Llega el verano

20/06/2021 - 10:48 Luis Monje Ciruelo

Ahora, a mis 97 años, todo lo recuerdo sin tristeza y sin añoranza, como recuerdo mis años jóvenes. Así que me quedaré en casa.

Llega el verano, o dicho más exactamente, llegamos al mes de junio en el que, astronómicamente, comienza el solsticio de verano que en el hemisferio Norte comprende los meses de junio, julio y agosto y en el austral diciembre, enero y febrero. En cualquier caso, llega el tiempo veraniego en que muchos se creen autorizados para vestir a su aire.

Se aproxima el verano con su horizonte de vacaciones, viajes y libertades playeras de las que escribo, no con la esperanza de disfrutarlas, sino como recuerdo de los muchos veranos que las viví creyendo que eso era la felicidad, hasta que comprobé que ésta no existía sin ella. Menos mal que la edad y la vida me han hecho disminuir el ansia de mar y de playa que, como hombre del interior, sentía en mis años jóvenes  al llegar el mes de junio. Ahora, a mis 97 años, todo lo recuerdo sin tristeza y sin añoranza, como recuerdo mis años jóvenes. Así que me quedaré en casa, que es donde más fresco y cómodo se está y, en todo caso, ahí están los numerosos parques para evocar los bosques y montañas los amigos de ellos. El de San Roque, en realidad es un parque al que no solo van para tomar el fresco los ancianos. Niño que nace, es llevado a San Roque en cuanto tiene la edad mínima para correr, caerse y levantarse para que aprenda a hacerse un hombre. Y es tal su concurrencia que a veces parece que tanto niño nace por generación espontánea, como las flores silvestres, y uno se queda embobado viendo como se lanzan, cómo se mueven y con que espíritu aventurero se deslizan por los artificios que el Ayuntamiento pone a su servicio El Parque de San Roque es, pues, un pulmón forestal de la ciudad y casi diríamos, un jardín de niños. Los gruesos arboles centenarios, a los que yo he llamado abuelos, son aparentemente, abuelos de esos retoños humanos que, en realidad, son los niños.