusado estado de deterioro pues su estructura y tableros de madera presentan signos de desplazamiento de apoyos y pudrición. El informe técnico del arquitecto Garre, antes aludido, se refiere así literalmente a la situación de este espacio: “Probablemente sea esta la cubierta que se encuentra en peor estado. A finales del siglo pasado fue objeto de una reestructuración completa. Sobre el tablero de madera existente, se ejecutó una capa de compresión de hormigón de unos 4 cm. pudiendo comprobar su espesor través del lucernario, y se remató con teja mixta cerámica, recibiendo todas las tejas con mortero de cemento, lo que impide su normal dilatación. Exteriormente muestra un aspecto homogéneo, pero interiormente la situación es caótica. En 2016 se hundió parte del falso techo que lo ocultaba, lo que nos ha permitido ver el estado en que se encuentra el tablero de madera”. Como verán, la situación era grave y obligaba a actuar de inmediato para salvar la integridad del histórico edificio y, en un momento dado, hasta la de sus feligreses y visitantes pues es uno de los templos de la ciudad por los que pasan más turistas al figurar en todas las guías y estar emplazado en un lugar tan de referencia y obligado paso.

Llegados a este punto me ha venido al recuerdo un avatar muy singular que tuvo que ver con otra actuación -en este caso, ciertamente chapucera- que, hace décadas, se llevó a cabo en la cubierta de San Ginés para tratar de echar aguas afuera. Resulta que, en esta iglesia que, como es sabido, fue previamente la conventual de Santo Domingo de Guzmán -de ahí el nombre de la plaza que preside-, y dedicada a San Ginés desde el derribo en 1836 de la primitiva iglesia de este mismo nombre -que estaba donde actualmente radica el palacio de la Diputación- se custodiaron desde tiempos de la Desamortización de Mendizábal seis valiosas tablas que, en su momento, formaron parte del retablo gótico de la iglesia de San Francisco. Son las conocidas como “Tablas de San Ginés”, de estilo hispano-flamenco, y representan varias escenas de la vida de Cristo, dándose la circunstancia de que en una de ellas (en la foto) se puede ver nítidamente e identificar el rostro de su mecenas, el gran Cardenal don Pedro González de Mendoza. Esas históricas y valiosas tablas, de las que cinco de ellas están en posesión del ayuntamiento de Guadalajara desde la posguerra tras ser restauradas en el Museo del Prado, durante sus décadas de estancia en la iglesia de San Ginés llegaron a tener algunos usos muy poco nobles y adecuados, entre otros el de servir para tapar agujeros en la techumbre con el fin de intentar evitar goteras. O sea, que se emplearon como simples tableros bajo cubierta lo que eran tablas de un gran valor histórico y artístico. Por cierto, también sirvieron en su momento como altar e, incluso, como baranda del coro, aunque durante otro tiempo sí tuvieron un emplazamiento y uso más adecuados pues estuvieron colgadas y expuestas en algunas paredes interiores del templo.

Como en tantas otras ocasiones, el gran Cronista Provincial que fue Francisco Layna Serrano, en colaboración con el entonces párroco de San Ginés, Vital Villarrubia, fue quien puso fin a aquellos tan inapropiados usos para tan importante patrimonio pictórico y, tras la Guerra Civil, en que desapareció una de las seis tablas en los devastadores saqueos que sufrió el templo, logró que fueran restauradas en el Museo del Prado, contando para ello con el decisivo apoyo del entonces alcalde, Pedro Sanz Vázquez. Don Pedro, como fue conocido en Guadalajara este carismático primer edil, impulsó el acuerdo municipal de que, tras aquella restauración salvadora, las “Tablas de San Ginés” fueran custodiadas por el ayuntamiento hasta que la diócesis decidiera su destino y uso más adecuados, si bien siguen estando en poder del consistorio que, frecuentemente, las cede para formar parte de relevantes exposiciones, sobre todo la tabla del Cardenal Mendoza, que suele ser la más demandada por los comisarios. Nada más lejos de mi intención avivar polémica alguna sobre la posesión y la nuda propiedad de estas obras de arte; simplemente, me he limitado a contar lo que yo se que, evidentemente, es la verdad pues mis fuentes son los dos últimos cronistas provinciales, Layna Serrano y Herrera Casado, aunque pueda no ser toda ella. 

En todo caso, me consta la colaboración ya prestada por el ayuntamiento para que se lleven a cabo las obras que se están acometiendo en San Ginés y el interés real en incrementarla por parte de Antonio Román. Confío en que también haya altura de miras en el resto de grupos políticos municipales y la ciudad no de la espalda a uno de sus más señeros monumentos y que siempre la ha mirado de frente.