Manuel Millán, "el médico y trovador" que se ha convertido en heróe mundial

28/03/2017 - 13:41 D.Pizarro

Manuel Millán se pagó la carrera gracias a su voz. Ahora, tras 36 años como médico en Cañizar, Mondéjar y Brihuega, salta a la cooperación internacional. Nueva Alcarria le ha realizado esta entrevista.

Hay unos ojos que persiguen a Manuel Millán, y lo harán durante el resto de su vida. Es lo que sucede cuando de repente te das de bruces con la cruda realidad. La que tiene lugar, por ejemplo, en Camerún. Hasta el país africano se fue a principios de año este médico rural, natural de Maella, en Zaragoza pero guadalajareño de adopción y de corazón. Entre los muchos casos que pudo atender en el Hospital de Ebomé, en Kribi, al sur del país, recuerda al niño dueño de esos ojos. Tenía seis años y presentaba los síntomas de un linfoma. “Allí supone inmediatamente la muerte, mientras que aquí es vida, en función del tipo y tras un tratamiento, obviamente”.
    Éste ha sido su primer viaje como médico con la ONG Ambala, y seguro que no será el último. Porque precisamente Manuel Millán adelantó su jubilación –en estos momentos tiene 62 años– para poner su experiencia sanitaria al servicio de los más necesitados. “Era ahora o nunca”, cuenta mientras explica que los médicos funcionarios pueden jubilarse entre los 60 y los 65, “siempre que tengamos un número determinado de años de servicio”.
    El gusanillo de la cooperación internacional le picaba desde antes, dado que ya había colaborado económicamente con la ONG Ilumináfrica, con sede en Zaragoza, y que trabaja con médicos oftalmólogos principalmente en El Chad. Lo hacía mediante los recitales que daba y las ventas de sus discos publicados. Y es que Manuel Millán es “médico y trovador”, como se autodefine en el blog que abrió hace unos meses para dar cuenta de sus viajes y experiencias como médico y músico. Millán no puede separar ambas dedicaciones, quizás porque la música le permitió llegar a ser médico. Pero volviendo a Camerún, allí se plantó con su guitarra como único equipaje, para trabajar en el Hospital de Ebomé durante dos meses. “Este centro atiende de forma gratuita a los pigmeos bagyelis, que viven junto a la frontera de Guinea Ecuatorial, así como a otras personas de pocos recursos”. Él y otros médicos españoles aportaron su experiencia para ayudar a los médicos africanos que trabajan en el lugar. Cuida Manuel Millán las palabras a la hora de definir la forma de trabajar de unos y otros. “Nosotros  ejercemos la medicina de una forma algo diferente, quizás de una forma más científica que ellos, que tienen verdaderas deficiencias en formación”. Sin embargo, de la unión de ambas prácticas “se pueden sacar cosas positivas”. Pese a todo, reconoce que su experiencia como médico sólo sirve, “en algunas ocasiones”, para determinadas cosas que están en su mano, “pero en otras situaciones solamente puedes consolar a la persona”.
    En Camerún, el inglés y el francés son los dos idiomas oficiales, aunque conviven con ellos 230 lenguas autóctonas diferentes. Por suerte, Millán estudió francés en su juventud. Ayuda, no obstante, el que se trate de un francés profesional, científico, “por lo que al final te acabas haciendo entender, eso sí, con un diccionario descargado en el móvil”.
    Al margen de las anécdotas del lenguaje, reconoce que un viaje de este tipo “cambia la vida a cualquiera”. Pero, en su caso, aún más. Además de experimentar la atención médica en un país como Camerún, también se ha mezclado con sus gentes a través de la música. “He tocado en los mejores locales de Kribi, he contactado con músicos de allí y he podido ver cómo son sus casas y su comida”.  Por todo ello y por la necesidad que sentía de dar a conocer estas experiencias, puso en marcha su blog. “La gente quería saber, me preguntaba, así que yo les remitía a Médico y trovador”.
    
La magia de una vida
La vida de Millán está llena de mágicos episodios como el que vivió en Camerún. Y es que su historia está plagada de magia, algo que atrae al que le escucha cuando él, con toda la modestia del mundo, la relata. Como si no hubiera nada de fantástico en ella. Como si fueran solamente eso, episodios de una vida pasada. Sin embargo, para el resto tiene mucho valor todo lo que ha conseguido. Tanto, que ha sido elegido como uno de los 20 médicos rurales y héroes del mundo por parte de la asociación Wonca (World Organization of National Colleges, Academies and Academic Associations of General Practitioners/Family Physicians).
    
