LLámame Buen Amor (I)


Este fin de semana se celebra el Festival Medieval de Hita, fundado en 1961 por Manuel Criado de Val. 

Este fin de semana se celebra el Festival Medieval de Hita, fundado en 1961 por el admirado filólogo y amigo D. Manuel Criado de Val. En el próximo artículo hablaré de Criado y del “Libro de buen amor”y de su autor Juan Ruiz. Hoy me parece útil presentar como contexto las distintas concepciones del amor en la literatura medieval y renacentista. Esas variedades son: amor platónico, amor “udrí”, cortés, caballeresco, dolce stil nuovo, y el amor religioso y místico, del que hablé en mi artículo anterior. El amor platónico no es en realidad una experiencia afectiva, sino una metafísica del abandono progresivo de la materia. La contemplación del cuerpo bello nos expulsa del cuerpo hacia la belleza en sí misma y en última instancia hacia el Uno que constituye el fulcro de toda la realidad. El amor udrí recibe su nombre de la tribu de los Banu Udra; el amante contempla el cuerpo de la amada a través de velos transparentes, pero vence su impulso sensual y se mantiene casto y respetuoso. El amor cortés es el amor verdadero, tan contemporáneo como medieval. Es un amor sentimiento hacia la amada en su cuerpo y espíritu. El teorizador del amor cortés fue Andreas Capellanus (el capellán Andrés) que hacia 1180 puso en circulación el tratado De amore libri tres; hoy lo traduciríamos como “Tres ensayos sobre el amor”. El amor cortés es siempre sincero y por eso siempre respetuoso y ajeno a cualquier abuso de la amada. De ahí que no tenga mucho sentido para un historiador de la cultura preguntarse si era casto o sexual. El amor sincero es un gozo con toda la persona querida: espíritu y cuerpo. El amor cortés es presencia, diálogo, entrega y elevación de la persona amada. De hecho, el gran pecado de Calisto en la Celestina es que a Melibea la convierte en su dios. En este caso la elevación se convierte en sacrilegio. El “dolce stil nuovo” tiene sus más brillantes expresiones en Dante y Petrarca. La amada no está ya en este mundo, pero su recuerdo-presencia inunda al amante de luz y fuego: una luz que ilumina el entendimiento y un fuego que hace arder el corazón en amor-caridad. En el soneto 23 de Garcilaso resuena esa doble inspiración de la luz y el amor: En tanto que de rosa y azucena/ se muestra la color en vuestro gesto/ y que vuestro mirar ardiente, honesto/ enciende el corazón y lo refrena … Todo el soneto se construye en torno a la luz y el amor, el blanco y el rojo.El amor caballeresco (Amadís, Tristán, La Celestina) es sincero, pero abiertamente sexual. Frente a los libros de caballerías, Cervantes introduce el amor de don Quijote a Dulcinea, totalmente casto, y naturalmente, con la enorme ironía de Cervantes, ya que se trata de un pobre viejo tímido y retraído, y de una “moza de chapa y de pelo en pecho”, con un poderoso vozarrón que se oía desde Miguel Esteban cuando ella gritaba a sus criados labradores desde El Toboso. El trasfondo descrito nos permitirá definir el “buen amor” de nuestro arcipreste de Hita. Curiosamente, los dos teóricos medievales del amor que nos son más familiares, son dos clérigos comprometidos a practicar el celibato.