Marta (San Andrés): “El río se ha llevado las huertas que cogió a su paso”

15/03/2025 - 11:44 FCV

Marta nos abre las puertas de su hogar y nos cuenta cómo el pueblo se enfrenta a la crecida del río Bornova que estos días ha alarmado a los vecinos de San Andrés del Congosto.

A los pies del pantano de Alcorlo, San Andrés del Congosto observa con cautela cómo el río Bornova se desborda. Sus 50 habitantes, curtidos por la vida rural, han aprendido a convivir con la incertidumbre, pero la reciente crecida del pantano ha puesto a prueba su temple.

Marta, una de las vecinas más entrañables, nos atiende con una sonrisa. A sus “más de 50 años”, irradia vitalidad. Su día a día transcurre junto a su marido, entre las labores del hogar, el cuidado de su huerta y su pasión por tejer calcetines y bufandas.

“El río se lo ha llevado todo”, nos cuenta Marta con preocupación. “Todas esas parcelas que hay, eso se lo ha llevado todo”.

La crecida del Bornova ha inundado las tierras de cultivo cercanas al cauce, pero su huerta, situada en una zona más elevada, ha resistido. “Sembramos tomates, judías, lechugas, patatas, de todo, y pimientos, de todo un poco”, enumera con orgullo. 

Sin embargo, la amenaza de una posible evacuación planeó sobre el pueblo hace unos días. “Nos pegamos un buen susto cuando la Guardia Civil, el teniente de alcalde y la alcaldesa, Consuelo, nos avisaron de que el pueblo podía ser evacuado a Cogolludo”, recuerda Marta. “Aunque vivimos en la parte alta, no nos dejó de sorprender, porque, salvo cuando la Filomena, nunca nos ha sucedido algo semejante en el medio siglo que llevamos viviendo aquí”, recuerda.

Afortunadamente, la situación mejoró y la evacuación no fue necesaria. "Parece que las aguas se han calmado, aunque los cultivos siguen inundados", explica Marta, cuyo marido, junto a otros dos amigos, acababa de bajar del pantano de Alcorlo.

"Ya dice que se puede pasar el puente, pero el destrozo ha sido bueno".

A pesar del susto, la vida sigue su curso en San Andrés del Congosto. Marta no se aburre, deja claro. Pasa sus días entre bufandas y calcetines, y, cuando puede, se sienta en la silla de su patio. “Allí me da bien el sol”, describe. Tiene teléfono fijo y móvil, “que lo tengo que poner a cargar”, relata con calma, “pero cuando hay una tormenta, me quedo sin los dos; al menos, la luz aguanta”, precisa.

Marta, una de las cincuenta almas que habitan San Andrés del Congosto, nos despide con una sonrisa y un “hasta luego”. Su historia es la de un pueblo que resiste, que se aferra a sus raíces y que encuentra en la sencillez de la vida rural la fuerza para seguir adelante.