Cosiendo balones para Adidas
Las circunstancias le llevaron a trabajar a una edad muy temprana. “Empecé el colegio tarde y enseguida me puse a trabajar para Adidas haciendo balones de fútbol”. Por ello, cuando quiso sacarse el título de Bachillerato, optó por hacerlo de forma libre, estudiando en una academia y examinándose posteriormente en un instituto de Reus. “Nací en 1954 y la vida no era como ahora: o te internaban en un colegio o en un seminario”.
    La candidatura al reconocimiento de Wonca la presentó Josep Vidal, un médico que conocía su vida y, evidentemente, estaba maravillado con ella. Finalmente resultó elegido “entre los 20 médicos rurales del mundo con una vida curiosa, en mi caso por el esfuerzo y el trabajo que he realizado”.  Y es que antes de ejercer la Medicina durante 36 años, Millán se dedicó a cantar de forma profesional en un grupo. “Tuve la suerte de que una persona me escuchara durante una actuación en Zaragoza, y entonces me contrató”. Su situación económica mejoró y pudo estudiar Medicina con cierto desahogo, carrera elegida por ser “la más adecuada a mi perfil”. Pese a que asegura que empezó “tarde” la facultad, con 19, terminó seis años después. En ese tiempo, los fines de semana y los veranos cambiaba los libros por los boleros, los valses peruanos, la música argentina, las canciones de la tuna... Salían de gira por Europa: el sur de Francia, Suiza, Austria o República Checa, entre otros. Viajes que aprovechaban para realizar “un poquito de contrabando” con el cristal de Bohemia o con teleobjetivos para fotógrafos de Zaragoza, dado que en España, a finales de los 70, aún estaba fuera de la Comunidad Económica Europea, y había productos “muy gravados”.
    
Un espacio “de libertad”
La vocación de médico la descubrió antes de terminar la carrera “gracias a buenos profesionales que me influyeron”. De ellos tomó prestada la ilusión por el trabajo, “y la he mantenido los 36 años en activo”. Aunque tuvo la oportunidad de seguir en la facultad y formarse en Medicina Interna, él se decidió por el mundo rural. “Ejercer la medicina en un pueblo significaba, para mí, un espacio de libertad, más cercano a la naturaleza. Era, en definitiva, otra filosofía de vida”.
    Así fue, pues de Zaragoza pasó a Torrejón del Rey, donde permaneció apenas unos meses para hacer una sustitución. Pero su primer destino oficial fue Cañizar, pueblo que le marcó hasta tal punto que recuerda el día en el que llegó: el 1 de febrero de 1980. Se encargaba, desde allí, también de Ciruelas y Heras de Ayuso. Millán se instaló en la casa del médico, y estando en el pueblo se casó con la que hoy es su mujer, Lourdes. “Entonces se era médico las 24 horas del día, y sólo librábamos el fin de semana a turnos con los otros médicos de la zona”. Extraña la medicina que se ejercía en ese momento, “más humana, social y menos científica”. Tampoco existía, cuenta, “ese boom de Farmaindustria, ni el hospitalocentrismo que más tarde nos ha llevado a pensar que todos los problemas de salud tienen solución”. Con una actitud crítica, añade que “lo único cierto es que el 100 por cien de los que nacen, mueren”. A los ocho años pidió el traslado a Mondéjar, pueblo del que era maestra su mujer. Permaneció allí 18 años, y finalmente recaló en Brihuega, “que, aparte de bonito, estaba cerca de Guadalajara”. De este pueblo sacó, además, la gran amistad del periodista Manu Leguineche. Millán se convirtió en su médico y amigo. Tanto, que en sus últimos años, Leguineche no iba a ningún sitio sin él.
    La intensa vida cultural de Brihuega también le marcó, más teniendo en cuenta su faceta de artista. “En numerosas ocasiones ha sido lugar de reposo y retiro de músicos, pintores... como fue, de hecho, en el caso de mi amigo Manu”. Ése sería su último destino como profesional sanitario en España. Pero no el fin del ejercicio de la Medicina. Primero Camerún. El próximo episodio está aún por escribir.