Masters del universo


Estamos tan metidos en la ficción que nos creemos que la “señora de Sánchez”, puede dirigir un título oficial, amparado por una Universidad de prestigio.

Aunque el título suene a los juguetes de acción de los 80, hoy no toca hablar de cosas divertidas; aunque puedan dar risa, según se mire. Los Masters del Universo a los que me refiero son los que dirige esa diosa del conocimiento llamada Begoña, que ha sido tocada (en el mejor sentido de la palabra) por la gracia y el embrujo de nuestro inefable presidente del gobierno. 

En su infinita sabiduría y mágico encanto, el supremo líder ha sabido transmitir, a través de no se sabe bien qué poderes, su amplísimo bagaje de conocimiento adquirido por ósmosis, con lo que le ha ahorrado a su parienta el trance de su paso por facultades o escuelas, que eso es más propio de los pobres mortales.

Teniendo en cuenta el prestigioso doctorado del presidente, lo de los másters de la mujer es lo menos que se podía esperar. Cómo va a ser él doctor en economía si ella no dirige dos o tres o nueve másters sin tener un grado oficial que echarse a la boca. Y si nos parece poco, además una cátedra, que siempre suena bien, aunque sea de juguete, como los másters… del Universo.

Estamos tan metidos en la ficción que nos creemos que la “señora de Sánchez”, puede dirigir un título oficial, amparado por una Universidad de prestigio, y nos acabaremos creyendo que la tesis se la copiaron a él unos malvados que viajaron en el tiempo para hacerle quedar mal. Porque ya se sabe que en el mundo mágico de los Másters del Universo esas cosas pasan.

Esto sería una broma chusca y de mal gusto, más de risa que de veras, si no supusiera otro descrédito más, el de la Universidad española, que no anda ahora muy boyante con un ministro que cada vez que abre la boca, sube el pan. Aunque no la abre mucho, porque prodigarse, no es que se prodigue…

La mujer del César será honesta, pero no es licenciada. La mujer del Cesar será directora de un máster, pero no podría ser su alumna porque carece de titulación. Será titular de una “cátedra”, pero no será respetada por los académicos ni considerada su igual. Y cuando faltan los méritos objetivos, medibles por los estándares objetivos, lo que queda es la sospecha. El mérito y la capacidad no se acreditan a través del matrimonio, aunque lo parezca a veces. Y cuestionarlo no me hace menos feminista. Solo más honrada.